Homilía para el Domingo Cuarto
de Cuaresma, ciclo litúrgico (C)
31 Marzo 2019
Evangelio: Lc 15,1-3.11-32
en el contexto del Tapiz Cuaresmal 2019
Autor: P. Heribert Graab S.J.
El Tapiz Cuaresmal de este año
es una obra muy abstracta del artista de Flensburg
Uwe Appold.
Este Tapiz Curesmal se titula
“Hombre, ¿dónde estás?”
Nos invita sencillamente a mirar, a meditar reflexivamente, a dejarnos abordar y a tomar posición: “Hombre, ¿dónde estás?”
 

En el transcurso de la semana yo mismo me siento estimulado a contemplar esta imagen y también la pregunta, ante la que me protejo, en el contexto del Evangelio de hoy.

El hijo más pequeño de la parábola de Jesús
verdaderamente tiene en casa todo lo que necesita para vivir.
O ¿no?
Yo pienso que le sucede algo semejante a lo que les pasa a muchos otros jóvenes de hoy:
Sueña con el ancho mundo
y le parece que con infinitas posibilidades,
que hacen este mundo tentador para él.
Sueña con la libertad que promete este mundo.
Quisiera fugarse de la estrechez de la casa paterna,
de la estrechez de una vida regulada,
de la estrechez de lo cotidiano siempre igual,
de la estrechez de aquellos límites,
que le imponen las obligaciones domésticas
y no en último término de la autoridad opresora
del padre.

Por eso retira su herencia,
recoge sus cosas y se va a un país lejano.
Pero muy pronto se le aclara
que había entendido muy mal la “libertad”:
Lejos e independiente
“llevó una vida desenfrenada y dilapidó su fortuna.”

Toda su nostalgia de libertad,
también la nostalgia de una libertad mal entendida
se halla en la simbólica del Tapiz Cuaresmal,
cuando desde la historia de este joven contemplamos,
su expresión en el azul obscuro
y en la que parece infinita amplitud del océano.

Él abandona la casa del padre
 y con ella, al mismo tiempo, el cerco “dorado”
de seguridad,
que a esta casa, su patria, circunda.
Para él es esta seguridad algo muy diferente a “dorado”.
O expresado de otra forma: Él se siente como en una jaula dorada, que quiere hacer saltar.

Pero esta nueva “libertad” conseguida le confronta con la dura realidad de la vida:
“Cuando lo había gastado todo,
llegó a aquella tierra un hambre terrible
y lo pasaba muy mal.
Cae muy ásperamente sobre la tierra pedregosa,
tierra que el autor ha utilizado
para el Tapiz Cuaresmal,
procedente del huerto de Getsemaní en Jerusalem,
el huerto en el que Jesús fue apresado.
La tierra lleva en sí este pasado.
El joven del Evangelio logra percibir muy claramente el obscuro misterio de esta tierra.

Sobre las aparentemente sangrantes piedras tropezó
y cayó penosamente.
Pero, al mismo tiempo, le ha puesto los pies en el suelo esta dolorosa experiencia de realidad.
Entró en una cabaña de cerdos para por lo menos poder hacer callar su hambre.
Después incluso reflexionó sobre sus experiencias:
“Cuantos jornaleros de mi padre tienen más que suficiente para comer y yo me muero de hambre aquí”

Y finalmente toma la resolución:
“Quiero e ir a casa de mi padre y decirle:
Padre he pecado contra el cielo y contra ti.”

Por tanto, ahora toma el camino largo y fatigoso hacia casa. En el relato de Jesús se dice:
“El Padre le vio venir a lo lejos
y tuvo compasión de él.
Corrió hacia el hijo, le abrazó y le besó.”
La casa del Tapiz Cuaresmal está muy abierta.
Ciertamente aquella puerta por la que había huido
le invita ahora al ansiado nuevo comienzo.

En una segunda mirada a la casa me llama la atención:
Lo que yo al principio he señalado como puerta abierta, podría también entenderse como “hueco”, como “descubierto” como un ‘agujero’ en la pared,
que nos hace comprender:
Esta casa no está de ningún modo totalmente acabada.
Aquí todavía hay algo que hacer.

Y esto sería tanto una invitación para el hijo que ha regresado como también para todos nosotros:
la casa inacabada representa la Creación de Dios,
esta tierra, que es nuestra patria,
y también la casa viviente, en la que como comunidad, como sociedad vivimos:
Al hijo que regresa y a todos nosotros se nos ha puesta la tarea de continuar construyéndola
y de hallar soluciones conjuntas
para crisis y conflictos,
que han ocasionado la huida al joven de la parábola
y que también a nosotros nos inducen a retirarnos
enfadados o resignados.
Bien mirado ustedes constatan:
Esta casa está construida de tierra, de la tierra del huerto de Getsemaní.
Lo que encontramos en nuestra vida es, por así decirlo, “materia prima”,
que es válida para trabajar, con la podemos construir el futuro.
Y esto, aunque esta tarea es no sólo difícil
sino también posiblemente sufriente.
Naturalmente el futuro del que ha regresado no sólo consiste en aquella fiesta que el padre organiza para él.
La nueva vida diaria pondrá ante el que ha regresado antiguos y nuevos problemas.
Se le pondrán las manos sucias
y quizás incluso sangrantes-
como también a nosotros
cuando abordemos la configuración de nuestro mundo,
en lugar de recostarnos cómodamente y sólo
“recoger pasas”.

Todavía una última mirada a estas misteriosas letras del Tapiz Cuaresmal:
Cada uno de nosotros podía intentar desafiarlas.
Una pequeña y roja cruz es presentada
por así decirlo, como clave
y esta cruz totalmente al final de la línea
se corresponde, en cuanto a su contenido,
con la abreviatura del nombre de Jesucristo: JX.
Tanto la cruz como el nombre abreviado son ayudas para comprender el mensaje de la escritura misteriosa y de la simbólica del Tapiz Cuaresmal.

Quizás la extraña figura está en color rojo y azul,
abajo a la derecha para todos nosotros, que somos interpelados por el mensaje.
Así abre los brazos “hacia arriba” y forma una concha preparada para recibir:
“Ven, Espíritu Santo, que creas vida”,
que nos ayudas como Espíritu de la Sabiduría,
para comprender este mundo y sus misterios-
y a nosotros mismos en este mundo;
que nos ayuda como Espíritu de amor,
a configurar este mundo y nuestra vida en común
en el sentido de una nueva Creación.

Amén.
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