Homilía para el Jueves Santo 2019
18 Abril
Lectura: 1 Cor 11,23-26
Evangelio: Jn 13,1-15
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Esta semana celebramos el “Mysterium Pascale”,
el misterio pascual de nuestra fe.
Y este misterio lo celebramos con amplitud:
Tenemos ya ante la mirada la Resurrección
del Señor,
cuando recordamos Su Pasión;
y cuando celebramos la Pascua
resplandece también la Pasión a la luz pascual.

Tanto desde el domingo de Ramos, pasando
por el Viernes Santo hasta la fiesta de Pascua contemplamos los acontecimientos de la historia
de salvación diferenciada en sus días correspondientes,
pero también forman una indisoluble unidad.
En ningún día de esta semana se hace tan consciente, esta unidad de la totalidad como hoy,
día de Jueves Santo, en la celebración de la Cena:
Seguimos la invitación de Jesús:
“Haced esto en memoria mía”,
y confesamos juntos:
“Anunciamos tu muerte, Señor,
y alabamos tu Resurrección,
hasta que vengas en gloria”
Y después se dice otra vez con las palabras de la oración:
“Bondadoso Padre, celebramos la memoria de la Muerte y Resurrección de tu Hijo
y te ofrecemos el Pan de la Vida y el Cáliz de la Salvación.”


De esta mirada conjunta del misterio pascual se trata
en esta vidriera gótica (1335),
que hace algunos años encontré en el claustro del Monasterio Heide en Wienhausen.
El Crucificado está rodeado de figuras que personifican la verdad, la misericordia, la justicia y la paz.
Sin embargo, en el centro está muy cerca de
Su corazón el amor.

El amor está intímamente unido a Él por medio de un estrecho abrazo,
al que Él mismo corresponde, desclavando Su propio brazo de la Cruz y estrechando a esta figura del amor de todo corazón.
Pero ahora, a primera vista, es terrible lo que se percibe:
El amor desenvaina con su mano derecha una espada, se la clava y abre Su costado.

Según el Evangelio es, como sabemos, uno de los soldados el que con su lanza abre el costado de Jesús
y con ello entrega el último aliento:
¡Él está verdaderamente muerto!
El vidriero medieval lo expresa de forma creyente:
No fueron la violencia y la maldad de los seres humanos los que, en último caso, llevaron al Señor
a la Cruz y Le entregaron a la muerte!
Más bien Él se somete, como se lee en la oración,
“a la Pasión libremente” y únicamente Le empuja a la muerte ¡Su amor por nosotros!

En los Evangelios de los últimos días hemos escuchado continuamente que Él buscaba el diálogo con Sus opositores y se preocupaba intensamente
de convencerlos y ganarlos, aunque en vano.
Y también hemos escuchado
como se retiraba eventualmente a un lugar seguro
cuando la situación era demasiado peligrosa
y aún no había llegado Su hora.
¡Él hubiera podido apartarse de la Pasión y
del Viernes Santo!
Pero ciertamente, ¡no lo hizo!
¿Por qué?

Su amor Le empujó a permanecer fiel a la misión
del Padre, es decir, a poner del revés la mala historia de la humanidad y a salvarnos a todos nosotros de la violencia del pecado y del mal.
El retroceder ante la violencia hubiera sido algo así
como una traición a Su misión.
Pero Jesús dice SÍ a la voluntad de Dios,
que finalmente es “el Amor”.
En el huerto de los olivos, Él pide:
“Padre mío, aleja de mí este cáliz,
pero no se haga mi voluntad si no la tuya.”
(Mt 26,42)
Por tanto, en la lucha interior de Jesús vence el amor
a los seres humanos y a la Creación de Dios en general.
El amor Le vence y Él mismo se abre al amor sin condiciones.
Ciertamente de esto deja constancia el artista de la vidriera de Wienhausen en esta pequeña imagen.
Por la fuerza de Su amor Jesús derrota finalmente a la muerte:
¡La muerte muere – la Vida vive!
¡Pascua!
Hoy celebramos el misterio de nuestra fe ya pascual en la Cena del Señor, a la cual Jesús nos invita.
Hoy ya el amor, por así decirlo, es el que dirige:
•    La “comida es en todas las culturas signo de unidad interpersonal.
•    No es por casualidad que celebremos, sobre todo las fiestas familiares, con una comida festiva.
•    No es por casualidad que la hospitalidad tenga lugar comiendo y bebiendo juntas las personas.
•    Incluso la reconciliación se celebra con una comida juntos.

De Jesús procede la frase:
“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre
Yo estoy en medio de ellos.”
Por consiguiente, es tanto más válido:
Donde una comunidad se reúne en amor fraternal
y celebran juntos la comida,
Jesucristo está en medio de ellos,
Su amor se hace presencia viviente:
Su Vida por nosotros, Su Pasión y Muerte por nosotros,
Su Resurrección anticipada a la de todos nosotros,
Su victoria sobre la muerte en toda la eternidad.

Por eso celebramos en este sentido su Cena con Él
como “Eucaristía”, ¡como gozosa acción de gracias!

Amén
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