Homilía para el Cuarto Domingo de Cuaresma (B)
18 Marzo 2012
Lecturas: 2 Cr 36,14-16 y 19-23
Así como Ef 2,4-10
Evangelio: Jn 3,14-21
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Versión revisada de una homilía del año 2006.
El filósofo y teólogo judío Martin Buber cuenta
una historia del Rabino Menachem de la más rabiosa actualidad:
un día escuchó el Rabino en Jerusalem,
como un hombre tocaba fuerte un instrumento musical en el monte de los Olivos.
Este toque anuncia según la fe judía
la llegada del Mesías.
Al mismo tiempo se difundía por la ciudad
la excitante noticia:
¡La salvación está aquí!
Pero el Rabino abrió su ventana y miró por ella examinando y supo en seguida:
¡Aquí no hay ninguna salvación!

Cuando nosotros abrimos la ventana y echamos
una mirada a este mundo, nos pasa algo semejante:
Vemos por todas partes injusticia, opresión, múltiple sufrimiento, violencia y muerte.
¡Aquí no hay ninguna salvación!

Y, sin embargo, en nuestra Iglesia se habla de forma permanente de salvación:
En cada Misa, en la confesión de culpas, en el recuerdo de la muerte salvadora de Jesús en la Cruz, en el sacramento de la reconciliación y también en las canciones de cuaresma-
el tema de la salvación está presente de forma permanente.

También los textos de este domingo hablan en general de ello, aunque la palabra no aparezca:
    En la oración del día se dice: “Oh Dios, Tú has reconciliado a la humanidad Contigo de forma maravillosa”.
    En la segunda Lectura se dice:
“Oh Dios, a nosotros que estábamos muertos por el pecado, nos has hecho revivir con Cristo. Por la gracia, estáis salvados.”
    La llamada ante el Evangelio habla de que Dios ha entregado a Su Hijo Único para que todo el que crea tenga vida eterna.
    Y El Evangelio anuncia:
El Hijo del Hombre tiene que ser elevado para que todo el que crea no perezca, sino que tenga vida eterna y así el mundo sea salvado.

Este mensaje concentrado de la salvación parece que se lo lleva el viento:
Incluso a nosotros cristianos, si somos sinceros, no nos dice mucho.
Tanto más a las personas de fuera no les importa nada en absoluto.

¡Esto es maravilloso!
Pero no es verdad en absoluto que los seres humanos de hoy no tengan la necesidad e incluso la nostalgia de “salvación”.
Pero muchas personas intentan crear y realizar por sí mismos la salvación.
Hay multitud de ofertas, prácticas y técnicas que deben hacer libres a los seres humanos y conducirlos por sí mismos.

El gozo de vivir y nuestra sociedad de rendimiento evidentemente no tienen la intención de dejarse salvar por otro.
Esto le dificulta a la Iglesia el transmitir la fe en la salvación por medio de Jesucristo.

Una causa de ello puede ser que durante mucho tiempo, la “salvación” en la Iglesia se reducía a la salvación del pecado.
A esto hay que añadir que el lenguaje de la Iglesia sobre la actuación salvadora de Dios frecuentemente no se corresponde con una praxis salvadora de la propia Iglesia.
Por ejemplo, el trato de la Iglesia con los divorciados o también sus estrechas ideas sobre moral sexual no se experimentan como “salvadoras” sino antes bien como “abrumadoras”.

En la Iglesia hablamos de salvación y naturalmente quisiéramos que los seres humanos mediante la fe experimenten también salvación.
En primer lugar, tenemos que preguntarnos qué es lo que preocupa a los seres humanos hoy.
¿De qué quisieran ser salvados, de que quieren ser liberados?
Y ¿qué perspectivas les puede abrir el mensaje cristiano?

