Homilía para el Tercer Domingo
de Cuaresma del ciclo litúrgico B
7 Marzo 2021
Lecturas: Ex 20,1-17 y 1Cor 1,22-25
Evangelio: Jn 2,13-25
Autor: P. Heribert Grab S.J.
Ciertamente en este tiempo anterior a Pascua
el símbolo de la Cruz está muy en primer término.
Los cristianos recuerdan las palabras de Jesús:
“Quien quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que Me siga” (Mt 16.24)
Después de esto con frecuencia se percibe cada carga que nos impone la vida como cruz o incluso como cruz agobiante.
En este contexto, se cae en el olvido reiteradamente
de lo que Jesús también ha dicho:
“Tomad mi yugo y aprended de Mí
porque soy bondadoso y humilde de corazón;
así hallaréis sosiego para vuestra alma.
Pues mi yugo no oprime y mi carga es ligera.”
(Mt 1,29 s)

Con frecuencia los cristianos también experimentamos los “diez mandamientos” de Dios
y en general el reto de la moral cristiana
como una carga impuesta por Dios y por la Iglesia
- como una Cruz.
Pero bien mirado descubriríamos muy pronto
que los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesús, cuyo núcleo es el mandamiento del Amor,
en último término sirven a la vida y a una comunidad humana digna.
Sin embargo, esto no vale de una forma absoluta para todo lo que los seres humanos y también la Iglesia han sacado y también interpretado de los mandamientos de Dios.

Una caricatura que da mucho que pensar,  muestra a Moisés, como baja ligero con las dos tablas de la Ley
del Sinaí, el monte de Dios.
Pero a él le sigue una larga caravana de porteadores,
que detrás de él arrastran gran cantidad de gruesos libros con todos los párrafos y modelos de ordenanzas de teólogos y juristas.

Generalmente estaría lleno de sentido y sería ayudador reflexionar sobre cómo con frecuencia nosotros los seres humanos nos cargamos mutuamente la "Cruz" con difíciles cargas.
Con ello no hacemos ligero "el destino"
o incluso ¡hacemos a Dios responsable!
Y no olvidemos echar nosotros mismos las cuentas
de todas las cargas, que exigimos a otros.

Contemplemos ahora en este segundo plano la Cruz de Jesucristo.
En el monte de los olivos Él oraba así:
"¡Padre, si quieres, que pase de mí este cáliz!
Pero no se haga mi voluntad sino la tuya.
Apareció un ángel del cielo y Le dió (nueva)  fuerza.
Y Él oraba en su angustia aún más encarecidamente
y Su sudor era como sangre, que goteaba en la tierra." (Lc 22,42 ss)
En la segunda oración se dice expresamente.
Él se sometía al sufrimiento voluntariamente.
¡Él hubiera podido desaparecer! ¡Había suficientes posibilidades!
Pero entonces hubiera traicionado Su mensaje del Reino de Dios y hubiera dejado el campo libre a los enemigos de este alegre mensaje.
Por este mensaje y por nuestro bien Él ha aceptado no sólo la Cruz sino incluso la sensación del más profundo abandono de Dios:
"Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46)
Sin embargo, Sus últimas palabras están llenas de confianza:
"Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu"
(Lc 23,46)
Con la confianza en el Dios de la Vida, en Su Padre expira en la Cruz.
Y esta confianza halla su confirmación en la mañana de Pascua, en la mañana de la Resurrección, en la plenitud del Dios Viviente!

La Cruz de la peste de Sankt Georg de Colonia (siglo XIV), muestra de forma totalmente auténtica el conmovedor sufrimiento de Jesús;
pero, al mismo tiempo, esta Cruz comunica consuelo y esperanza en esta pandemia de peste dominada por el sufrimiento y la muerte.
Sólo desde Pascua puede ser esta Cruz de la peste
un consuelo e incluso en este tiempo adverso ofrecer confianza.


 
De forma más natural que las cruces góticas, que acentúan el sufrimiento de Jesús,
las Cruces triunfales de la época románica miran totalmente desde Pascua a la Cruz de Jesucristo.
Estas Cruces muestran al Vencedor pascual sobre el sufrimiento y la muerte.
Una Cruz así (1067) está colgada precisamente en Sankt Georg!
La imagen muestra a Cristo como el “Rex triunfans”, como el Rey triunfante con la corona real
(hacia 1250) en la colegiata de Innichen (sur del Tirol).

 

Ciertamente en la actual  “Cuaresma-Corona”,
en la que, como tan a menudo, se trata de la “luz al final del túnel”, quisiera presentar a ustedes sobre todo esta representación del Crucificado como acompañante durante la ya próxima Semana Santa.
¡Nos encontramos actualmente y en todas las épocas en el camino hacia la Pascua!

Finalmente armoniza otro símbolo pascual:
Este miércoles de ceniza en una comunidad de Colonia se regaló en lugar de ceniza, bulbos germinando:
¡Signos de la esperanza pascual en su victoria sobre la vida!
Amén.

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