Homilía para el Domingo de la Trinidad
7 Junio 2020
Introducción a una idea del misterio de la Trinidad de Dios mediante una mirada a nosotros mismos, que somos creados a imagen y semejanza de Dios.
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
En Jesucristo se ha manifestado el propio Dios
y nos ha dado una idea de Su misterioso ser.
Cuanto más comprendamos por medio de Jesucristo
del Dios misterioso
tanto más comprenderemos de nosotros mismos:
Ya que nosotros somos creados a imagen y semejanza de Dios.

Pero también es válido lo contrario:
Cuanto más comprendemos el ser misterioso del hombre,
tanto más se nos abre también una idea del ser de Dios.
Mediante el mensaje de Jesucristo,
pero también mediante la propia auto experiencia
se nos hace consciente
que al final el amor convierte a los seres humanos en seres humanos;
Por tanto, no somos un montón de individualistas desconectados.

Este conocimiento nos ayuda a comprender
lo que los cristianos quieren decir cuando hablan
de la Trinidad de Dios.
Con ello expresan que Dios no sólo cuida las “relaciones”,
sino que en sí mismo y en Su Ser es “relación”.
Al fin y al cabo nosotros mismos no podemos vivir sin relaciones;
Dios es en Sí mismo relación:
En la Persona de Jesús el propio Dios se ha hecho ser humano.
En Jesús de Nazareth, Dios es visible como Padre
y se ha hecho experimentable su esencial amor por nosotros.
El hecho de la redención del Hijo es llevado por Dios y por Su Amor:
por el Padre y por el Espíritu Santo.

El Dios de la Nueva Alianza no es otro que el Dios de la Antigua Alianza:
Es el Dios oculto, el gran misterio.
Pero es, al mismo tiempo, el Dios que “desciende”,
que se abre y comunica,
que se prolonga en Su propio Amor.
“Hemos visto Su gloria”,
escribe el evangelista Juan (Jn 1,14):
La gloria del Hijo, que ninguna otra es como la del Padre:
el resplandor de Su gloria, el poder de Su Amor.
Y así nosotros hemos recibido el Espíritu,
que nos hace hijos e hijas de Dios.

Nosotros confesamos a Dios como Creador de este mundo y de toda la vida.
Él ha creado a los seres humanos a Su imagen y semejanza.
Es el Padre de toda la vida
y de modo especial Padre de todos los seres humanos.

Tanto ama Dios a Su Creación y sobre todo a los seres humanos,
que en Jesús de Nazareth se hace ser humano,
que Él vive nuestra vida hasta en la muerte,
hasta Su propia entrega en la Cruz.
Él hace este camino para “salvar” a la humanidad de su propio círculo, de su egoísmo, de su autoritarismo,
que continuamente deriva en violencia.

Sin embargo, Él no nos quita la libertad,
que es el fundamento de nuestra dignidad humana,
pero que al mismo tiempo se convierte continuamente en tentación
para alzarse de forma autoritaria sobre otros y también sobre Dios
y para destruir la dignidad humana.
Dios no nos quita la libertad,
pero, a través de Jesús nos regala la “ayuda”,
el Espíritu del Amor, Su Santo Espíritu.
Dios nos invita a aceptar este regalo de Su amor   
y a configurar Su Creación desde este Espíritu
y a continuar desarrollándola como “Reino de Dios”,
como un mundo, que está marcado y transcendido en todo por el amor.

El Dios Trinitario es Amor – por tanto, “relación en sí mismo”, como también relación más allá-
en este mundo y en nuestra vida totalmente personal.
Esta relación de amor se expresa en nuestro lenguaje
mediante una palabra muy pequeña – es decir por medio de la pequeña palabra “TÚ”.
Ambas letras tocan el núcleo de toda relación interpersonal y tanto más el núcleo de la unión de Dios con nosotros y de nuestra unión con Él.

¡Dios nos ha llamado a todos por nuestro nombre –TÚ! (cf. Is 43,1)
¡Y nosotros Le podemos llamar ‘Padre’ –TÚ!
¡En Jesús, el Cristo se ha convertido en nuestro Hermano, nuestro Salvador, nuestro Amigo – TÚ!
´¡Él está en todo momento cerca de nosotros con Su Amor, como nuestra ayuda – TÚ!

Oremos, por tanto, continuamente al Dios trinitario.
Por amor a Jesús, que nos enseñó a llamar a Dios Padre.
Por amor a Jesús, que nos dio esperanza  en un futuro pleno en el Reino de Dios.
Por amor a Jesús, del que procede un nuevo Espíritu en un mundo, en el que incluso demasiado a menudo hay un espíritu ateo sin amor, con mentira y violencia como una epidemia en el aire.

Amén
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