Homilía para el Domingo de Ramos,
ciclo litúrgico (C)

14 Abril 2019
Lectura: Is 43,16-21
Evangelio: Jn 8,1-11
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La entrada de Jesús en Jerusalem se celebra
en la liturgia con una procesión,
cuya meta es respectivamente la iglesia.
Por tanto, la iglesia substituye simbólicamente a Jerusalem, la ciudad de Jesús y en los últimos tiempos la ciudad de Dios.
En la procesión de las palmas, sobre todo en el sur de Alemania, con frecuencia el propio Cristo es conducido sobre el llamado “burro de las palmas”.

 

La representación de este Cristo que entra en Jerusalem procede de Landesberg am Lech y
fue realizada por un escultor del barroco en 1671.

En nuestro entorno actual un burro no vale demasiado.
¿Quién quisiera ser llamado “burro”?
Por eso estamos tanto más asombrados por el relato del Evangelio:
Jesús elige para Su entrada en Jerusalem un burro como animal para cabalgar.
Y las gentes de Su alrededor reconocen en Él al Rey,
que entra en Su ciudad:
“Bendito sea el Rey, que viene en nombre del Señor” gritan llenos de entusiasmo.
En el Evangelio de Marcos se transmite algo más detalladamente aún este saludo entusiasmado:
“¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor!
Bendito sea el reino de nuestro padre David,
que ahora llega.
“¡Hosanna en las alturas!” (Mc 11,9-10)

¿Cómo las gentes celebran precisamente a Jesús,
que llega cabalgando un burro, como el largamente anhelado Mesías-Rey?

Probablemente conocían mucho mejor que nosotros la Sagrada Escritura.
En este instante les llegó espontáneamente el sentido de la promesa del profeta Zacarías:
“¡Da gritos de alegría, hija de Sión! ¡Da gritos de júbilo, hija de Jerusalem!
Mira que el Rey viene hacia ti.
Él es justo y ayuda;
es humilde y cabalga un burro,
sobre un potro, la cría de una burra.”
Y, al mismo tiempo, en conexión con esto el propio Dios habla en Zacarías:
“Destruiré los carros de guerra de Efraím
y los caballos de Jerusalem.
Él –es decir, el Rey prometido al pueblo de Dios-
anuncia la paz a los pueblos–…” (Zac 9,9-10a)
El Rey-Mesías es un príncipe de la paz
¡Precisamente por eso no cabalga un orgulloso caballo!
Sin embargo, los señores de la guerra por regla general cabalgan montados a caballo.
Y vienen armados hasta los dientes,
también sus siervos van montados a caballo.

Ciertamente Jesús se ha apartado de estas costumbres guerreras.
Él elige ir desarmado y bendiciendo sobre un burro manso como animal de montar – animal de montar y un fiel ayudador de la gente humilde.
De esta forma se manifiesta como el Mesías prometido y se adhiere a Su misión:
Él se pone de parte de la gente humilde
y trae la paz al mundo.

A los ojos de los soberanos de este mundo,
la entrada de Jesús en la ciudad real de Jerusalem precisamente sobre un burro es hasta hoy una “burrada”, tanto como reconocer a este predicador ambulante fracasado en la cruz como el Salvador y el “Rey” del mundo.

Esto me recuerda otra historia bíblica,
en la que también un burro desempeña un papel central:
Ante una elevada suma de soborno el profeta Balaam se había dejado seducir para renegar del pueblo de Israel en su camino hacia la tierra prometida por Dios.
Mientras cabalga sobre un burro hacia el lugar concertado,
se le opone el ángel del Señor con una espada desenvainada en la mano.
Cegado por la tentadora oferta del Rey
Balaam está ciego para percibir esta masiva oposición de Dios.
Precisamente el “necio” burro observa lo que sucede:
No se deja mover ni siquiera por los bastonazos de su señor, no dando ningún paso hacia delante.
Cuando el propio Dios le abrió los ojos a Balaam reconoció porqué su burro era tan obstinado y
le había parado en el camino.
Finalmente bendijo a Israel en lugar de renegar del pueblo de Dios.

No sólo los señores de este mundo son ciegos para Cristo y para Su misión,
de salvar a la humanidad por medio de la Cruz y de la Resurrección y traer al mundo la salvación.
Incluso para Pedro, la indicación de Jesús sobre su via crucis era sencillamente una “burrada”.
(cf. Mt 16,21)
¡Este destino no puede corresponder a la voluntad de Dios!”

Ciertamente esta incomprensión hace también hoy ciegos a los cristianos.
El mensaje bíblico suena así:
¡Los burros son más listos!
Esto es válido para el Burro de Balaam,
¡pero no menos para el burro de Jesús,
sobre el que Él entra en Jerusalem!

Hoy, domingo de Ramos, y durante toda la semana santa ¡debiéramos todos aprender de estos burros!

Amén.
www.heribert-graab.de
www.vacarparacon-siderr.es