Homilía para el Cuarto Domingo de Pascua
15 Mayo 2011
Evangelio: Jn 10,1-15
Autor: P. Heribert Graab S.J.
El mundo de los pastores no es nuestro mundo.
Pero la imagen del pastor pertenece a las imágenes primigenias del mundo humano de las ideas.
Jesús nos ofrece una idea de esto en su discurso del pastor, como Él se comprende a Sí mismo como pastor.
Expresado de forma moderna, Él nos dice,
    lo que Él entiende como competencia de dirección,
    como Él percibe Su función directiva,
    como nosotros debiéramos tratar unos con otros como discípulas y discípulos Suyos y practicar la dirección,
    y sobre todo también, según qué criterios debemos enjuiciar la competencia de dirección en todos los ámbitos de la vida.

1. Una primera señal de dirección en el sentido del Pastor Jesucristo es el conocimiento recíproco:
“Yo conozco a las Mías y las Mías Me conocen a Mí.”
Para nuestra fe esto es ante todo un mensaje muy consolador y alegre: ¡Jesús me conoce!
Y esto no según el lema “¡Amiguito, te conozco!
Jesús nos conoce mucho mejor que nos conocemos nosotros mismos, porque Él nos mira con ojos amorosos.
Él incluso descubre todo el encanto en nosotros,
que para nosotros mismos está escondido
y que otros descubren muy raramente.

Si, a la inversa, nosotros conocemos también a Jesús por afecto personal,
ésta es una cuestión abierta.
Nosotros tenemos la posibilidad de conocerle verdaderamente, metiéndonos en Él,
en su alegre mensaje,
en Su vida y muerte por nosotros
y sobre todo en la dimensión pascual
de Su resurrección y de Su victoria sobre la muerte,
también sobre nuestra muerte.

Medir la dirección humana con la medida de Jesucristo, es naturalmente bastante pretencioso.
Pero aún cuando nosotros siempre nos quedemos atrás de esta exigencia, haremos justicia a nuestra responsabilidad sólo mediante un sincero esfuerzo por conocernos unos a otros.

    Los padres ¿conocen verdaderamente a sus hijos? ¿Se toman tiempo suficiente para escucharles, para acogerlos y para comprenderlos?

    ¿Hasta qué punto conocemos a nuestros vecinos, aunque vivamos puerta con puerta con ellos? También para ellos tenemos una cierta responsabilidad.
¿Percibimos cuando necesitan de nosotros una buena palabra o una ayuda?

    También en la vida profesional ¿se trata de que los compañeros y compañeras se conozcan,
tanto los subordinados como los jefes?
¿Hasta qué punto vemos en ellos a las personas- también con todas sus alegrías y preocupaciones?
O en la vida laboral ¿tenemos que hacer sólo como las ruedecitas de un engranaje de una totalidad que sencillamente tienen que “funcionar”?

    Naturalmente la cuestión del conocerse está en toda la vida social, en la economía y en la política:
¿Hasta qué punto, por ejemplo, conocemos a los responsables de la política, a las personas para las que hacen política?
¿Conocemos sobre todo las líneas del partido, los intereses de los grupos de presión y sus propias ideas de hacer carrera?
¿Qué cercanía tiene la política a las necesidades de las personas?
Y ¿hasta qué punto es consciente para los economistas, que están al servicio de los seres humanos y no al servicio de la acumulación de capital?

    En la Iglesia se trata naturalmente de una dirección y de una corresponsabilidad de todos los cristianos que se orientan hacia el Pastor Jesucristo?
¿Cuánta cercanía hay para las personas verdaderamente en un Obispo , que confunde el “baño de multitudes” con la cercanía?
¿Qué cercanía puede tener el párroco al que se le exige la dirección de una gran parroquia de 10.000 católicos?
¿A cuántos de los diez mil puede “conocer” realmente?
La imagen del pastor de la comunidad ¿no conduce al absurdo?
Y a nosotros mismos ¿no se nos tiene que destacar como miembros de la comunidad conocernos unos a otros como “hermanas y hermanos”?
Y ¿no necesitamos para ello las estructuras precisas?
Y ¿cómo podemos nosotros mismos colaborar a esto?

2. En un segundo criterio, Jesús separa de forma muy tajante, a los pastores de los “ladrones y salteadores” y no menos de los asalariados,
que pretenden ser “pastores” y tener el bienestar general ante la vista. 
Para hallar ejemplos actuales,
es suficiente la mirada a un único diario.
Aún más desenmascarador sería
acercarse al fondo de uno de los problemas políticos o económicos actuales .
Sólo así se tropezaría, por ejemplo, con “ladrones y asaltadores” en conexión con la permanente crisis financiera y de forma especial con la Eurocrisis.

