Homilia-Impulso para el Domingo II
de Cuaresma, ciclo litúrgico A
12 Marzo 2017
Evangelio: Gn 12,1-4a
Autor: P. Heribert Graab S.J.
A petición de Dios, Abraham abandona su patria:
“¡Sal de tu tierra,
de entre tus parientes y de la casa de tu padre,
y vete a la tierra que Yo te indicaré!”
Abraham y su familia se convierten en ‘emigrantes’.
Su descendencia, el pueblo de Israel, los judíos
han tenido como fondo a través de todos los tiempos y también hoy las ‘migraciones’.

Nunca en la historia tantas personas estuvieron
en camino como hoy, en nuestro ‘mundo globalizado’;
por tanto, son ‘emigrantes’ de un modo cierta y seguramente muy diferente – con frecuencia
por un tiempo:
Emigrantes profesionales, emigrantes ociosos, emigrantes relacionales;
pero también emigrantes de la guerra, emigrantes
de persecuciones, emigrantes por hambrunas y por pobreza – por tanto emigrantes en huida.

Todos nosotros somos de algún modo como mínimo ‘emigrantes’.
Nos tomamos un momento de tiempo para hacernos esto consciente.
¿Cuándo, dónde y por qué motivo soy yo mismo ‘emigrante’?

Silencio

Con vistas a Abraham, el envío de Dios reza hacia lo incierto, lo extranjero:
¡Como Yo te bendeciré, tú debes también ser una bendición!

Por tanto, aquí esta la cuestión definitiva hoy para nosotros:
Todos estamos ‘de camino’,
todos nosotros somos peregrinos, ‘emigrantes’ en nuestro tiempo, en nuestro mundo…
¿Somos nosotros, soy yo ‘una bendición’ allí donde voy?
¿A quién yo también siempre encuentro? ¿A todos estos extranjeros?

Silencio

Se continúa diciendo: “Quiero bendecir a los que te bendigan”,
Pero después también: A quien te maldiga, le quiero maldecir.”

Preguntar sobre esto:
Soy consciente en todo momento, que todos los que se encuentran conmigo (también ¡los extranjeros!)
por regla general y ante todo son una bendición para mí?
O ¿espero de ellos algo malo, por tanto maldición?
O ¿soy yo, a causa de la promesa de Dios, suficientemente superior, incluso para ser una bendición para los que me ‘maldicen’?
Pues su maldición me resbala por la bendición de Dios.
Por tanto, ¡de ninguna manera tengo que responder a una ‘maldición’ con otra ‘maldición’!

Silencio

Los primeros once capítulos del Génesis forman el fondo de la historia de bendición de Abraham y de su familia:
Estos giran en torno al poder y la violencia desde Caín hasta la Torre de Babel.
Con Abraham comienza algo nuevo.
La fuerza de la bendición de Dios irrumpe contra
el poder del pecado y de la violencia -
comienzo de la historia de salvación de Dios:
Quien experimenta salvación y paz,
a quien encuentra favor y bendición,
éste puede convertirse él mismo en bendición y salvación.
En esto reside la (única) posibilidad también para nuestro mundo marcado por la falta de paz, el odio
y la violencia:
La multiplicación de la bendición y de la curación,
que en la bendición de Abraham tiene su comienzo:
Por medio de Abraham y su familia y su descendencia hasta hoy debemos bendecir todos los géneros de la tierra, conseguir curación y paz,
por tanto, también por medio de nosotros
los cristianos, que, según Pablo, somos hijos de Abraham (Rom 9,70).

¿Contribuimos nosotros realmente como cristianos individuales y como Iglesia de Jesucristo con la bendición de Dios a la salvación de este mundo?

Silencio

En el sentido de la Biblia son ‘descendientes de Abraham no sólo los judíos y los cristianos sino también los musulmanes.
En correspondencia, Abraham es también para los musulmanes una figura central en el actuar salvífico de Dios.
También los musulmanes están comprendidos en la bendición de Dios para Abraham.

Esto debiera tener consecuencias en nuestra mirada a los musulmanes.
¿Hasta qué punto somos nosotros ‘una bendición’ para ellos?
Y ¿hasta qué punto tenemos olfato para que también ellos para nosotros pudieran ser una bendición o lo sean muy concretamente?

Silencio

Y finalmente:
Para el pueblo de Israel  y continuamente para los judíos en la diáspora es Abraham en tiempos difíciles continuamente una figura de identificación. Abraham sigue la llamada de Dios hacia lo incierto
Sólo con la confianza de que Dios es fiel y está allí por Su promesa.

Por eso también nosotros podemos en el siglo XXI y
y con las amenazas de nuestra época
Fundamentar nuestra confianza y nuestra esperanza:
Dios responde de Sus promesas;
Él no revoca Su bendición,
que ha prometido a Abraham y por medio de él a todas las generaciones venideras.
Dios también hoy quiere actuar para nuestro bien y el bien del mundo.
Él quiere conducirnos también a nosotros a un buen futuro y hacernos punto de partida de la bendición para otros.

Amén.
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