Homilía para el Lunes de Pascua
25 Abril 2011
Evangelio: Lc 24,13-35
Autor: P. Heribert Graab S.J.

Bernhard Alpers
en “Toldo y horizonte”
de Paul Hüster

Hoy, segundo día de Pascua,
está en el centro el encuentro pascual
de los discípulos de Emaús con el Resucitado.
En lugar de una homilía, yo quisiera darles a ustedes una imagen un poco desacostumbrada
de este encuentro.

Esta imagen y algunos impulsos podrían acompañarles durante toda la semana,
que desde mañana de nuevo es día laborable,
pero que para la Iglesia es la semana de fiesta
con mayor significado de todo el año.

La imagen procede del encuentro de exploradores
y se halla llena de símbolos pascuales,
que en parte son tomados del lenguaje simbólico de los exploradores.
Yo quisiera capturar sólo algunos de ellos en esta contemplación iconográfica con impulsos muy breves:

1. En el fondo la ciudad de Jerusalem –negra y bajo nubes obscuras;
la ciudad del Viernes Santo,
la ciudad de la Pasión y Muerte.
Ambos discípulos huyen de esta ciudad –
tristes y abatidos,
con todas sus esperanzas decepcionadas.

Todos nosotros conocemos tales situaciones de la vida.
Quizás no debiéramos huir ante esto;
como personas creyentes pascualmente
podríamos y debiéramos poner distancia
de la pasión, de la experiencia de muerte y
de todas las obscuridades también de nuestra vida.

Y ciertamente en estos días nos impresiona
la obscuridad de todas las imágenes de Japón o
del mundo árabe-
pero quizás acertaríamos poniendo distancia
para ver todo esto con ojos nuevos, pascuales.

2. Después aparece aquí el encuentro en el camino con el extraño personaje.
Ambos no Le reconocen –todavía no.
En su abatimiento estaban “como ciegos”.
Pero Él les interpreta todo lo sucedido con palabras de la Sagrada Escritura:
“¿No debía el Mesías sufrir todo esto para así alcanzar Su gloria?”

A nosotros nos podría servir la sugerencia
de coger entre las manos continuamente
la Sagrada Escritura en tiempos obscuros.
Cuando las puertas cerradas parecen bloquearnos
el camino hacia el futuro-
podríamos a menudo encontrar la llave
en la Sagrada Escritura.

3. Después a la derecha, en la parte inferior de la imagen, en la arena del desierto de nuestro camino vital se descubre el signo de los exploradores
“camino hacia el agua”,
desde Pascua nuevamente interpretado como signo para el camino hacia el agua de la Vida.

El signo señala hacía Emaús;
    señala hacia la mesa con pan y vino,
    señala hacia el momento, en que los discípulos de Emaús abrieron los ojos y reconocieron al Señor.
    Señala hacia la fuente de nueva Vida, en el pan y el vino, en la Eucaristía, en la comunidad con ÉL.

4. Desde allí conduce el camino de regreso a la ciudad,
de regres a la vida diaria
también de regreso a las obscuridades de esta vida diaria, que ahora aparecen con una Luz nueva.
Ahora veamos también el Gólgota y la hora de la Cruz con la Luz nueva del día de Pascua.

Desde el encuentro con el Resucitado ardía el corazón de los discípulos de Emaús.
Ahora tenían que hablar tan rápidamente
como fuera posible de todo lo que les confiere
la nueva fuerza vital.
Pascua ¿también colmará de tal modo nuestro corazón que no podamos dar testimonio de otra cosa más que la experiencia de la Vida nueva?

5. “De lo que está lleno el corazón es de lo que habla la boca”
Por eso está sobre Jerusalem, por consiguiente,
sobre la vida diaria, el signo de la boca parlante,
como antes en el camino hacia Emaús estaba el signo de la oreja que escucha
y sobre la mesa con pan y vino, el signo del ojo que mira y reconoce.

¡Fe pascual – con todos los sentidos del corazón!
Mi deseo de Pascua hoy es que esto nos pueda ser obsequiado.

Amen.