Homilía para el Jueves Santo de 2011
Sobre el tema de la “comida”
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Actualización de una homilía del año 2004.
Celebramos la Cena de Jesús.
Una ocasión para reflexionar sobre el significado de “comida”,
ya que esta palabra ha desaparecido casi totalmente de nuestro vocabulario diario.

Cuando una palabra desaparece de nuestro vocabulario, es natural la sospecha
de que este asunto no va bien.
Jesús nos invita continuamente a Su “comida”.
Esto lo celebramos hoy.
Pero esta palabra casi sólo existe en el ámbito religioso de la casa:
“Cena” –“Comida del Señor”.
En nuestra vida diaria ya no tiene ningún sitio.
Le falta el “Sitz im Leben” (sitio en la vida).

Hoy sólo “comemos”.
Naturalmente esto siempre se ha hecho.
Pero en las ocasiones festivas se usaba además
la denominación “comida”.
Con ella se quería decir más que “recibir alimento”.

Es característico de una comida,
    que tenga lugar en un marco festivo,
    que la comunidad de los participantes esté en el primer lugar,
    que los participantes también se vistan de fiesta,
    que todos se tomen mucho tiempo para esta reunión, y aporten tranquilidad,
    que se desarrollen diálogos sugerentes.

Hacemos consciente esto,
lo cual, al mismo tiempo, clarifica
por qué la comida apenas juega un papel
en nuestro entorno:
La diferencia entre el día laborable y el día de fiesta,
sobre todo entre día laborable y domingo está,
en gran parte, nivelada.
Se diferencia entre el atuendo del tiempo libre
y la ropa elegante;
Pero entre día laborable y domingo tampoco
hay apenas diferencia en la ropa.
Nosotros ya no tenemos tiempo.
Por el contrario: una agenda repleta con densidad
se ha convertido a menudo en símbolo de status.
También nos falta el sosiego interior en nuestra época apresurada y estresada.
Y, en consecuencia, nos falta también la tranquilidad y la atención para un auténtico diálogo.
Pero, sobre todo cada vez hay menos comunidades unidas:
Familias - sobre todo grandes familias – presentan signos de disolución,
Un número cada vez más elevado de personas viven solas de forma permanente o al menos largo tiempo,
Y en las comunidades de las órdenes religiosas plantea problemas, junto a otros muchos,
también el compartir como comunidad.
Bajo estas circunstancias conseguimos sólo raras veces un comer comunitario, que ha perdido el nombre de “comida”.
La palabra típica de nuestro tiempo es “fastfood”.
Todo tiene que ir muy rápido,
eventualmente incluso como “drive-in”:
en una mano el volante y en la otra la hamburguesa.
 
Con el fondo de una “cultura” así,
perdemos imperceptiblemente la referencia interior
a aquella comida, a la que Jesús nos invita.
Sencillamente muchos coetáneos ignoran esta invitación y, esto no sólo, porque ellos no sean personas religiosas o creyentes, sino probablemente al menos por motivos “culturales”.
Y ¿nosotros mismos?
¿No miramos continuamente el reloj mientras celebramos esta “Comida”?
Verdaderamente ¿sólo lo hacemos porque la configuración de la Misa o la homilía del párroco son “aburridas”?
O ¿lo hacemos también porque durante la “Comida” estamos pensando en la próxima “cita”?

“Comida” – es un lugar de encuentro.
Y en la “Comida del Señor” no sólo se trata del encuentro con Dios, sino precisamente del encuentro con “las hermanas y los hermanos”.
Ciertamente cantamos y oramos juntos,
nos cuidamos también de la costumbre del saludo
de la paz.
Pero cuando suena el último acorde del órgano,
casi todos han desaparecido rápidamente.
Para una “charla” ya no alcanza el tiempo,
quizás ni siquiera el interés por las “hermanas y hermanos”.
Así se desperdicia la posibilidad de experimentar verdaderamente la comunidad.
Ésta no vive sólo de “comunión”,
sino, no menos de “comunicación”.
Finalmente ¡no es casualidad el estrecho parentesco de ambas ideas!

Pero la invitación de Jesús a Sus discípulos se extiende más allá del círculo de Sus discípulos,
sino también más allá del círculo de la comunidad allí reunida.
Si nosotros celebramos juntos la “Comida del Señor”, entonces nos convertimos en una íntima unidad con la celebración de la Comida del Señor
de forma universal.
Y a esta, por principio, están invitadas todas las personas, también los excluidos.
Jesús mismo ha cuidado una comunidad de mesa universal:
con publicanos y pecadores,
con pobres y enfermos,
con los despreciados y marginados.
La comida del Señor tiene siempre una dimensión diaconal:
hay una conexión interior,
entre esta comida de Jesús aquí en la Iglesia
y los servicios caritativos de la Iglesia.

¡Todo esto tiene mucho que ver con la fe,
o sea con la increencia!
La fe cristiana se juega no sólo en las verticales.
La fe es vivida y se convierte en una fe viva en la comunidad de “hermanos y hermanas”,
por consiguiente en las horizontales.
No por casualidad, Jesús, según el Evangelio de Juan, establece una referencia irrenunciable 
entre la Cena y el lavatorio:
Estar unos con otros y unos para otros,
es de lo que se trata cuando nos reunimos para la Comida del Señor.
Desgraciadamente esto no se consigue siempre
en el marco delimitado de nuestras comunidades.

Debemos reflexionar seriamente cómo nuestros servicios religiosos pueden convertirse en verdaderos encuentros, como mínimo aquí y allá.
Como mínimo aquí y allá debería hacerse visible y experimentable que nosotros no sólo recibimos
la “Comunión” en la “Comida del Señor”,
sino que vivimos la “communio” = comunidad.

Amén.