Homilía para Jueves Santo
13 Abril 2017
Lectura: 1 Cor 11,23-26
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Comparar Homilía para el Corpus de 2003
Hoy celebramos el día de Jueves Santo,
el día de la institución de la Eucaristía,
en cierto sentido una fiesta “material”.
Se podría hablar de una forma de “materialismo divino”.

Verdaderamente ya celebramos su punto culminante en Navidad: Dios se hace ser humano,
Encarnación de Dios.
Dios mismo entra en nuestra materia – “toma carne”.
Él transforma la materia,
la santifica,
la diviniza.

Podemos hablar de una “consagración de la materia”,
de una “consagración del mundo”.
En este sentido, habla Teilhard de Chardin
de la “Misa sobre el mundo”.

Jesucristo –el Dios encarnado-
se convierte en el Centro “resplandeciente” del mundo material.
Este Centro actúa en todos los ámbitos.
Todo el mundo se convierte en “ámbito divino”
- en “medio divino”.
Teilhard dice:
“Cristo, mediante la Encarnación, ha incendiado el mundo.”

¿Qué tiene que ver este pensamiento con el Jueves Santo?
La Eucaristía, que Jesús instituyó en la Última Cena,
y que nosotros celebramos todos los días y sobre todo hoy, es algo así como la “prolongación” de la Encarnación de Dios,
Su Encarnación.
Y en esta Eucaristía se halla la promesa
de una remodelación, de una transformación
de todo el mundo, de todo el cosmos.

Otra vez Teilhard de Chardin textualmente:
“La Hostia/el Vino parecen un fuego incandescente,
cuya llama resplandece y se expande.”
Este acontecimiento es comparable también
con la irradiación mental de un ser humano,
cuyo centro es nuestro cuerpo.

Toda la Creación visible, por tanto, este mundo material está sujeto despacio e irrevocablemente
a un gran “consagración”.
Teilhard dice:
“Antes podía parecer
que el camino más directo hacia el cielo era
el que abandonaba más rápidamente la tierra.
Pero ahora el Cristo Universal nos permite comprender, que el cielo sólo es alcanzable por medio la perfección de la tierra y del mundo.”

De una forma muy práctica y muy concreta se dice en primer lugar, que la materia no es en absoluto algo menospreciable.
Por el contrario:
Podemos alegrarnos con este mundo material.
No es sólo un regalo del Creador para nosotros.
Es además “medio divino”, “ámbito divino”,
santificado por la Encarnación de Dios.

Luego este mundo material no es sólo misión creadora de Dios para nosotros.
Podemos también participar en su consagración progresiva e incluso cooperar en ello:
Cuando celebramos la Última Cena de Jesús,
cuando recibimos conscientemente, de modo conveniente y auténtico, el Cuerpo “consagrado”,
el Vino, entonces acontece en nosotros mismos “consagración”,
entonces nos convertimos cada vez más en parte del
“ámbito divino”.
Entonces puede y debe salir de nosotros una energía,
que también transforme, divinice, nuestro entorno diario.

Con este fondo, también comprendemos
que un mal uso egoísta de la materia
y una explotación y destrucción del mundo material
es pecado y repugna a la consagración de la Creación.

Especialmente por el mal uso del pan –
cuando lo queremos guardar para nosotros,
cuando lo destruimos en lugar de compartirlo
nos situamos en oposición a lo consagración,
que celebramos en la Santa Misa.

Por tanto, volvamos a nuestra vida diaria esta noche y en general siempre cuando celebremos la Eucaristía, como seres humanos “transformados”.
Seamos en esta ciudad personas “como el sol,
cuyos rayos iluminan y calientan todo”.
Sencillamente contribuyamos por medio de nuestra existencia transformada y que transforma como cristianos a que nuestra ciudad experimente algo así como una “divinización”.

Amén.
www.heribert-graab.de   
www.vacarparacon-siderar.es