Pero ¡no miremos sólo a “los otros”!
¿Qué nos motiva verdaderamente a nosotros mismos en todo lo que hacemos?
¿No tratamos también demasiado a menudo de poner en seguro a las propias ovejitas?
La carrera ¿qué importancia tiene para nosotros?
Más de uno ¿no está “casado” con su carrera?
Y con frecuencia ¿no es esto una forma de poligamia?
¿No es esto también algo así como “robo y asalto” a la propia familia?
Naturalmente esta cuestión –adecuadamente adaptada– se refiere también a mi propio “futuro”:
¿no es el pensamiento de la carrera de los clérigos precisamente “robo y asalto” a la comunidad de discípulas y discípulos de Jesucristo, a la Iglesia,
por consiguiente?

3. Jesús cita un tercer criterio como conclusión:
“Yo doy mi vida por las ovejas.”
En la fase preliminar de una última entrega
de la vida se dice:
El pastor se emplea en cuerpo y alma.
Para nosotros aquí está la cuestión:
¿Hasta qué punto entrega tan total en un servicio responsable es posible?
¿Hasta qué punto puedo yo estar de verdad “casado” con una tarea así?
Esta cuestión tampoco se puede obviar cuando se discute sobre el celibato.
Pero dejemos esta cuestión aquí sencillamente abierta.

4. Si nosotros ahora otra vez miramos sólo a la Iglesia y a las funciones y a las estructuras de dirección en esta iglesia revelan en conjunto
una serie de amplios criterios que no están separados del discurso de Jesús sobre los pastores.

Pensemos en las palabras de Jesús:
“Sabéis que los jefes de las naciones dominan a sus pueblos y los grandes los oprimen con su poder.
No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo.” (Mt 20, 25-27).
Por consiguiente, Jesús entiende el oficio de pastor en la Iglesia como un servicio, incluso como un servicio de esclavo.
Él mismo vive esta comprensión de ser pastor.
En el signo del lavatorio en la Última Cena subraya esto para todos los tiempos.
Con seguridad no es suficiente que párrocos y obispos el Jueves Santo sencillamente copien
este signo de Jesús y laven los pies a doce notables.

Bajo cierta consideración, Jesús va más allá de la imagen del pastor, reclamando de forma comunicativa estructuras de dirección.
Incluso el poder de atar y desatar de Pedro,
Él lo pone al mismo tiempo en las manos de la comunidad:
Cuando un problema, que se produce por culpa de alguien en particular no se resuelve en un diálogo personal, entonces se expone ante la comunidad, dice Jesús (cf. Mt 18,15-18).

También da a los Suyos la instrucción:
“Vosotros no debéis llamar a nadie Padre en la tierra,
pues sólo uno es vuestro Padre que está en el cielo;
tampoco debéis dejaros llamar Maestro,
pues sólo uno es vuestro Maestro, Cristo.
El mayor entre vosotros debe ser vuestro servidor.” (Mt 23, 9-11).
Bajo esta consideración, tiene que estar permitido reflexionar críticamente sobre todos los títulos de la Iglesia de hoy y precisamente también sobre el tratamiento de “Santo Padre”.
Yo mismo confieso:
Cuando era un joven sacerdote he considerado
el tratamiento de “Padre” como un honor.
Hoy, cada vez más, me produce “dolor de estómago”.

Finalmente podríamos todavía volver a leer en Pablo, como él entiende comunidad e Iglesia y
lo que él pone en práctica sobre los diferentes cargos y servicios de la Iglesia.
También aquí podríamos estar atentos a los varios puntos de vista que completan la imagen de Pastor de Jesús y todo ello en el sentido del propio Jesús!

Tendríamos que contemplar p.e. más de cerca
la imagen del cuerpo y de sus miembros.
También descubriríamos que para Pablo el servicio de dirección es uno de los muchos servicios
y que este servicio de dirección no tiene nada que ver con la superioridad o la inferioridad.

Todo esto traspasaría el marco de una homilía.
Pero el Evangelio de hoy debía servirnos de impulso para continuar pensando y buscar el diálogo de unos con otros sobre nuestra Iglesia actual.
El Evangelio de hoy también tiene que ser un impulso para el proceso de diálogo animado por el Arzobispo Zollitsch y para las necesarias reformas de la Iglesia.

Amén.