Homilía para el Domingo Primero de Cuaresma C
14 Febrero de 2016
Evangelio: Lc 4,1-13
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
El Concilio de Calcedonia dice:
Jesucristo es verdadero Dios y, al mismo tiempo,
verdadero hombre.
Es verdadero hombre como todos nosotros,
“igual a nosotros en todo menos en el pecado”.
El Evangelio nos cuenta hoy que Él, como nosotros,
tuvo incluso que luchar con fuertes tentaciones.

En todas estas tentaciones de Jesús al comienzo de Su vida pública se trata a fin de cuentas de ganar
por todos los medios poder, influencia y prestigio entre los seres humanos.
Me parece que también hoy es en la mayor parte de los casos la tentación vigente y, al mismo tiempo
¡la más peligrosa!
Sospechamos que sobre todo políticos y economistas sucumben a esta tentación;
pero con ello reprimimos
los dudosos medios que nosotros mismos empleamos,
para alcanzar un papel importante en la profesión,
en la sociedad y en la vecindad,
y también en la familia o en la Orden religiosa.
Quizás hoy este Evangelio nos debía estimular
para corregir claramente los acentos de nuestro propio examen de conciencia.
Para todos nosotros está muy claro:
A diferencia de Jesús, en nosotros sucede con demasiada frecuencia la realización de la tentación.
somos pecadoras y pecadores.
Y, sin embargo, probablemente se agita no sólo en mí una resistencia y protesta interior,
cuando en las oraciones de la liturgia continuamente se habla del inmenso pecado y de la maldad,
en la que incurrimos y para la que después pedimos contritos perdón.
Por ejemplo, el Miércoles de Ceniza se dijo:
“Danos fuerza con disciplina cristiana
para que renunciemos al mal
y hagamos el bien con decisión.”

¿Verdaderamente hemos pactado tanto con el mal?
¡Sinceramente nos hemos esforzado en vivir de la fe.
en buscar la comunión con Dios
y en hacer el bien a los seres humanos!

No hemos orado devotamente,
hemos usado alguna ‘mentira inocente’
o de forma incontrolada una palabra falta de amor.
Por esto ¿ya hemos incurrido en la maldad?
Por esto ¿ya nos hemos ‘separado’ (pecado) de Dios?

Me llama la atención que en la Sagrada Escritura
se hable rara vez del pecado individual;
pero continuamente se trata del pecado de todo el pueblo de Dios.
Ciertamente esta mirada sobre la totalidad la hemos perdido,
la mirada sobre nuestra integración en las conexiones sociales,
sobre nuestra co-responsabilidad como alemanes, como europeos, como miembros de la pequeña parte de la humanidad acomodada
y también la mirada de nosotros como cristianos,
como parte de la Iglesia de Jesucristo,
por tanto, como parte del pueblo de Dios,
de todo lo que está en nosotros evidentemente poco desarrollado.
También bajo esta consideración estamos marcados por el individualismo.

Naturalmente vemos la inmensa maldad de este mundo:
  • Vemos y experimentamos el odio, la violencia, el derramamiento de sangre mundial.
  • Sabemos de la violación de los derechos humanos en todas partes, también aquí entre nosotros: sabemos de la explotación, del abuso, de la esclavitud, de los niños soldados…
  • Naturalmente sabemos del calentamiento del planeta y de sus causas y también podemos saber sus consecuencias: la pobreza creciente, el hambre y ahora ya la creciente huida de innumerables personas de las regiones con sequía.
Todo esto ¿es culpa mía?
A veces nos sobrecoge algo así como el temor.
Pero apenas nos preguntamos por nuestro amalgamiento en este sistema de maldad,
por nuestra co-responsabilidad.
O buscamos y hallamos siempre “cabezas de turco”
o muy sencillamente reprimimos los problemas.

En todo caso yo no he oído nunca en una confesión:
  • “Cobardemente he apartado de la vista como una mujer en la estación fue ‘provocada’ de forma machista.
  • O: “He proseguido mi camino callado cuando unos niños se apuntaban unos a otros con armas de juguete”.
  • O: “Yo no me intereso por la política porque creo que en todo caso nada puede cambiar.”
  • O: “Contribuyo a la destrucción del medio ambiente usando sin orden ni concierto plásticos y consumo la carne más barata posible.”
  • O: “Promuevo el trabajo infantil y el dumping salarial por medio de una forma de comprar no crítica.”
  • O: “Para mí los puestos de trabajo son más importantes para nosotros que las consecuencias de una problemática exportación de armas a cualquier parte del mundo.”
  • O: “Yo estaba demasiado cómoda como para participar en una manifestación contra la hostilidad a los extranjeros.”
  • O, o, o…
Los ejemplos podían continuar de forma casi infinita.
Para hacerse sensible a la maldad y pecaminosidad,
que se halla detrás de estas conductas diarias,
tendríamos que ‘convertirnos’ verdaderamente e incluso ‘cambiar nuestro modo de pensar’.
Tendríamos que apropiarnos del pensamiento bíblico,
según el cual cada individuo forma parte de la totalidad y por esto es co-responsable con la maldad y el pecado de la época.
Tendríamos que aprender además de nuevo a orientar nuestra conducta ante Dios y Su orden bueno para este mundo.
Ciertamente esto lo podemos aprender de Jesús y de Su modo de resistir a las tentaciones.
Sencillamente ¡seamos más críticos con nosotros mismos!
¡No caigamos continuamente en todas las ideas deseables, con las que no sólo la publicidad sino también nosotros mismos nos engañamos!

Amén.
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