Homilía sobre el bienaventurado Edmund von Bojanowski
Sábado, 2 de Mayo de 2015
Lecturas: Ecl 3,30-4,10 y 1Jn 4,7-16
Evangelio: Mt 18,1-5
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Ocasión: Inauguración y bendición de una escultura del bienaventurado ante la casa madre alemana de la Orden fundada por él de las ‘Servidoras de María’ en Colonia-Junkersdorf.
En el siglo XIX la Teología católica se aisló en gran parte contra todo lo que oliese a ‘modernismo’ y
se amuralló en la ‘ortodoxia’ neo-escolástica.
Por eso la teología de esta época fue bastante estéril.
Pero, al mismo tiempo, se dio en la Iglesia un enorme auge de compromisos caritativos:
Así surgieron casi ‘innumerables’ órdenes religiosas como reacción a una abundancia de situaciones precarias.

La desenfrenada industrialización y muchos otros motivos condujeron en grandes partes de Europa a una pobreza conmovedora.
Continuamente hubo epidemias, por ejemplo, la epidemia del cólera y faltaba una adecuada asistencia sanitaria.
A esto se juntaba una manifiesta mala formación del pueblo y la falta de asistencia infantil.
Los Obispos en particular, pero sobre todo mujeres animosas fundaron nuevas Órdenes de carácter social y caritativo como una respuesta totalmente práctica a las grandes necesidades de la época.

Ante la necesidad de los niños y de las mujeres entre la población rural en la Polonia prusiana ocupada
un hombre en particular tomó la iniciativa – y no fue ningún Obispo ni siquiera un sacerdote:
Edmund von Bojanowski, que se adelantó mucho a su época, como naturalmente también las mujeres comprometidas del mismo modo:
Todos ellos se comprendieron como ‘laicos mayores de edad’ en la Iglesia y percibieron
una responsabilidad como católicos cristianos,
que, después el II Concilio Vaticano, concedió oficialmente a los ‘laicos’.

Edmund Bojanowski vio con los ojos abiertos
la miseria en su aldea y en todo el país.
Fue a las cabañas míseras, buscó el contacto con las personas y encontró sólo niños desatendidos durante el día, sin cuidados y sin cariño, sin una formación cristiana como él mismo la había experimentado.
Sus madres trabajaban todo el día como labriegas
en las grandes propiedades.
Pero ni siquiera el duro trabajo del padre y de la madre alcanzaba para que la familia saliera más o menos adelante.

Cuando después una grave epidemia de cólera elevó la miseria a lo insoportable, Edmund Bojanowski pasó a la acción.
Se convirtió en samaritano para todos los enfermos y moribundos.
Pero luego le conmovió el destino de los niños que habían quedado huérfanos por el cólera y abandonados a sí mismos.
Para ellos y para todos los demás niños empobrecidos había que hacer algo urgentemente.
Edmund Bojanowski no era uno de esos que también hoy dicen con tanta frecuencia: “Aquí habría que hacer algo…”
Él mismo hizo lo necesario.
Desarrolló ideas y las llevó a cabo.
Durante el cólera equipó un pequeño hospital,
sobre todo para los pobres que no podían pagar nada.
Para los niños creó lugares de asistencia infantil,
que les debían proporcionar seguridad, cariño
y una fe con sentido.
Para una primera instalación de esta forma, una piadosa campesina puso a su disposición una vieja cabaña.
Para la atención infantil consiguió algunas chicas y con ello alcanzó al mismo tiempo dos cosas:
Una tarea con sentido para estas chicas
y para los niños una especie de casa durante la larga jornada laboral de sus padres.

El fascinante compromiso de Edmund Bojanowski estaba enraízado en su fe viva de una profunda espiritualidad y de una piedad auténtica.
Así formó en seguida con las jóvenes que se encargaban de los niños, una comunidad espiritual de vida en común.
Finalmente se originó desde estos comienzos
la Orden de las ‘Servidoras de María’.
Las ideas de Bojanowski y su energía ‘prendieron’.
Cada vez más aldeas querían tener uno de sus lugares de atención infantil.
Mujeres jóvenes ya hacían cola para realizar este servicio e incluso con las jóvenes hermanas de la comunidad hallar la realización de su propia vida.

Un ambiente y una afluencia así es el sueño hoy de todas las superioras de la Orden.
Pero los tiempos han cambiado también para bien:
Muchas situaciones de entonces entretanto se han solucionado.
Guarderías, hospitales, instalaciones de cuidados y posibilidades de formación se han convertido en algo natural para nosotros.
Muchas situaciones de necesidad de entonces pertenecen al pasado.

Y, sin embargo, nuestra sociedad del bienestar no es ningún ‘paraíso’.
También hay miseria entre nosotros – de forma pública u oculta.
La pobreza y la necesidad tienen hoy otros motivos, pero la dignidad de muchas personas está hoy tan herida como entonces:
“Seguir haciendo todo como siempre se hizo, conduce a la muerte” dijo el Papa Francisco hace unos días.
Tenemos que percibir hoy –como Edmund Bojanowski entonces- con ojos abiertos y corazón sensible la necesidad y la miseria de las personas de nuestro alrededor.
Como Edmund Bojanowski lo expresó tenemos que “tocar la necesidad misma” y después hacer desde la misma actitud fundamental lo que hoy sea necesario.

Hace alrededor de veinticinco años yo fundé como párroco una ‘mesa de mediodía’ para los sin techo y los drogodependientes.
De forma desinteresada se asumieron los servicios necesarios.
Pero yo me deseaba para la dirección a una monja de San Vicente de Paúl.
La Superiora general aceptó con alegría.
Una tarea así responde plenamente a los deseos de nuestras hermanas jóvenes.
Éstas desean en la época actual orientarse cada vez más hacia Vicente de Paúl, que se dedicó a los pobres y a los enfermos “en la calle”.

Pero más tarde me telefoneó la Superiora General y lamentó tener que anular su espontánea aceptación.
Necesitaba a la hermana prevista urgentemente
para “llenar un hueco”.
Y después añadió:
Nuestros hospitales fueron un importante lugar de nuestro servicio a los enfermos.
Hoy son más bien grandes empresas tecnificadas y burocratizadas.
Y así se han convertido para nosotras en un impedimento.

Todas las órdenes religiosas –naturalmente también las ‘Servidoras de María’ y no menos los jesuitas-
tienen que preguntarse continuamente:
¿Qué exige nuestra vocación hoy de nosotros?
No menos la Iglesia como totalidad tiene que preguntarse y también toda cristiana y cristiano:
¿qué significa hoy, ser Iglesia de Jesucristo?
Y: ¿cómo puedo y como tengo que vivir hoy, en mi vida diaria, de forma creíble como cristiana y como cristiano?
Volvamos a las actuales palabras del Papa Francisco:
“Seguir haciendo todo como siempre se hizo conduce a la muerte.”
Por tanto hay que preguntarse por la fantasía creativa y la energía creyente de Edmund Bojanowski.
Para las cuestiones de hoy necesitamos
respuestas de hoy,
para los problemas de nuestro tiempo
necesitamos soluciones de nuestra época-
respuestas nuevas y soluciones nuevas,
que estén enraízadas en la antigua y siempre nueva fe en Jesucristo y Su Evangelio.

Amén