Homilía para el Domingo III
de
Cuaresma ciclo (B)
8 Marzo 2015
Lectura: Ex 20,1-17
Evangelio: Lc 6, 36-38
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
En el mensaje de Jesús del Reino de Dios que llega
se trata nuclearmente de una convivencia fraternal
de los seres humanos.
Ciertamente bajo esta consideración, el mensaje de
Jesús presenta alternativas sobre lo que por
desgracia en todas las épocas marca la convivencia
real de las personas.
Por ejemplo, los llamados ‘medios sociales’ de
nuestra época –contra su propia exigencia–
conducen a muchas personas, sobre todo jóvenes,
al aislamiento y a la soledad.
Los ‘amigos’ de facebook y su frecuente gran
número crean más o menos sólo la ilusión de una comunidad.
Cuando la convivencia interpersonal por el contrario
debe ser más que un ‘sentirse bien suavemente’,
entonces esta convivencia necesita las reglas,
que nos proporcionan los textos litúrgicos de hoy.
En todo caso los “Diez Mandamientos” son (aún)
para nosotros familiares.
Por supuesto, nos proporcionaron con frecuencia
una fórmula poco atractiva, precisamente como
‘mandamientos’, como ‘prescripciones’ que
cohíben, como artículos de leyes.
Pero cuando nos fijamos con más exactitud
descubrimos que estos ‘Diez mandamientos’
en realidad contienen un mensaje liberador
para una vida en común que hace feliz.
Proceden de la ‘Torá’ de Israel.
Pero ‘Torá’significa más que ‘ley’.
Torá es instrucción, sabiduría, orientación de vida.
Esta orientación existencial no se puede reducir a un
‘tú debes’ o ‘tú no debes’.
Todo el texto está bajo el signo del recuerdo de la
acción liberadora de Dios, que sacó a Su pueblo de
la esclavitud de Egipto y le introdujo en aquel país
“que mana leche y miel”.
El orden existencial bíblico no quiere limitar o
incluso esclavizar.
Se trata más bien de liberar a las personas para
alcanzar la plenitud de su vida y con ello su felicidad.
Al servicio de la libertad regalada por Dios, los
‘Diez mandamientos’ al mismo tiempo preservan de
la arbitrariedad de todos aquellos que absolutizan
su ‘libertad’ a costa de otros.
No sólo el Sermón de la Montaña de Jesús, sino los
‘Diez Mandamientos’ del Sinaí tienen como meta
no sólo el recto actuar de los seres humanos, sino
que van más allá, es decir, a las actitudes interiores,
a las intenciones, a los deseos, a los pensamientos y
convicciones de los seres humanos.
Jesús subraya esta amplia exigencia de Su sabiduría
existencial frente a una comprensión positivista de la
Ley por medio de formulaciones de contraste cortante:
“Vosotros habéis oído que se dijo…Pero Yo os digo…”
Totalmente en el mismo sentido se trata al menos en
algunos de los ‘Diez Mandamientos’ ya en el Sinaí
de una actitud interior, cuando por ejemplo se dice:
“No debes pedir…”
De forma positiva, esto se expresa en Colonia así:
¡También se tiene que poder gozar!
“Ser generoso por la fuerza del amor”
esto no se puede exigir legalmente ni mediante artículos.
Esta actitud crece a fin de cuentas mediante la experiencia.
Esto comienza en la familia con la experiencia de
seguridad, con la experiencia de ser aceptado y
amado, con la experiencia de poderse abandonar en las personas.
Algunos de nosotros podríamos en la época del
desprendimiento de la familia y de la creciente
independencia profundizar estas experiencias
fundamentales en los grupos juveniles eclesiales,
en las comunidades vivas o en los enriquecedores
encuentros en los días de las iglesias o de los
jóvenes, que, con frecuencia, que se muestran como
lugares atractivos para una reunión viva marcada por
el afecto amistoso y por la seguridad.
Quizás no fue ni es consciente para cada uno de
nosotros, que todas estas experiencias procuran un
presentimiento de lo que los cristianos esperan del
Reino de Dios prometido y que ya despunta.
La promesa del Reino de Dios cada vez toma mas
forma a través de los siglos, comenzada en la acción
liberadora de Dios en Egipto, seguida de las
‘instrucciones del monte Sinaí, del mensaje de todos
los profetas del pueblo de Dios, hasta la Encarnación
de Dios en Jesucristo, en Su vida, en Su mensaje,
sobre todo en el Sermón de la Montaña y en Su
definitiva acción liberadora, que denominamos ‘salvación’.
Este desarrollo no está de ninguna manera terminado:
Se despliega en todas partes donde los cristianos dan
testimonio de su fe, responden de su esperanza y dan
manos y pies a su amor.
Incluso fuera de las iglesias cristianas,
se concibe la venida del Reino de Dios.
A veces, por tanto, nosotros mismos podemos
experimentar en un ámbito totalmente secular,
que ahora ya se cumplen las peticiones del Padre Nuestro.
Experimentamos esto concretamente allí donde
las personas se convierten verdaderamente en seres
humanos según la imagen de Dios,
donde crean justicia, reconciliación y paz
y donde se refleja en su vida algo del amor de Dios.
En Cuaresma se trata muy concretamente de una
‘orientación del pensamiento en otro sentido’:
En el que podemos expresar en la propia vida diaria
y en el ámbito vital personal nuestra esperanza y confianza,
que el mundo de Dios que despunta será un mundo misericordioso,
que ahora ya resplandece en el amor de Jesucristo,
del que nosotros no sólo hablamos
sino que intentamos más bien vivir día tras día.
Amén.
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