Homilía para el Primer Domingo
de Cuaresma del ciclo litúrgico B
21 Febrero 2021
 Tema: “Luz al final del túnel-nueva vida por la ceniza”
Autor: P. Heribert Grab S.J.
Con el comienzo de la Cuaresma prepascual nos hemos dirigido como cristianos el miércoles de forma litúrgica al camino hacia la Pascua.
Esta vez experimentamos ciertamente ya desde la fiesta de Pascua del año pasado una “Cuaresma” –
esta pandemia mundial del Corona.
Esto nos pesa a todos nosotros – de igual modo a cristianos y no cristianos- con renuncia y restricciones.
Y todo esto rebasa los sacrificios usuales de ayuno.
Pero también esta Curesma-Corona remite, bien mirado, a Pascua:
Todos vivimos hace meses con la esperanza de la “luz al final del túnel”,
de la esperanza de que finalmente podamos seguir de nuevo una vida, que merezca este nombre; una vida que sea verdaderamente vida.

Esta esperanza nos une con todas las personas de todo el mundo.
Pero par nosotros como cristianos esta esperanza alcanza a una nueva vida,
mucho más allá de la limitada realidad de la vida terrenal:
“Esperamos un cielo nuevo,
esperamos una nueva tierra,
en la que habite la justicia,
en la que habite la justicia.”
Esperamos la plenitud de una vida,
que sea totalmente justicia, paz y amor;
esperamos una vida que ya no conozca la muerte,
esperamos la vida pascual, en la que Cristo nos ha precedido.
Y me parece:
La nostalgia de esta vida en plenitud pascual
se halla finalmente de forma muy profunda e inconsciente en todo ser humano:
Luz pascual al final del obscuro túnel,
en el que nos esperan día tras día decepción, sufrimiento y finalmente la muerte.

La amenaza mortal de nuestra vida aquí
nos la hace consciente la liturgia del
Miércoles de Ceniza:
“Medita que eres polvo
y en polvo te convertirás”,
se dice, según la antigua tradición, en la imposición de la ceniza.
Ya en la Sagrada Escritura se señala la imagen de la ceniza como lo efímero del ser humano.
Uno se cubre con ceniza también como signo de duelo.
El esparcir la ceniza por la cabeza
o andar de un lado para otro con saco y ceniza
no conduce finalmente al reconocimiento de los propios límites, de la propia insuficiencia y de los propios fallos.

En la tradición cristiana de la Cuaresma
la ceniza nos invita a comenzar la preparación
para la Pascua con una auto-reflexión crítica y como consecuencia de la conversión y de un enérgico nuevo comienzo de una vida en el sentido de Jesucristo:
"¡Convertíos y creed en el Evangelio!"
suena en consecuencia también como otra fórmula muy extendida, cuando se administra la cruz de ceniza.

Ciertamente no tendría la ceniza como signo interpretado exclusivamente de forma negativa
un lugar oportuno en nuestra liturgia,
la cual está obligada al Evangelio,
el mensaje alegre de Jesucristo.
Por tanto, el signo de la ceniza nos debiera recordar no sólo nuestra condición efímera y toda nuestra insuficiencia.
La ceniza es más bien un signo para la nueva vida.
La ceniza sirve, por ejemplo, como fertilizante fecundo,
que puede crecer por medio de la nueva vida y desarrollarse.
Pero sobre todo yo guardo un vivo recuerdo
de cómo durante la guerra y tanto más después
nuestras ciudades reducidas a cenizas como el "Ave Fénix", despertaron a una nueva vida.
Según la antigua mitología, el Fénix es un pájaro,
que se quema al final de su ciclo vital,
para renacer de nuevo de sus cenizas.
Esto se consideró ya desde antiguo por los cristianos como una imagen simbólica de la Resurrección.

¡Por tanto, veamos sobre todo en la imagen de la ceniza un signo pascual de nuestra vida!
La "luz al final del túnel"
y la "nueva vida por la ceniza"
nos llenen con esperanza alentadora,
no sólo en esta fatigosa Cuaresma del corona,
sino en todo nuestro camino existencial,
con todas sus vicisitudes,
con todos sus claros y obscuros tramos del camino,
con todas sus alegrías,
pero precisamente también con todos sus esfuerzos y molestias.

De esto modo les deseo a ustedes y a todos nosotros una Cuaresma prepascual,
que permita que crezca en nosotros de modo incontenible la esperanza y alegría pascual vital.
¡No nos dejemos abatir por estados de ánimo depresivos a causa del corona,
por críticos y derrotistas
o por nuestra propia impaciencia!
¡Preparémonos más bien para el aleluya pascual:
¡la muerte ha muerto, la vida vive!

Amén.
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