Homilía para el Domingo Séptimo de Pascua, ciclo litúrgico A
28 Mayo 2017
Para textos de la Ascensión de Cristo,
para la Lectura de Hch 1,2-14 y para el Evangelio
de Jn 17,1-11a
Autor: P. Heribert Graab S.J.
(Una versión claramente más detallada de algunos pensamientos fundamentales se halla en mi homilía de la Ascensión con ocasión de la EXPO 2000.)
Este domingo entre la Ascensión de Cristo y Pentecostés se halla totalmente bajo la impresión
de la acogida del Señor en el cielo.
La Ascensión de Cristo nos confronta con un aspecto esencial de nuestra fe pascual.
Por este motivo esta fiesta se considera en la tradición de Alemania acuñada cristianamente incluso como una fiesta civil.
Pero hoy en día este plus de la historia alemana
en la praxis se ha convertido más bien en un importante minus:
El llamado “día del padre”, el tiempo con frecuencia muy veraniego y con él la atractiva posibilidad de aprovechar el largo fin de semana para unas cortas vacaciones, todo esto es lo que naturalmente desplaza el verdadero núcleo de la fiesta.

Por ello desearía hoy – domingo posterior a la Ascensión de Cristo – tratar otra vez expresamente esta fiesta pascual y utilizar para ello como acceso este grabado del siglo XIX:

 

Cuando se realizó este grabado de madera,
todavía no se había quebrantado la fe por el progreso del mundo occidental:
el progreso técnico hizo posible que el ser humano incluso echase una mirada “al cielo”.
Más aún: él hace posible que se conquiste el cielo con cohetes y naves espaciales.
De Juri Gagarin, que fue el primer hombre que giró alrededor de la tierra, se transmite la siguiente frase:
“Yo no he encontrado a ningún Dios en el Universo.”

Ateísmo por aquí y ateísmo por allí-
Detrás de esta información se halla naturalmente un malentendido, del que nosotros los cristianos no somos inocentes:
Continuamente hemos lanzado mezcladas alegremente dos ideas del “cielo”:
Nosotros denominamos con una,
lo que la lengua inglesa con “sky” expresa, “cielo”;
para la otra traducimos también la palabra inglesa “heaven” por “cielo”.
Pero ambas son un par de botas totalmente diferentes.
“Sky” significa aquel universo, en el que Garin opinaba
que no había encontrado ningún Dios.
“Heaven”, por el contrario, señala el “ámbito divino”.
La propia Iglesia mezcló ambas continuamente,
cuando creía a causa de los textos bíblicos que podía hacer declaraciones científicas.
El ejemplo más escandaloso:
 la condena de Galileo Galilei.

Cuando hablamos del “cielo” en la fiesta de la Ascensión de Cristo, tiene que quedar claro de forma inequívoca.
Cristo no pertenece a la fila de los astronautas.
Él más bien por medio de la obscuridad de la muerte ha resucitado a la grandiosa luz de la gloria de Dios.
Pero esta realidad sólo se puede vislumbrar en la fe.
Se sustrae a la experiencia de un Juri Gagarin y
lo mismo a la de todo científico.
Que nosotros en el seguimiento del Cristo resucitado
podamos participar de esta realidad “celestial”,
no es el resultado del “progreso” humano,
sino totalmente un regalo de Dios.

“Cielo” se refiere frecuentemente en el uso del idioma al propio Dios, porque el nombre de Dios por reverencia no se pronuncia.
Así se halla en Mateo la expresión “Reino de los cielos”,
donde otros hablan del “Reino de Dios”.
Y ciertamente de ello se trata en la fiesta de la Ascensión de Cristo.
La vida de este ser humano Jesús de Nazareth halló
Su realización en el “Reino de Dios”,
en la “gloria de Dios”, en el “Reino de los cielos”
o dicho muy sencillamente en el “cielo”.

Sobre ello suena la pregunta crítica de los dos “hombres con blancas túnicas”:
“¿Qué hacéis aquí, mirando el cielo?”
Una moderna canción espiritual da forma a esta pregunta en un llamamiento a la fe de todos nosotros:
“¡No miréis hacia arriba! ¡El Señor está aquí entre nosotros!”
Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús cuando llegaría el Reino de Dios, Él respondió:
“¡No se puede decir: ved que está aquí! o ¡allí!
Porque: El Reino de Dios está en medio de vosotros.”
(Lc 17.20 s.)
Bíblicamente el “Reino de Dios” o “de los cielos”
también es denominado “Nueva Creación”:
“Si alguien está en Cristo,
entonces es una nueva Creación:
Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha llegado.” (2 Cor 5,17)
¡aquí y ahora!.
Por tanto: ¡Buscad lo “nuevo” no en un difuso “otro lado” de espacio y tiempo!
El futuro de Dios ya ha comenzado suponiendo que vivamos en el presente una interna unión con Cristo.

Como se dijo:
“¡No miréis hacia arriba! ¡El Señor está aquí entre nosotros!”
Así parece, cuando el Señor nos ha abandonado en la Muerte, en la Resurrección y en la Ascensión.
En el Evangelio de hoy, el propio Jesús se cita:
“Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo…”
Pero ciertamente, Jesús envía a los discípulos a este mundo,
a todos los pueblos y a todos los seres humanos en general
para ganarlos para Él y para Su mensaje del Reino de Dios
y para colaborar en la configuración de este mundo y para renovarlo.

Al mismo tiempo, Él promete a Sus discípulos:
“Estad seguros de que yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo.”
En el Evangelio de Juan se trata de esta promesa de Su presencia y de Su auxilio en el Espíritu Santo.
En la firme confianza sobre ello, los discípulos y los amigos y amigas de Jesús se ponen en oración hasta que
esta promesa se haga realidad en Pentecostés.

¡Para nosotros ya se ha hecho realidad en el Bautismo y en la confirmación!
Quizás nosotros también nos tomemos de nuevo en esta semana antes de Pentecostés un poco de tiempo para la oración, para hacernos conscientes de la presencia de Jesucristo en nosotros y alrededor nuestro.
¡Jesucristo vive y actúa también en nosotros por medio del Espíritu Santo!
¡Dejemos que Su Vida y Su obra actúe en nosotros totalmente!

Amén
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