Homilía para el Tercer Domingo de Pascua (A)
30 Abril 2017
Evangelio: Jn 21,1-14
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Algunas propuestas de esta homilía son de Annette Traber („Gottes Volk“ – Pueblo de Dios, 4/2017)
A lo largo de ocho días hemos celebrado  con toda alegría la fiesta de la Resurrección de Jesús.
¡Cristo resucitado ha vencido la muerte!
¡Él también nos regala –tanto a los vivos como a los muertos– una vida nueva, una ‘vida eterna’ en plenitud!

Pero ahora estamos de nuevo en la vida diaria –
con frecuencia en la vida diaria ‘gris’.
Y, sin embargo, Pascua continúa:
50 días pascuales (¡hasta Pentecostés!) nos acompañan en la vida diaria.
El Evangelio de hoy nos regala un par de propuestas sobre esto:

1. También los discípulos entonces volvieron a la vida diaria:
“Simón Pedro les dijo: Voy a pescar.”
“Ellos le dijeron: Nosotros vamos contigo”
Se dirigieron de nuevo adonde habían quedado cuando Jesús los llamó:
Salieron hacia el lago y subieron –como antes–
a su barca de pesca.
“Pero en esta noche no pescaron nada” - ¡Lo gris de lo cotidiano!
“El gris cotidiano” también de la fe y del no poder creer.
Silencio: Meditación sobre la propia vida diaria.

2. Por tanto, ahora siete personas muy diferentes abordaron juntos la vida diaria y sus desafíos:
-    Simón Pedro, que siempre había sido su portavoz comprometido y después negó a Jesús, cuando le convino;
-    Tomás, que siempre proponía preguntas críticas y que no quería admitir el mensaje pascual de los otros;
-    también está presente Juan, el que estuvo humanamente más cercano e incluso perseveró con Él bajo la Cruz.
-    Santiago está presente y Natanael y además otros dos, cuyos nombres no conocemos, en todo caso caracteres muy diferentes, que ahora trabajan juntos y se afanan juntos.

Silencio: ¿Con quien hago cosas en conjunto? ¿En la vida diaria? ¿En la fe y también en la ‘noche’ de la fe?

3. Entonces se hizo de día. Y precisamente ahora estaba un extraño en la orilla, que quería lo que tenían para comer.
Frustrados y de mal humor podía haber sonado el conciso ‘no’.
¿Quién podía sospechar,
que encontrasen en este extranjero a Jesús?
¿Quién podía ya sospechar que con Él y por medio de Él amaneciese la ‘mañana’ de su nueva y propia vida?
¿Qué aquí y ahora comenzase su verdadero futuro?

Este futuro de los propios discípulos,
pero además el futuro del mundo entero y nuestro propio futuro caracteriza el signo pascual  de esta mañana:
Por la palabra del extranjero,
echaron la red otra vez
“y no la podían sacar porque estaba llena de peces”
¡Un signo de plenitud!
Con un signo así de plenitud había comenzado todo:
Entonces estaban presentes como cuando Jesús en las bodas de Caná transformó el agua en vino.
¡regalo de plenitud!
En esta hora tempranera de la mañana, Juan fue el primero en presentir quien era el extranjero que se encontraba a la orilla del lago.
Él, el discípulo que Jesús amaba, dijo a Pedro: ¡Es el Señor!

Silencio: ¿Estoy yo lo suficientemente sensible para percibirle cuando me encuentre con Él hoy?
¿Descubro la plenitud en mi vida o me lamento solo por la falta de ella?
Cuando la primera luz de la mañana ahuyenta  la noche ¿percibo algo?

El Evangelio de hoy me gusta desde mis tiempos de juventud:
entonces y también hoy Jesús se me presenta como un viejo “amigo”.
Donde Él está en la orilla, arde un fuego de carbón: calor en la fría noche.
Él ya ha preparado una comida para todos:
Después de esta noche larga y frustrante están todos hambrientos.
Y hora está preparado en el fuego pescado y pan:
“¡venid y comed!”
Pero naturalmente corresponde a la amistad
también mi propia contribución:
“Traed los peces que vosotros habéis pescado.”

Silencio: ¿Qué imagen de Jesús tengo yo?
¿Qué me dice la imagen del amigo?
¿Me ofrece Jesús calor y seguridad?
¿Tranquiliza Él mi hambre y mi nostalgia?
¿Llevo algo a mi amistad con Él?

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