Homilía para el Domingo Tercero Domingo de Cuaresma (A)
23 Marzo 2014
Tema: Ocultamiento de las imágenes en Cuaresma
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Nuestra Iglesia de Sankt Peter se destaca de muchos espacios eclesiales católicos porque acentúa sobre todo el espacio, el espacio vacío.
A primera vista esto actúa sobre muchas personas en forma de ayuno.
Para quien se adentra en este espacio empieza
a hablarle la arquitectura gótica.
Además después las pocas obras de arte
del equipamiento básico de nuestra Iglesia
ganan mayor peso y comunican su propio mensaje:
Por ejemplo las multicolores vidrieras renacentistas o el cuadro de Rubens de la muerte en cruz
de Pedro o también la triple cruz de la escultura del altar de Eduardo Chillida.
En Cuaresma, se ocultan también éstos y todos
los demás acentos sobresalientes de la Iglesia con grandes paños de lino de un blanco natural.
Verdaderamente ¿por qué?


En la justificación ‘oficial’ se dice:
Se trata de un ‘ayuno de los ojos’.
Simbólicamente es algo así, probablemente todos nosotros ya lo hemos experimentado:
Cuando yo alejo de mi campo visual una imagen muy familiar, lo descubro después de algún tiempo
completamente nuevo.
Por así decirlo, lo miro con otros ojos.
Se abren de nuevo colores, formas y también contenidos, que hasta ahora siempre me han pasado desapercibidos.
Seguramente esta nueva mirada lleva consigo no sólo un enriquecimiento estético, sino que también puede profundizar nuestra fe.
Y esto ciertamente sería un beneficio que merece
la pena.
El “ayuno de los ojos” tiene una larga tradición
en la Iglesia católica.

Precisamente en nuestra época desbordante de estímulos este ‘ayuno de los ojos’ debía tener su sitio no sólo en la Iglesia.
También en la vida diaria merecería la pena liberar la mirada para lo que es importante para nosotros
y para lo que es esencial en la vida.
Más de uno llega espontáneamente a la idea de que podría tener mucho sentido desengancharse durante la Cuaresma de la televisión.
Ciertamente también estaría lleno de sentido mirar con lupa alguna vez el propio puesto de trabajo o
el ámbito de la vivienda:
¿Cómo se ha acumulado aquí todo esto?
¿Qué vuela aquí de un lado para otro más o menos desordenado?
¿Qué me distrae cotidianamente de lo que para mí
es verdaderamente importante,
de las tareas que hace mucho tiempo aparto de mí
e incluso de los maravillosos planes de tiempo libre
que fracasan continuamente en el caos de lo superfluo?
Una sugerencia concreta también podría ser liberar el propio escritorio en gran parte de la abundancia de papeles y expedientes y en lugar de éstos darle un sitio a la Biblia en el campo visual central,
naturalmente con la intención de leer diariamente al menos un par de versículos.

Para que el ‘ayuno de los ojos’ se ensanche a un ‘ayuno de los sentidos’, en la Iglesia no es habitual durante la Cuaresma desde hace mucho tiempo no sólo el ocultamiento de las imágenes.
Según las reglas eclesiales para la Cuaresma, no está permitido p.e. adornar el altar con flores.
Tampoco se usa incienso en la liturgia de esta época.
Y el sonido de los instrumentos debe respaldar sólo el canto de la comunidad.
Es decir, todo esto subraya el carácter penitencial de este tiempo.
Pero además también se trata de descubrir de nuevo aquella riqueza que está oculta en la sencillez de la liturgia y también la riqueza de la vida sencilla
que, con frecuencia, hace la vida digna de ser vivida.
En latín se puede expresar esta sabiduría escasamente imitable así:
“Non multa, sed multum”
En alemán se necesitan más palabras para aclarar esto:
“¡No depende de una variedad multicolor y de una abundancia sin límites,
sino que es decisivo sólo lo esencial.!”
Esto podría ser para todos nosotros un lema durante la Cuaresma y la pregunta decisiva podría sonar así:
¿Qué me desvía auténtica y continuamente de lo esencial?
Y: ¿qué es esencial para mí?

El punto de partida de estas reflexiones sobre Cuaresma fueron los ‘ocultamientos’ en nuestra Iglesia.
Estos ocultamientos me animan también a un último pensamiento:
¿Hasta qué punto podemos vivir con algo que esté ‘oculto’?
Somos hijos de la Ilustración:
Los misterios de la naturaleza los hemos investigado en gran parte y consideramos cada nueva pregunta que emerge como un nuevo desafío de nuestra ciencia.
¡Tendría gracia que nosotros no descubriésemos también el último misterio de nuestra realidad!
Y lo que se sustrae a nuestro afán investigador como
- la pregunta sobre Dios o la pregunta sobre nuestro último de dónde y adónde-
hoy se empujan con gusto estas preguntas a otra parte:
Estas no tienen nada que ver con la realidad e interesan, en todo caso, sólo a la vida privada
de todos los que aún no están ‘ilustrados’.

Me parece que los ‘ocultamientos’ de nuestras iglesias responden –contra una ‘Ilustración’ radical-
al ‘misterio’ y a su realidad en nuestra vida.
Los ‘ocultamientos’atestiguan que
detrás de todo lo comprensible, palpable
y realizable hay una realidad última, que se nos prohíbe penetrar, pero de la que no podemos prescindir cuando nos preguntamos por el sentido de nuestra vida y por una sólida fundamentación
de la dignidad humana.

Amén.