Contemplación con una imagen del relato de la Pasión del
Viernes Santo de 2013
Pasión según San Juan: Jn 18,1-19.42
Autor: P. Heribert Graab, S.J.


Crucifixión de Cristo con virtudes del

antiguo monasterio de monjas cistercienses de Wienhausen,
pintura sobre cristal en el pasillo de la Cruz, hacia 1335


Esta pequeña vidriera del Monasterio de Wienhausen representa la crucifixión de Cristo
con cinco virtudes en total.

Arriba a la izquierda está colocada, como primera,
la virtud de la justicia en referencia a la Cruz de Jesucristo.
El propio Jesús muere como víctima de la injustica manifiesta.
¿Pººor qué?
Él puso toda Su vida al servicio del Reino de Dios,
por tanto, al servicio de la justicia total.
Nunca hizo componendas por lo que
rápidamente entró en conflicto con todos aquellos
cuya comprensión de la justicia se orientaba hacia
intereses de poder.
La última consecuencia fue Su muerte en la Cruz.

Arriba a la derecha se halla a la paz,
comprendida como virtud,
por tanto, como actitud humana fundamental.
De nuevo se halla en el segundo plano de Jesús
el anuncio del Reino de Dios.
En la ley fundamental sobre el Reino de Dios,
en el sermón de la montaña de Jesús, se dice:
“Pero Yo os digo que no opongáis resistencia
al que os hace mal; al contrario, a quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la  otra.“(Mt 5,39).
Ciertamente hemos escuchado en el relato de la Pasión de Jesús, como Él en la situación peligrosa
de Su prendimiento ordena a Pedro:
“¡Envaina tu espada de nuevo!
El no hace para sí mismo ninguna reducción
de la no violencia, que es la que sólo crea paz.
La humanidad hubiera podido aprender en toda 
su historia que
¡la violencia produce de nuevo violencia!
Así Jesús se convierte en víctima de la violencia,
ciertamente en la confianza de que el largo
“hálito del amor” conduzca finalmente a la paz completa en el Reino de Dios.

La tercera virtud bajo la cruz es la misericordia.
Lo mismo que la no violencia también está
al servicio de la paz.
Nosotros mismos hemos aprendido en nuestra historia más reciente que
sin perdón no hallamos un camino hacia la convivencia pacífica e incluso amistosa ni las personas individualmente ni los pueblos y las religiones.
Esto se puede leer en nuestra comprensión como alemanes para con nuestros vecinos franceses o polacos.
Jesús garantiza esta preparación para el perdón
o la misericordia;
Él se relaciona con pecadores y los perdona.
Él entabla relación con las personas,
que como extranjeros, “herejes“ o marginados
están fuera de la sociedad según el parecer corriente
y sencillamente no pertenecen a ella.
Precisamente Él pone incluso como modelo a los ‚herejes’ extranjeros de Samaria ante los privilegiados creyentes ortodoxos.
De este modo Él mismo se convierte en un cuerpo extraño y tiene que ser eliminado.

Después se halla bajo la Cruz la verdad.
En el interrogatorio de Pilatos –lo hemos escuchado-
Jesús confiesa:
„Yo para eso he nacido y para eso he venido al mundo,
para que yo dé testimonio de la verdad.
Todo el que esté en la verdad escucha mi voz.“
La respuesta de Pilatos suena manifiestamente actual:
“¿Qué es verdad?“
También se puede percibir:
“¿Qué es ya verdad?“
Detrás está aquel ‚relativismo’, según el cual no hay ni verdades absolutas ni valores éticos absolutamente válidos.
Pero detrás también está la praxis vital egocéntrica:
¡Verdad es lo que me es útil!
Oponiéndose de forma consecuente a este relativismo,
Su camino Le conduce finalmente a la Cruz.

Por último la vidriera medieval de Wienhausen muestra el amor en una posición destacada.
Está representado en un íntimo abrazo con el propio Jesús.
Pero está aparentemente en llamativa oposición,
ya que precisamente él, el amor,
hunde el estilete en el costado de Jesús.
¿Cómo es esto?
¿No han asestado en realidad el golpe mortal a este Jesús de Nazareth los intereses de poder humanos, los prejuicios, el egoísmo así como la maldad y
el odio?
¡Ciertamente manifiesto!
Pero se muestra en una contemplación más cercana:
el amor de Jesús al Padre y a Su misión,
el amor de Jesús a todo ser humano
-incluso a las existencias marginadas y despreciadas,
el amor de Jesús sin condiciones y sin compromisos corruptos, Le lleva al camino de la Cruz.
Jesús habría podido escapar de la trampa mortal,
pero no sin traicionar el amor y sin traicionarse a sí mismo.

Así el pintor sobre cristal medieval llega al convencimiento de que:
El amor de Jesús Le conduce inevitablemente
a la muerte de Cruz.

Totalmente en este sentido Paul Gerhardt compone la segunda estrofa  de su canción:
„Oh corazón del Rey de todo el mundo“ (GL 549):
Ah como triunfó y te apremió
tu auténtico amor en el amargo trabajo
de darte dolores,
ya que tú te inclinas a la muerte
para salvarme de la la necesidad de morir
a mí y a mi pobre vida.“

Amén.