Homilía para el Domingo Sexto de Pascua (B)
10 Mayo 2015
Lectura: Hch 10,25-26.34-35.44-48
Evangelio: Jn 15,9-17
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La Lectura y el Evangelio de hoy, sexto domingo de Pascua, nos invita a reflexionar un poco más de cerca sobre algunos vocablos pascuales.

1. En primer lugar y sobre todo se trata del Espíritu de Dios.
El Espíritu Santo es el verdadero obsequio del Resucitado.
Bajo la impresión de la Pasión, Jesús promete continuamente a Sus discípulas y discípulos el Espíritu Santo, que el Padre enviará en Su nombre.
Y después Su mensaje pascual suena así:
“¡La paz sea con vosotros!
Como el Padre Me ha enviado, así os envío Yo a vosotros…
después sopló sobre ellos y les dijo:
Recibid el Espíritu Santo!” (Jn 20, 21-22)

Y después este Espíritu actúa de forma sorprendente,
sin precedentes:
Ensancha de forma insospechada el horizonte de los discípulos de Jesús:
Dios no se fija en la persona.
¡Incluso ‘estos paganos’ son bienvenidos para Él!
El círculo de ‘creyentes cristianos’ podría incluso no contener a Pedro.
Y también el propio Pedro sólo entiende lo que sencillamente no se puede negar:
¿Se puede negar el agua del Bautismo a estos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?

El Espíritu Santo no se deja limitar-
ni mediante ideas preconcebidas y juicios,
ni por medio de lo que “siempre” fue válido
y ni siquiera mediante artículos y cánones.
Nosotros decimos de los sabelotodo:
Se tienen por más listos que el Señor Dios.
También en la Iglesia de Jesucristo existen estos ‘sabelotodo’, entonces y hoy no menos.
Entonces al menos eran capaces de aprender.
Lo hemos escuchado en la Lectura.
¿Y hoy?
En todo caso, como Pedro, necesitamos mucho tiempo, demasiado tiempo incluso,
para liquidar firmes prejuicios sobre la actuación de Dios.

Nuestro problema es – ciertamente como entonces:
Opinamos como ‘cristianos ortodoxos’ que sabemos por adelantado lo que está en el sentido del Espíritu.
Y esto es válido más o menos para todos nosotros,
aunque más de uno en la Iglesia esto sólo lo subordina a los cargos oficiales.
De ellos se dice a menudo:
“Todas las personas tienen un pájaro;
‘los Obispos’ (o ‘lo superiores’)
sin embargo creen
que es el Espíritu Santo.”
Nosotros decimos tranquilamente algo más autocrítico:
“Todas las personas tienen un pájaro;
algunas (y también yo mismo y aquellos que piensan como yo) creen que es el Espíritu Santo.”

Todos nosotros no debíamos sólo orar:
“Ven Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu Amor.”
Más bien debiéramos suponer de forma más auto-crítica que el ‘fuego’ del Espíritu de Dios
también reduce a cenizas nuestros propios prejuicios, si no remolcamos demasiada agua de extinción.

2. Un segundo vocablo pascual, que está estrechamente unido con los dones divinos de Su Espíritu Santo, se llama ‘Amor’.

¡Dios es Amor!
Su Espíritu, Su esencia íntima es amor.
“Quien no ama, no conoce a Dios porque Dios es Amor,” se dice en la Primera Carta de Juan.
“El Amor de Dios se hizo evidente entre nosotros
porque Dios envió al mundo a Su Hijo único,
para que vivamos por medio de Él.
Por ello, el Amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que Él nos amó primero y envió a Su hijo como expiación por nuestros pecados.”

De esto saca Jesús la consecuencia para nosotros en el Evangelio de hoy:
“Mi mandamiento es que os améis unos a otros como Yo os he amado.”
Y después Él pone “el listón muy alto”,
cuando Él mismo se fija como medida:
“No hay amor más grande,
que el del que entrega su vida por sus amigos”
¡Comencemos al menos discretamente,
orientándonos en los encuentros diarios hacia Él!

3. El tercer vocablo se llama ‘alegría’-
“Os he dicho todo esto,
para que Mi alegría esté en vosotros
y para que vuestra alegría sea completa,”
Juan cita en el Evangelio a su Maestro.

En estos días y semanas pascuales,
con frecuencia verdaderamente se habla de la ‘alegría pascual’. Pero alguna vez nos preguntamos con total sinceridad:
Si yo mismo debiese organizar una lista de prioridades de lo que en la fe cristiana, en mi fe cristiana es esencial, ¿en qué lugar estaría la palabra ‘alegría’?

Y nos preguntamos:
¿Cómo se vería una lista de prioridades así en una encuesta entra las ciudadanas y ciudadanos de Alemania o sólo de nuestra ciudad?
¿Parecería la alegría una característica esencial del cristianismo o incluso en general de la Iglesia católica?
Y si lo fuera ¿en qué lugar figuraría esta palabra?
Y ¿cual sería el juicio de los jóvenes?

Todavía una última idea:
‘dar fruto’.
“Yo os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante y duradero”
Y después sigue de nuevo la exhortación de Jesús:
“¡Amaos los unos a los otros!”
Ya en la naturaleza humana esto es fundamental:
¡’Amor’ y ‘dar fruto’ van juntos!
De lo contrario todos nosotros no estaríamos en el mundo.

Pero esta idea nos recuerda a nosotros como cristianos también la parábola de Jesús de la vid y los sarmientos.
En nuestra vida diaria desgraciadamente no es natural dar fruto.
Si no no sería preciso cortar aquel sarmiento que no da fruto. (Jn 15,2)
Cada uno de nosotros debería en un sincero examen de conciencia tropezar muy rápidamente con el sarmiento infructuoso y seco.
Y lo que sucede en ‘Occidente marcado cristianamente’ es que tropezamos día tras día en los medios con muestras de esta falta de fruto.
Cuando, por ejemplo, leemos
    sobre la política actual de refugiados,
    sobre la fortaleza de Europa,
    sobre la escandalosa diferencia entre pobres y ricos,
    sobre la enorme cantidad de parados, especialmente de jóvenes, sobre todo en los países mediterráneos,
    sobre la política de seguridad y de paz,
    sobre el dictado de los intereses económicos,
    sobre todas las reservas o incluso el odio a extranjeros y sobre todo frente a los emigrantes
    sobre, sobre, sobre…

Pero celebramos la Pascua en nuestras iglesias con servicios religiosos festivos;
en iglesias, que ciertamente cada vez están más vacías.
Quizás debiéramos celebrar la Pascua cada vez más en nuestra vida diaria y en medio del mundo:
    abrir puertas al Espíritu de Dios en este mundo;
    vivir la alegría pascual de modo contagioso y hacer que la perciban aquellas personas que no tienen nada que las haga sonreír;
    ‘dar fruto’ y verdaderamente así que nuestros frutos sean ‘alimentos’ para otros;
    y sobre todo sabernos personalmente interpelados por la palabra definitiva de Jesús en el Evangelio:
“Esto os encargo: ¡Amaos los unos a los otros!”

Amén.
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