Homilía para Jueves Santo
24 Marzo 2016
Lecturas: Ex 12,1-8/11-14 y 1Cor 11,23-26
Evangelio: Jn 13,1-15
Autor: P. Heribert Graab S.J.
En años pasados hemos reflexionado repetidas veces sobre
el significado de la celebración del banquete de Jueves Santo,
y también sobre el Lavatorio, que se relata en el Evangelio de Juan en lugar de la Cena.

Pero en esta celebración de la Cena sucede
- no sólo en Jueves Santo –
una misteriosa transformación,
una ‘transubstanciación” del pan y del vino
en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo.

¡Esta noche nos surgen un par de pensamientos
sobre esta transubstanciación, sobre esta transformación!
Ambas están en una estrecha conexión
con el ‘misterio pascual’, que celebramos en esta semana.
Esto ya se refleja en los textos bíblicos,
que escuchamos en la celebración del Jueves Santo:
 
En la primera Lectura
se nos describe la celebración de la Pascua del pueblo de Israel.
También se trata de un banquete para reflexionar
sobre un acontecimiento revolucionario en la historia de Israel,
sencillamente sobre un acontecimiento ‘trasnformador’ del pueblo de Dios:
Se trata de la salida del pueblo de la ‘esclavitud de Egipto’.
El propio Dios ‘transforma’ la ‘esclavitud de Su pueblo en una vida en libertad.
Esta transformación no sucede de la noche a la mañana;
más bien se necesitan cuarenta años para este proceso de transformación.
Se trata de dejar lo viejo en un largo camino a través del desierto, de abandonar las ‘ollas de carne’ de Egipto y
de introducirse laboriosamente en la nueva vida en libertad.
En la cumbre de nuestra celebración pascual,
jugará otra vez esta decisiva historia un papel central y también en la noche de Pascua.

Hoy en la segunda Lectura de la Primera Carta a los Corintios
se trata de la Cena de Jesús y de la transformación del pan y del vino:
“¡Este es mi Cuerpo por vosotros. Haced esto en recuerdo mío!”
Y después otra vez:
“¡Este Cáliz es la Nueva Alianza en mi Sangre. Cuantas veces lo bebiereis hacedlo en recuerdo mío!”

Ya en estas breves formulaciones queda claro:
No sólo se trata de una transformación del pan y del vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.
No se trata sólo de la Presencia aislada del Señor en el Pan y en el Vino, ante los que nos arrodillamos orando.
Se trata de una transformación, que nos atañe a nosotros:
¡Por vosotros!
Se trata de una transformación que atañe a la historia del Pueblo de Dios y que lo que “siempre” era así, se transforma en una ‘Nueva Alianza’;
por tanto, en algo totalmente Nuevo,
que está estrechamente ligado al ‘Cuerpo y Sangre’ de Jesucristo,
por tanto, a toda Su Persona, a Su propia historia, a Su vida y a Su mensaje.

El siguiente texto procede de Lothar Zenetti, sacerdote y poeta de nuestro tiempo:
Preguntad a cientos de católicos,
lo que es más importante en la Iglesia.
Contestarán:
La Misa.
Preguntad a cientos de católicos lo que es más importante en la Misa.
Contestarán:
La transubstanciación.
Decid a cientos de católicos que lo más importante en la Iglesia es la transubstanciación.
Se escandalizarán:
No, todo debe seguir así, como está.

Pero Lothar Zenetti da en el clavo:
Cuando celebramos la transubstanciación del pan y del vino,
se trata indispensablemente de nuestra propia transformación
y con ella naturalmente de la transformación de la Iglesia,
que somos todos nosotros.

A la postre no es lo más importante que el pan y el vino se transformen.
Lo más importante es que nosotros mismos nos transformemos en algo nuevo, “en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo”.
Sólo así seremos una unidad con Él.
¡Él en mí y yo en Él!
Entonces podremos decir con Pablo:
Yo vivo “en Cristo”.

En el Evangelio se concreta esto en el ejemplo del servicio:
“Si ahora, Yo, el Señor, os he lavado los pies a vosotros,
entonces también vosotros os tenéis que lavar los pies los unos a los otros.
Yo os he dado ejemplo
Para que vosotros actuéis como Yo lo he hecho con vosotros.”
Aprendamos de Su ejemplo a seguirle concretamente-
esto contribuye a hacernos uno con Él paso a paso.

En la preparación de los dones para la celebración de la Eucaristía ponemos pan y vino,
pero, por ejemplo, con nuestra aportación en la limosnera
también ponemos los rendimientos de nuestro trabajo,
pero sobre todo a nosotros mismos como dones en el altar.
Pero esto significa, que nuestros dones y sobre todo nosotros mismos
en la transubstanciación nos transformamos en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.
¡Y en esta transformación se trata de vivir día tras día!.Y esto también significa que Dios a través de nosotros, por medio de nuestra vida “en Cristo” e incluso por medio de nuestro trabajo diario viene al mundo,
para estar en unión con todos por medio de nosotros, para estar en todo.

De esta forma, nosotros mismos nos transformamos en seres pascuales,
y, a través de nosotros también el mundo de nuestro alrededor se hace un poco más pascual.
Amén.