Predigt Homilía para el Domingo Cuarto
de Cuaresma (A)
26 Marzo 2017
Lectura: 1 Sam 16,1-13 (abreviado)
Evangelio: Jn 9,1-41
Autor: P. Heribert Graab S.J.
De los dos textos de la Escritura, que hemos escuchado,
yo quisiera hoy elegir pensamientos centrales en particular como impulsos para la reflexión personal y también para orar:

1. El año 2017 se considera como un año electoral…
Por tanto, es natural contemplar la elección de David como Rey de una forma un poco más cercana:
Saúl ha sido rechazado a los ojos de Dios como Rey.
Samuel ahora debe hallar, por encargo de Dios y dirigido por el Espíritu de Dios, un nuevo Rey
para el pueblo de Dios, que debe ser, según la voluntad de Dios, uno de los hijos de Jesé.
Pero ¿cuál?
A primera vista todo se inclina a que sea el mayor.
Pero Dios no deja esta elección al criterio humano.
Por tanto, el Señor dijo a Samuel:
“No te fíes de las apariencias ni de su Buena estatura, pues yo lo he rechazado.
Dios no ve como los seres humanos.
El ser humano ve lo que está ante los ojos,
pero el Señor ve el corazón.”

Finalmente la elección de Dios cae en el hijo más joven de Jesé, sobre el que a nadie se le hubiera ocurrido pensar ni por lo más remoto, en este insignificante pastor David, al que lo primero es hacerle venir.

Aquí ya aparece un motivo clásico bíblico:
Dios hace lo pequeño, grande.

Estos puntos de vista bíblicos ¿pueden tener algún significado para mi conducta electoral en este año?

Silencio

2. Parece que las personas en todos los tiempos se inclinan a juzgar precipitadamente
y, sobre todo, a juzgar como juzgan ‘todos’
y como ‘se’ ha juzgado siempre.
En el Evangelio Jesús pone claro de entrada que:
La suposición usual de los discípulos de que
la ceguera (como toda enfermedad) es causada por la culpa moral, no tiene ningún fundamento
y se trata de un error total.

‘Los prejuicios’ juegan también hoy un papel con frecuencia destructivo y esto incluso en nuestra época ‘ilustrada’ en el juicio sobre enfermedades, como por ejemplo ¡el SIDA!

Continuamente me hago a mí mismo una pregunta para reflexionar:
¿Dónde me dejo conducir por mis prefijos?
¿En la estimación de personas concretas?
¿En el enjuiciamiento de situaciones?
¿Hasta qué punto soy dependiente de lo que ‘se’ piensa y ‘se’ dice?
¿lo que en los medios, o sea en determinados medios es opinión de uso corriente?

Silencio

3. Jesús cura continuamente a personas de sus enfermedades y achaques.
Y naturalmente en cada caso particular se trata de una persona a la que Él se dirige concretamente.
Pero al mismo tiempo están todas sus curaciones, como ‘signos’ sencillamente de la ‘salvación’ humana, que hallará su plenitud en el Reino de Dios venidero.

Esta curación concreta de un ciego es además
para Jesús un signo visible de que Él mismo es
la ‘Luz del mundo’, por medio de la cual los seres humanos tienen vida en plenitud.
La curación de un sufrimiento físico no está en segundo plano.
Más bien el ciego curado se convierte en figura simbólica para todos los seres humanos, que,
por medio de la fe en Jesús ‘verán’.

Este ‘por-la-fe-llegar-a-ver” se alcanza como un ‘proceso’:
Este hombre capta con el tiempo quién es Jesús verdaderamente,
Y lo que él significa para su propia vida.
Al principio aún habla de Jesús como de un profeta.
Al final confiesa a Jesús como el Hijo del Hombre y Señor en una confesión de fe extensa:
¿Dónde estoy yo mismo en mi camino
para ver creyendo y reconocer a Jesucristo?

Silencio
   
4. Como último impulso todavía debiéramos contemplar la síntesis de este párrafo de la boca
del propio Jesús:
“Para juzgar, he venido a este mundo,
para que los ciegos vean y los que ven se queden ciegos.”
“Juzgar”. significa aquí:
“En mí”, es decir, en Jesús separar los espíritus.
Expresado de otra forma:
Nos juzgamos a nosotros mismos,
dependiendo de con qué ojos miramos a Jesús
Podemos verle como los arquitectos miran una piedra, que arrojan como inservible.
Pero también podemos mirarle con los ojos de la fe,
como la piedra angular, sobre la que está asentado todo el edificio de nuestra vida y del mundo en su totalidad.

Y naturalmente hay grados intermedios entre una mirada a Jesucristo creyente y no creyente.
¿En qué medida Le veo a Él y también la realidad total con ojos creyentes?
¿En qué medida yo estoy ya ‘viendo’ o todavía ‘ciego’, es decir, ‘impedido para ver’?
Amén.
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