Impulsos para meditar y orar
en el Tercer Domingo de Cuaresma
del ciclo litúrgico B
, 4 Marzo 2018
Lectura: Ex 20,1-17
Evangelio: Jn 2,13-22
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Después de la Lectura:

Comencemos nuestra reflexión y oración meditativa
con una pregunta muy sencilla:
¿Qué les parece a ustedes lo esencial de este texto de la Lectura de los ‘mandamientos’ o mejor de las ‘palabras’ de Dios en el Sinaí?

Silencio

A mí me parece que lo verdaderamente esencial no es  en absoluto, las llamadas “diez palabras” de Dios.
Lo verdaderamente esencial se halla más bien en la primera frase de todas:
“Yo soy Yahwe, tu Dios,
el que te condujo desde Egipto, fuera de la esclavitud.”

Esta palabra también nos dice hoy:
Tu Dios, el Dios de la Vida, que también a ti te obsequia vida,
tu Dios es Yahwe: el ¡“que se hace presente para ti!”

Y además dice esta palabra:
Yo soy el que te conduce también hoy en libertad
fuera de todas las “casas de esclavitud”
de nuestra época y de tu propia vida.

Silencio

Evangelio según San Juan

Silencio

Superficialmente se contempla esta diligente actividad en el Templo como una práctica piadosa de religión:
La presentación de las víctimas de todo tipo era (y es) el verdadero punto clave de la celebración
y, en general, la esencia del servicio divino.

La ayuda de Dios cuesta víctimas
y las víctimas cuestan dinero-¡mucho dinero!
El dinero ‘impuro’ de la potencia de ocupación romana naturalmente debía cambiarse en el contexto del servicio divino en dinero del Templo ‘litúrgicamente’ puro.
Así fue como surgió de improviso un floreciente negocio para el servicio divino ‘piadoso’.

Jesús reacciona de una forma inusualmente dura
porque aquí se excava internamente el servicio divino y se hace un mal uso del Templo.
Su expulsión de los mercaderes del Templo
es sinónimo de una crítica fundamental de las ofrendas y puede entenderse como una ruptura radical con la tradición.
No es de extrañar que Jesús desencadene con esto una masiva protesta que Le conduzca finalmente a Su Muerte en Cruz.

La idea de víctima juega todavía hoy en la teología y en la liturgia católica un papel central.
El evangelio de hoy tiene que impulsar continuamente también en la Iglesia y en nosotros mismos a una reflexión autocrítica.

Silencio

En otra reflexión
debe impulsarnos también la observación del evangelista:
“Pero (Jesús) se refería al Templo de Su cuerpo,”
cuando dijo que Él lo reconstruiría en tres días.
El cuerpo de Jesús es verdaderamente 
“Templo de la Palabra de Dios”,
Templo de Dios mismo.
Y a esto corresponde la palabra de Pablo en su Primera Carta a los Corintios:
“No sabéis que vuestro Cuerpo es un Templo del Espíritu Santo…
No os pertenecéis a vosotros mismos…!” (1Cor 6,19)

Por tanto, nosotros mismos  -en cierto modo como Jesús- somos “Templo de Dios”.
Pero no sólo nosotros, ¡sino todo ser humano, que es creado por Dios- a Su imagen, a imagen de Jesucristo!
Si ahora no referimos el Evangelio sólo a nosotros mismos, sino en nuestra época a todos los seres humanos, contra los que se ha atentado por la guerra y el poder del terror,
a todos los seres humanos que son degradados como mercancía,
y a todos aquellos que son explotados de forma comercial,
entonces tenemos que preguntarnos,
¿qué haría Jesús hoy con Su ira
para poner fin al mal uso del Templo de Dios?

Silencio
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