Homilía para el Domingo Quinto
de Cuaresma ‘A’
, 2 Abril 2017
Lectura: Ez 37,12b-14
Evangelio: Jn 11,1-45 (redacción breve)
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Dentro de dos semanas celebramos Pascua,
la fiesta de la Resurrección y de la Vida.
Ya hoy los textos bíblicos nos preparan para
esta fiesta:
¡Dios es un Dios de Vida!
Y ¡Jesucristo es la Resurrección y la Vida en persona!

Los textos de este domingo tienden un arco entre el revivir y la renovación de la vida aquí, en esta época y el revivir  definitvo y la nueva creación de la vida.
Y la Lectura de Ezequiel nos abre además los ojos sobre el hecho de que Dios no sólo a cada uno en particular regala una nueva vida,
sino del mismo modo a Su pueblo de Israel y
naturalmente al nuevo pueblo de Dios de la Cristiandad y además a la humanidad sencillamente,
ya que Él como comienzo también hoy y continuamente revive a una nueva vida.

Silencio

“¡Yo abro vuestras tumbas.
Y os saco, pueblo mío, de vuestras tumbas!”
Con estas palabras de Dios, resume Ezequiel una visión prodigiosa y altamente precisa,
que para mí se cuenta entre los más hermosos mensajes  de la Sagrada Escritura.
Esta visión de la nueva vida de Israel, quisiera exponérsela a ustedes en una versión de Wilhelm Willms:

“Yo fui conducido por una mano invisible,
que me condujo a una llanura, en la ancha llanura
(la llanura de Colonia).
y la mano que me conducía pertenecía a una voz.
la voz me hablaba:
ves que toda la llanura (la llanura de Colonia)
está cubierta con huesos de muertos,
todo está muerto, ¡muerto a pesar de la confortabilidad!
sólo huesos, huesos y calaveras;
detrás ningún cerebro
y toda la llanura estaba muerta,
todo estaba muerto,
incluso el aire
y el agua y los árboles
y los campos, todo estaba muerto a pesar de la confortabilidad,
todo estaba limpio y muerto.

y la voz me dijo:
¡despierta a los muertos!
¡háblales!
yo digo lo que dijo la voz:
habla así,
como ellos no han oído nunca.
¡Habla!
y yo dije una palabra
y todavía una palabra;
pero dije palabras completamente nuevas,
que salieron de mí.
no sé cómo y de dónde vinieron;
pero yo dije palabras
y veo aquí:
se movieron unos con otros
y castañearon en la llanura
y se movieron
y la voz me dijo:
¡no pares!
¡habla!
y yo hablaba
y pronto vi
no sólo huesos individuales;
vi esqueletos completos
y me sorprendí
y no sabía lo que sucedía.
y cuando yo continué
hablando palabras totalmente nuevas,
creció la carne sobre los esqueletos
y después creció piel sobre ella
y vi por todas partes
cómo se erguía una figura
y continué hablando
y cada vez se erguían más
y observé cómo escuchaban
y como recibían vida
a través de mi palabra,
cada vez más vida
y vi
cómo se cogían de la mano
y vi cómo formaban grupos
y vi cómo se alegraban
y vi cómo escuchaban
y vi cómo bailaban
y yo había sido espectador
de un gran revivir,
y yo me extrañaba
y pensaba
¿cómo es posible esto?
y la voz,
que me había dado el encargo
me dijo:
todo estaba confortablemente muerto,
el ser humano no sólo vive de pan,
sino de toda palabra,
que sale de la boca de Dios
y la voz me dijo:
lo que significa de la boca de Dios.
y dijo la voz
lo que es verdad procede de la boca de Dios”

Silencio

A pesar de nuestra impresión espontánea, 
no se trata en este Evangelio en primer lugar
de la resurrección de Lázaro.
En el centro está más bien el diálogo entre Jesús y Marta.
Precisamente con esta mujer, Jesús mantiene
uno de Sus más importantes diálogos teológicos:
Marta confiesa en primer lugar la tradicional esperanza en la resurrección en último día.
Probablemente la mayoría de nosotros compartimos esta esperanza.
Pero Jesús corrige la confesión de fe de Marta y dice:
“Yo soy la Resurrección y la Vida.
Quien cree en Mí, vivirá aunque muera
y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente. ¿Crees tú esto?”

Aquí se halla un mensaje revolucionario:
¡Vosotros no debéis esperar la Resurrección hasta el último día!
La Resurrección acontece ya ahora en la fe en Jesús.
Y este acontecimiento de la Resurrección presente ya ahora está unido estrechamente con la declaración de Jesús,
con lo que Marta responde a la pregunta de Jesús:
“Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido al mundo.”

Silencio

Con Jesús, que es el Mesías, el Ungido de Dios,
ha venido el Dios de la Vida incluso a este mundo:
Por tanto, ¡Él es ya aquí y ahora y siempre y en la eternidad la Resurrección y la Vida!
El relato final de la resurrección de Lázaro subraya la declaración nuclear teológica del texto y hace inmediatamente experimentable para los presentes
este mensaje central de Jesús:
¡Yo soy la Resurrección y la Vida!”

También a nosotros nos dirige Jesús la pregunta:
“¿Crees tú esto?”
¿Cómo resultará nuestra confesión de fe personal?
Ciertamente ante la faz de la muerte muchos de nosotros encuentren el límite de su fe.
Nuestra experiencia nos dice:
¡lo muerto está muerto!
¡Todavía nadie ha vuelto!
Lo que permanece son nuestros recuerdos,
quizás un par de fotos y sobre todo un lugar vacío
a nuestro lado.

Silencio

Si no podemos decir con Marta:
“¡Sí, Señor, yo creo!”
Entonces quizás al menos tenga éxito aquella petición, que el padre del joven epiléptico realizó:
“¡Señor, yo creo; ayuda mi increencia!”

Amén.