Homilía para el Primer Domingo
de Cuaresma ciclo (B), 18 Febrero 2018
Evangelio: Mc 1,12-15
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Redacción revisada de la homilía del Primer Domingo de Cuaresma del año 2000.
Hay una locución muy sencilla en Colonia,
que expresa una total actitud existencial.
Dice así: Puedo gozar.
Naturalmente esto significa ante todo:
gozar algo con otros
y ser tolerante ante ellos.
Pero al mismo tiempo con ello también se quiere decir:
“Se puede gozar de algo”
Por tanto, aquí se halla una forma de la regla fundamental del elevado arte de gozar de la vida.

Y ¡precisamente este debe ser el tema de una homilía para el primer domingo de Cuaresma!
¡Según la idea corriente Cuaresma significa ciertamente todo lo contrario!

Pero ¿cómo se puede armonizar renunciar y gozar?
Verdaderamente no es nada fácil de entender:
En Cuaresma como renuncia a la comida
resalta de repente, todo lo que ‘rellenamos’ con comida:
* Por ejemplo con pasteles y tartas rellenamos
lo bien que sabe el pan muy sencillo.
Con el plan de comidas de la sociedad del bienestar para cada día laborable ‘sepultamos’ lo especial de un menú dominical o incluso el menú de un día festivo.
* Mediante los muchos frutos exóticos
cae en el olvido la exquisitez que puede tener una simple manzana de una pradera local.
Si puedo comprar y comer las fresas de Israel o
de Sudáfrica en cualquier época del año, me pierdo
la alegría del tiempo hermoso de la cosecha.
* Cuando yo –apresurado como estoy–
nado cada vez más en el Fastfood-Welle,
he perdido el sentido de la verdadera comida,
de la que también participa la vista,
y en la que la reunión y el diálogo juegan un papel importante.
* Por no hablar del hecho
de que no pocas personas ‘rellenan’ sus preocupaciones y problemas diarios con comida y sobre todo con alcohol.

Cuando alguien por “Cuaresma” renuncia
llegan los problemas de repente.
Esto puede no ser grato para el momento,
pero es condición previa para ello,
agarrar estos problemas por los cuernos
y finalmente alegrarse de su resolución.

Un ejemplo de muy rabiosa actualidad nos lo presenta el Evangelio de manera muy diferente:
Jesús “renuncia”, por ejemplo,
a lanzarse a Su nueva misión lleno de bríos y precipitadamente;
se toma en primer lugar un “tiempo de descanso”,
se deja “empujar” por el Espíritu al desierto,
se toma cuarenta días para la soledad,
para “encontrarse a sí mismo”, como se dice hoy,
para asegurarse de sí mismo y de su misión,
para sensibilizarse sobre lo que Dios quiere para Él.

Nosotros quizás diríamos:
¿No tenía nada que hacer?
¡Yo no tengo tiempo para esto!
Yo soy insubstituible en todas mis obligaciones.
Y porque nosotros no podemos renunciar a esta idea
de “ser-insubstituibles”,
porque nos dejamos agobiar por una agenda repleta,
estamos en peligro de contraer enfermedades relacionadas con el estrés e incluso con un infarto.
Por el contrario, la renuncia al estrés
nos abriría a una nueva vida llena de cualidades,
nos permitiría de vez en cuando gozar de un buen libro y verdaderamente de nosotros mismos
y también de otros
y no en último lugar hallar a Dios.

Por ejemplo, en Internet encuentran ustedes
algunas propuestas para sus “días de desierto” personales, que no tienen que ser necesariamente
cuarenta días.
Estas propuestas se hallan bajo muy diferentes nombres:
Ejercicios, días de reflexión, tiempos de meditación, días en el monasterio o también corrección.

Un ejercicio valioso en estas semanas de Cuaresma es también renunciar siempre a ver sólo lo malo:
lo malo en los prójimos,
lo malo en los medios de comunicación,
lo malo también en el destino de la propia vida.
Tropezamos con lo malo en la vida verdaderamente,
pero tenemos que entrenar expresamente nuestros ojos para ver el bien.

Wilhelm Wilms lo expresa así:
Aprender a mirar con buenos ojos.
Si tuviéramos éxito en esto durante estas semanas,
estoy seguro de que nos abriríamos totalmente a nuevas posibilidades para “gozar” de la vida y también de nuestros prójimos.

Una vez encontré en una estantería de una iglesia un folleto con este título: “El arte de gozar: un programa ecológico para Cuaresma”.
En él encontré propuestas para ejercitarse en renunciar bajo consideraciones ecológicas,
también bajo la consideración de un comercio justo
y, por ejemplo, una cría de animales adaptada a su especie.
También un programa cuaresmal así conduce en último caso a descubrir y a gozar de unas posibilidades vitales totalmente nuevas.

Desearía terminar con la experiencia que vale la pena tomar en consideración:
Quien verdaderamente no puede gozar, es insoportable.
Y esto es evidente cuando miramos un poco más concretamente el mandamiento del amor de Jesús.
Jesús nos deja claro que el amor tiene tres aspectos.
Y éstos no se pueden separar unos de otros
sin que se disuelvan en la nada:
“Tú debes amar a Dios” – dice el primero.
El segundo aspecto es igual al primero (= ¡idéntico!):
“Tú debes amar a tu prójimo”.
Y ahora viene lo que a menudo se olvida entre los cristianos:
“¡Como a ti mismo!”
Expresado de otra forma:
Quien verdaderamente no puede gozar, es insoportable.

Amén.
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