Homilía para el Quinto Domingo
de Cuaresma del ciclo litúrgico B

21 Marzo 2021
¿Por qué se cubren las cruces y las imágenes  en el tiempo de Cuaresma/tiempo de Pasión?
Autor: P. Heribert Grab S.J.
Según una antigua tradición comenzó esto con
la reforma litúrgica de los años 60 en este quinto domingo de Cuaresma, el “tiempo de Pasión”.
Por eso este domingo fue denominado “tiempo de Pasión”.
Como un signo de duelo fueron (y son) tapadas
como muy tarde este domingo
las cruces y las imágenes de Jesús en las iglesias
con sencillos “paños de Cuaresma”,  “paños del hambre”, …etc.

El cubrir las imágenes recibió una primera interpretación en el informe sobre la muerte de Jesús de los Evangelios (p.e. Mc 15,37-38):
“Jesús dio un grito. Entonces exhaló Su espíritu.
El velo del Templo se rajó en dos partes de arriba abajo.”
El velo del Templo separaba el “Sancta Sanctorum” con el Arca de la Alianza,
del gran espacio para orar  de los fieles.
Sólo una vez al año podía entrar el Sumo Sacerdote en el “Sancta Sanctorum”.
Sin embargo, el Viernes Santo la muerte de Jesús abre el acceso a todos los salvados
al “Sancta Sanctorum”, por tanto al “ámbito divino”,
al “Padre del Cielo”, al Dios de la Vida…

El tapar las imágenes hoy se interpreta con frecuencia como un “ayuno de los ojos”.
Si yo aparto de mi campo visual una imagen muy familiar,
la descubro después de algún tiempo como completamente nueva.
Por así decirlo, la miro con otros ojos.
De repente se abren  colores, formas y también contenidos, que hasta ahora había apartado continuamente.
Este nuevo mirar seguramente trae consigo no sólo un estético enriquecimiento,
sino que también puede servir para profundizar en la fe.
Y esto sería ciertamente un ventajoso beneficio.
El ‘ayuno de los ojos’ tiene una larga tradición en la Iglesia católica.

Ciertamente en nuestra época sobre estimulada este ‘ayuno de los ojos’ debiera tener un sitio no sólo en la Iglesia.
También en la vida diaria merece la pena
dejar la mirada de nuevo libre para recibir lo que es importante para nosotros,
y para lo que en la vida en general es esencial.
Más de uno piensa espontáneamente que podría tener sentido restringir durante la cuaresma el consumo de televisión.
Ciertamente también tendría sentido
examinar muy de cerca el lugar de trabajo o el propio ámbito de la vivienda:
¿Qué se ha amontonado?
¿Qué vuela de un lado para otro más o menos desordenado?
¿Que me desvía diariamente de aquello que es verdaderamente importante para mí,
de las tareas, que yo desde hace mucho tiempo abandono e incluso de los maravillosos planes de tiempo libre, que continuamente naufragan en el caos de los superfluo?´
Una propuesta concreta también podría ser,
liberar en gran parte el propio escritorio de la abundancia de papeles y expedientes
y en lugar de ellos dejar espacio a la Biblia en el campo de vista central.
naturalmente con la intención de al menos leer dos versículos cada día.

Con todo esto se amplía el ‘ayuno de los ojos’ al ‘ayuno de los sentidos’.
En la Iglesia es habitual desde hace mucho durante el tiempo de Cuaresma no sólo el cubrir las imágenes.
Según las reglas eclesiales para el tiempo de Cuaresma, p. e. no está permitido adornar el altar con flores.
Tampoco se usa en la liturgia en este tiempo incienso.
Y el sonido de los instrumentos musicales sólo debe apoyar el canto de la comunidad.
Todo esto subraya el carácter penitencial de este tiempo.
Pero además también se trata de descubrir de nuevo aquella riqueza, que se oculta en la sencillez de la liturgia y también la riqueza de la vida sencilla,
que a menudo hace la existencia digna de ser vivida.
En latín se puede expresar esta sabiduría de forma inimitable de forma concisa:
“Non multa, sed multum!”
En alemán se necesitan más palabras para expresar lo mismo:
“¡No depende de la variedad multicolor ni de la ilimitada abundancia,
sino lo decisivo es sólo lo esencial!”
Esto podría ser para todos nosotros un lema durante Cuaresma.
Y la pregunta clave podría sonar así:
¿Qué me desvía continuamente de lo esencial?
Y: ¿qué es en suma ‘esencial’ para mí?

Este “tapado” no sólo de las cruces durante la Cuaresma me propone aún un último pensamiento:
¿Hasta qué punto podemos en general y de alguna forma vivir con lo que está “oculto”?
Somos hijos de la Ilustración:
Hemos investigado considerablemente los misterios de la naturaleza y consideramos cada nueva cuestión que surge como un reto de nuestra ciencia.
¡Sería para reír que no llegásemos al último misterio de nuestra realidad!
Y lo que se escapa a nuestro afán de observación
- la pregunta sobre Dios,
o la pregunta sobre nuestro último ‘adónde voy y a qué’ -
tales preguntas se dejan hoy aparte:
Estas no tienen nada que ver con la realidad
como las entiende nuestro tiempo ilustrado.
Acaso son intereses de la vida privada de aquellos
que aún no están aún verdaderamente “ilustrados”.
Me parece que los ‘ocultamientos’ en nuestra Iglesia’
-contra una radical ‘ilustración’-
responden del ‘misterio’ y de su realidad en nuestra vida.
Los ‘ocultamientos’ atestiguan:
Detrás de todo lo transparente, lo tangible y lo factible,
hay una realidad última,
que se nos impide atravesar,
a la que no tenemos acceso
si preguntamos por el sentido de nuestra vida
y por un motivo sólido de la dignidad humana.

Amén.
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