Homilía para el Primer Domingo
de Cuaresma del ciclo litúrgico (A)
13 Marzo 2011
Lectura: Gn 2,7-9 y 3,1-7
Evangelio: Mt 4,1-11
Autor: P. Heribert Graab S.J.
El padre pregunta a su hijo mayor en la comida de mediodía dominical:
“¿Sobre qué ha predicado el párroco hoy?
Respuesta: “Sobre el pecado”.
“Y ¿qué ha dicho sobre esto?”
“Estaba en contra”.

Probablemente ustedes conocen esta broma.
La palabra “pecado” sirve hoy día con frecuencia para bromas y chistes no sólo en carnaval.
Por el contrario, la Lectura veterotestamentaria y
el Evangelio del Primer Domingo de Cuaresma
nos pueden abrir a una mirada realista
para saber de qué se trata realmente.

En primer lugar el relato de la Creación nos dice algo totalmente esencial sobre el ser humano,
por consiguiente, sobre nosotros mismos.
Da respuesta a la pregunta sobre de donde venimos, lo que somos, cual es nuestro destino
y en qué se basa auténticamente nuestra dignidad como seres humanos.
    El ser humano es creado por Dios como imagen Suya.
    En el ser humano se refleja lo esencial del propio Dios – Su Amor.
    El ser humano debe configurar de forma responsable este mundo en una cooperación con Dios marcada por el amor. Por consiguiente, puede colaborar en la Creación de Dios y conducirla en el sentido divino a la plenitud.
    El ser humano como totalidad está encargado de esta misión. Pero, al mismo tiempo, cada persona en particular es llamada por su nombre. Todo ser humano es único y participa muy personalmente en la misión de todos.
    En conjunto y en particular, el ser humano está al servicio de la vida.
Ésta es su tarea más noble.

Pero ahora con este fondo se presenta la siguiente pregunta existencial:
“¿Por qué no vivimos en el paraíso?
¿Cómo llega el mal en un mundo creado bueno?
¿De dónde sale toda la necesidad, la discordia,
el deseo de dominio:
entre hombre y mujer, entre hermanos,
entre el ser humano y todas las demás criaturas?”
(“Magnificat” 2011/3, S. 134 s)

Una respuesta sensata sobre esto la da el relato del “pecado original”, la Lectura de hoy.
Éste se ha convertido con frecuencia en la tradición y no en último lugar en la historia del arte en un relato depravado barato y erótico.
Probablemente la seducción de Adam por medio de Eva con pelos y señales se acomodaba a la imagen patriarcal de la mujer,
que, desgraciadamente, también se ha entremezclado en la Iglesia, bien entendido que contra la praxis existencial de Jesús.
Quizás también el paso a que “se dieron cuenta de que estaban desnudos”, ha contribuido
a que en la Iglesia durante largo tiempo
se consideraron los delitos sexuales como
“pecado primigenio” por antonomasia-
en todo caso se podía tener esta impresión
“desde el sentimiento”.

¡El propio texto no se presta a una interpretación así!
Se trata sencillamente de que los seres humanos quieren ser “como Dios”.
Quieren conocerlo todo, penetrarlo todo,
hacer todo utilizable,
ejercitar el poder y el dominio y
crear un mundo según su propio gusto.

Johann Wolfgang von Goethe expresa esto acertadamente en su Prometeo.
Me permito recitar las primeras y las últimas líneas:

¡Oh Zeus cubre tu cielo
con el velo de las nubes!
Y juega igual que un mancebo
Que cardos troncha
En encinares y montañas.
Pero me tienes que dejar en su sitio mi tierra
Y mi cabaña,
Que tú no has construido,
Y mi hogar
Por cuyo rescoldo
Tú me envidias.

Aquí me siento yo,
Moldeo seres humanos,
Según mi imagen,
Un linaje semejante al mío,
Para que sufra, llore,
Goce y se alegre,
Y te desprecie
¡como yo!

Ciertamente ésto es el pecado de Adam y Eva
-rebelión contra Dios.
Pero a Adam y Eva no hay que entenderlos como individuos concretos.
Más bien representan sencillamente a los seres humanos.
Por consiguiente, su pecado es el pecado
de la humanidad como totalidad
y también el de cada persona en particular.

¡Lancen ustedes una mirada a la historia!
Y ¡lancen ustedes diariamente una mirada al periódico!
Se espantarán de que este “pecado de Adam y Eva”
también es el pecado de todos los tiempos y
también de nuestra época.
Este pecado del esfuerzo de autonomía humana
se convierte de modo continuo y en todas partes
en causa de violencia y opresión, de tortura, hambre, sufrimiento y muerte:
“¡Te desprecian como yo!”

En las tentaciones de Jesús, “Satán” recurre al mismo modelo, que ya había dado resultado en Adam y Eva –¡por consiguiente, en nosotros! –:
    “¡Manda que estas piedras se conviertan en panes!”
    “¡Tírate abajo desde las almenas del Templo – que no te puede pasar nada!”
    “¡Te daré todos los Reinos de este mundo si te postras ante mí y me adoras!”

Se trata de que las personas se hagan disponibles mediante “panem et circenses”.
Por ejemplo, los soberanos de Arabia Saudita intentan mantener al pueblo tranquilo mediante regalos mil millonarios.
Y sería muy interesante examinar en todas partes del mundo la conexión entre show y eventos por una parte y poder político y económico por otra.
En la tentación de Jesús y también hoy se trata
al fin y al cabo de forma brutal del poder y del dominio de los seres humanos sobre los seres humanos.

Colocándose “Satán” –por consiguiente: el mal o lo malo- ahora con Jesús,
cae en el error:

“El cual, siendo de condición divina,
no consideró como presa codiciable
el ser igual a Dios,
sino que se despojó de Su grandeza
tomó la condición de esclavo
y se hizo semejante a los hombres.
Su vida fue la de un ser humano;
se humilló
 y se hizo obediente hasta la muerte y
muerte de Cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el nombre que está
por encima de todo nombre,
para que ante el nombre de Jesús
toda rodilla se doble,
todo lo que hay en los cielos,
en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame
que Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.” (Flp 2,6-11)

Pablo ha transmitido este himno cristológico.
Él lo inicia con las palabras:
“Tened, pues, los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús.” (Flp 2,5)
“Dadme la alegría de tener los mismos sentimientos,
compartiendo un mismo amor, viviendo en armonía y sintiendo lo mismo.
No hagáis nada por rivalidad o vanagloria;
sed, por el contrario, humildes,
y considerar a los demás superiores a vosotros mismos.
Que no busque cada uno sus propios intereses,
sino los de los demás. (Flp 2,2-4)

En el mensaje y en la praxis existencial de Jesús
y también en este himno cristológico
resplandece algo de la visión del paraíso
del relato de creación o también –y es lo mismo–
de la promesa de Jesús del Reino de Dios.
En la Cuaresma se trata de poner ante la vista
de nuevo de forma concreta esta visión y esta promesa y la propia vida y la vida en sociedad y
en política para ajustarla de nuevo,
por consiguiente, “para convertirse”.
¡De esto se trata y no de nada diferente!

Amén