Homilía para el Domingo Quinto
de Cuaresma, ciclo litúrgico (C)
7 Abril 2019
Lectura: Is 43,16-21
Evangelio: Jn 8,1-11
Autor: P. Heribert Graab S.J.
En segundo plano de estas sugerencias se halla
una exposición del artista ruso-ucraniano Aljoscha,
que durante el tiempo de Pasión graba
el espacio eclesial de Sankt Peter de Colonia.
La composición de figuras flotantes hechas de acryglas y pigmentos coloreados pueden recordar obscuras nubes o también demonios amenazantes que irrumpen en este espacio.
En la noche de Pascua estas figuras opresivas
se transformarán en un nublado suave y luminosamente coloreado.


Al comienzo del servicio religioso hay un tiempo de silencio,
para contemplar la exposición artística
y con reposo dejarla actuar en uno mismo.
Los y las participantes tienen la posibilidad a continuación –si lo desean- de expresar brevemente sus impresiones personales y asociaciones.
A esto se unen, durante el servicio de la Palabra de Dios, los impulsos siguientes que intentan generar una referencia al tiempo de Pasión, que comienza,
con las Lecturas de este tiempo y sobre todo de este domingo.

En realidad comienza la memoria de la Pasión de Jesús en la noche ya avanzada del Jueves Santo, cuando Le acompañamos en Su camino hacia
el Huerto de los Olivos con nuestros pensamientos y oraciones,
y cuando nos dejamos tocar por su angustia existencial,
por Su angustia ante el presentimiento de lo que se Le aproxima.

Ya la liturgia de los días precedentes
nos permite entrever aquellas obscuras nubes
que desde largo tiempo y de forma anticipada
se iban concentrando sobre Jesús y que finalmente
Le sobrecogen internamente en Su oración en el monte de los Olivos.

Aquí, p.e., se relata la situación de aquel enfermo grave, que esperaba su curación en vano desde
hacía treinta y ocho años, en los soportales de la piscina de Betesda.
Jesús lleno de compasión le cura.
Pero en los ojos de los llamados creyentes ortodoxos
está en primer término algo totalmente diferente:
perseguían a Jesús a consecuencia de Su servicio amoroso,
“porque Él había hecho esto en sábado”
(cf Jn 5,1-16).

Igualmente y en conexión con esto, Jesús se preocupa, en el diálogo con Sus oponentes,
de despertar en ellos la comprensión del amor,
que, en último término, tiene su origen en Dios mismo, al que Él llama Su Padre.
Después “esta afirmación provocó en los judíos
un mayor deseo de matarlo porque no sólo no respetaba el sábado, sino que además decía que Dios
era Su Padre y, y con ello, se hacía igual a Dios.”
(Jn 5,18)

En esta tensa situación Jesús va más tarde hacia Jerusalem de “incógnito” a la fiesta de los Tabernáculos.
Pero se Le reconoce pronto y se cuchichea:
¿No es éste al que quieren matar?
Después Jesús habla de nuevo del “Padre”:
“Vosotros no Le conocéis, pero yo Le conozco,
porque yo procedo de Él y
porque Él me ha enviado.”
Querían detenerle;
pero ninguno se atrevió a tocarle. (cf. Jn 7,1-30)

Según el Evangelio de hoy ahora intentan
tentar a Jesús con una trampa:
¿Será inhumano estar de acuerdo con la lapidación?
O ¿se atreverá a situarse contra la Ley?
Le proponen esta pregunta capciosa,
“para así tener una causa para demandarle.”

En la próxima semana se eleva aún más en los Evangelios el dramatismo del enfrentamiento entre Jesús por una parte y los fariseos, los escribas y los sumos sacerdotes por otra parte.
Las nubes son aún más obscuras y tenebrosas
hasta que finalmente tras una discusión interna de los teólogos competentes y de los jefes religiosos
se dice:
“Desde este día habían decidido matarle.” (Jn 11,53)

Es conmovedor que estas obscuras y tenebrosas nubes en la historia hasta el día de hoy se concentren continuamente y descarguen al final en tormentas portadoras de muerte.
En el segundo plano de esta tempestad mortal
están muy frecuentemente ideologías contrarias
a la vida y desgraciadamente también una “ortodoxia” llena de odio en casi todas las religiones.

Actualmente se trata hoy en todo el mundo sobre todo de islamistas radicalizados y en zonas de la India de hinduistas no menos radicales.
Pero también nosotros debiéramos contemplar
de forma autocrítica y muy humilde nuestra propia historia “cristiana”:
Innumerables personas también fueron perseguidas por cristianos “ortodoxos” como herejes, cismáticos o brujas, cazadas y finalmente asesinadas de forma cruel.
Y también hoy recurren en nuestra Iglesia demasiados cristianos a una inflexible “ortodoxia”
y deforman el derecho para excluir a otros.

Y ¡señalamos con el dedo no sólo a otros!
Incluso más bien nos preguntamos:
¿Cómo me porto con los que piensan de forma diferente si yo estoy convencido de forma inquebrantable de tener “razón”.
Todavía un último pensamiento de forma muy breve:
También en mi vida totalmente personal
¿se levantan ocasionalmente alarmantes y obscuras nubes?
•    Puede ser una enfermedad que se insinúa.
•    Una situación conflictiva en la familia o en el trabajo.
•    Una decepción, que me toca profundamente.
•    Una tarea, que amenaza sobrepasarme….

¿Cómo trato con esto?
Podría dejarme estimular por Jesús, sobre todo cuando contemplo Sus reacciones ante Su Pasión en estos días:
•    Ora continuamente sobre todo en el monte de los olivos.
•    Pero Él discute problemas con oponentes también de forma ofensiva.
•    Él se preocupa de un enfrentamiento correcto e intenta convencer.
•    Y ciertamente en el Evangelio de hoy reacciona también de forma sabia, llena de fantasía y creativamente.

No dejemos que se obstruya nuestra mirada por las obscuras nubes de la vida de Jesús, por las obscuras nubes de nuestro mundo y también por nuestra propia vida,
•    porque Dios conduce a Su pueblo en una nube luminosa a la libertad y a la “tierra prometida”;
•    porque Dios lo crea todo nuevo y nos invita:
“¡No penséis más en lo que fue antes!” (cf. Lectura)
•    y porque Dios en una nube luminosa en el Tabor a los discípulos de Jesús alienta en segundo plano a la inminente Pasión y los prepara para la Pascua.

Miremos también con ojos pascuales de alegre esperanza al Dios del futuro prometido y que ya despunta y contemplemos en su Luz todas las nubes obscuras de esta vida.
Amén
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