En nuestra sociedad, casi todo es posible.
En ella se hallan enormes posibilidades.
Pero también en ella se produce una enorme presión.
Frustraciones y fracaso no están previstos en esta comprensión de la autorrealización.
Situaciones deficitarias y fragmentarias no encajan con la exigencia del perfeccionismo actual.
Y ciertamente de esta exigencia quisiéramos ser “salvados”.
Y a ello podría dar respuesta muy bien el mensaje cristiano:
Nuestro mensaje de salvación dice:
¡Dios acepta al ser humano como es!
Su valor no depende del rendimiento y tampoco de la autorrealización con éxito o con fracaso.

Pero hoy –incluso para los cristianos- apenas es posible sustraerse a la orientación radical de esta vida.
Expresado o no expresado rige el criterio de que:
¡La vida es la última ocasión!
Pero donde el cielo permanece cerrado para los seres humanos, ellos están obligados a buscarlo y crearlo en la tierra.
Con ello el ser humano se exige demasiado.
Esto no puede funcionar.

Frente a ello el mensaje cristiano de salvación habla de la esperanza en la resurrección y en la vida eterna en plenitud con Dios.
De ningún modo se trata de una consolación barata para el más allá;
pues este mensaje no nos libra de la responsabilidad con este mundo y con nuestra propia vida aquí.
Pero nos libera de la presión así como de “sacar”
de esta vida tanto como sea posible.

 Pesar de toda la arbitrariedad de nuestra época, la sociedad también produce múltiples coacciones.
La nostalgia de los seres humanos
de libertad y arbitrariedad,
de autonomía y autodeterminación,
nunca fue tan grande como hoy.
Salvación también significa esencialmente salvación de las coacciones y de las falsas dependencias.

Bajo estas realidades, tendríamos que reflexionar
de nuevo sobre el mensaje de Pablo:
“Jesucristo nos ha liberado para la libertad”.
Tendríamos que demostrar que este mensaje se puede vivir sin caer en el puro subjetivismo e individualismo insolidario.

Aún otra nostalgia de los seres humanos es válida para percibir hoy más conscientemente:
La nostalgia de una vida integral.
Vida integral significa estar en identidad consigo mismo, superar los desgarros interiores.
Bíblicamente expresado: estar “sano”, es decir, llegar a estar “sano”.
Jesús nos ha servido de ejemplo del aspecto que puede tener una vida integrada, salvada.
De Él podemos tomar ejemplo.

Tomemos algunos ejemplos que tenemos que expresar en nuestro lenguaje:
  • La salvación tiene muchas dimensiones y no puede ser abreviada en una dimensión única-tampoco en la dimensión del pecado y la culpa.
  • La salvación significa para el ser humano llegar a estar salvo y esto significa lo mismo que llegar a estar en totalidad.
  • Salvación significa liberación de todo, lo que hace fracasar al ser humano: De temores, ambición de poder, orgullo, pero también de la amenaza exterior y de la desgracia.
  • Una dimensión de la salvación –pero no la única– es la liberación del pecado y de la culpa.
  • Salvación del pecado y llegar a estar salvo no son dos cosas completamente diferentes, sino dos caras de una misma moneda. Ambas están unidas muy estrechamente porque la relación del ser humano con Dios determina siempre también la relación consigo mismo, con su entorno y con sus prójimos.
  • La salvación se refiere a la totalidad del ser humano y le abarca por completo. No se trata sólo de un proceso espiritual interior. La salvación tiene también una dimensión corporal muy concreta.
Quizás se pregunten ustedes en esta semana bajo qué aspecto están ustedes actualmente necesitados de salvación.
Y también se pregunten ustedes en qué medida
el mensaje de Jesucristo y su propia fe,
pueden “salvarles” de forma muy concreta.
Piensen ustedes en la primera Lectura
de este domingo:
Dios salvó entonces a Su pueblo de forma no convencional y totalmente inesperada-
precisamente por medio del Rey de Persia Ciro.
Quizás debiéramos también contar hoy con que Dios encuentre para nosotros caminos inesperados.

Amén.