Homilía para el Cuarto Domingo del tiempo pascual (C), 25 Abril 2010
Lectura: Hch 13,14.43b-52
Evangelio: Jn 10,27-30
Autor: P. Heribert Graab S.J.
¿No se han extrañado de que hoy en la Lectura pascual de los Hechos de los Apóstoles haya tenido lugar un cambio de orador?
Hasta ahora era Pedro el que dirigía la palabra.
Hoy, por primera vez, Pablo está en el centro.
Pedro es un hombre de la primera hora.
Él responde del origen de la cristiandad
en las tradiciones de Israel, el pueblo de Dios.

También Pablo dice: “A vosotros –es decir, a los judíos– tenía que ser anunciada la Palabra de Dios en primer lugar.”
Pero después Pablo sin titubear se dirige a los paganos.
Él ve en Cristo resucitado la promesa de Dios cumplida:
“Yo he hecho de ti luz para los pueblos,
hasta los confines de la tierra, tú debes ser la salvación.” (cf. Is 42,6; 49,6)

Pablo ensancha el horizonte de la cristiandad temprana.
Él se comprende como Apóstol de los “paganos”,
es decir, de todos los pueblos del universo.
A ellos les anuncia –lleno del Espíritu Sano–
el alegre mensaje pascual.

Precisamente ya Jesús había aprendido de una mujer pagana a mirar más allá del plato del pueblo de Israel.
Quizás ella le recuerda la maravillosa imagen de los perros.
También ellos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos (Mc 7,26 ss).
Esta imagen de la mujer sirofenicia deja pensativo
a Jesús y Le abre los ojos
a que Su misión también es válida para los paganos.

Por eso el envío de Su última aparición pascual suena así:
“Id a todos los pueblos,
y haced a todos los seres humanos discípulos míos;
bautizad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñadles a poner por obra,
todo lo que Yo os he mandado.” (Mt 28,19 s.)

Esta amplia misión de Jesús, Pablo la comprende sobre todo como su propia misión.
Él funda las primeras comunidades pagano-cristianas, por ejemplo en Galacia.
A esta comunidad de los gálatas, le escribe
en el sentido de Jesucristo:
“Ya no hay judíos ni griegos,
esclavos ni libres,
hombre ni mujer;
pues vosotros sois “uno” en Cristo Jesús.” (Gal 3,28)

Pablo se convierte así en el primer “player global”
y la Iglesia le agradece sobre todo
que la misión global de Jesucristo
fuese llevada a cabo.
En este punto todos debíamos ser conscientes
de que todos nosotros procedemos del cristianismo pagano.

Este conocimiento también podría ensanchar nuestra mirada.
Continuamente caemos en la tentación de pensar
de forma muy provincial.
La Iglesia como totalidad
fue acuñada a lo largo de los siglos occidentalmente.
En la Edad Moderna mezcló el mensaje cristiano durante mucho tiempo de forma indisoluble
con la cultura europea.
Por consiguiente, hubo en la Iglesia concebida globalmente épocas enteras de pensamiento “provincial”.
Y entonces nosotros los alemanes:
¿No nos inclinamos de forma especial
y precisamente también en la Iglesia a un pensamiento según el lema:
“El mundo debe curarse en la esencia alemana”?

En estos días cuando se abren los periódicos
y se leen muchos consejos y exigencias
en dirección al Papa, se podría opinar
lisa y llanamente
que el Papa es algo así como un Obispo alemán
de un Land y no el jefe de más de mil millones de católicos en todo el mundo.

Nuestra fijación a los problemas del envejecimiento de la Iglesia en Alemania y del ascendente número de abandonos de la Iglesia entre nosotros
nos puede hacer olvidar
que la Iglesia católica en el mundo crece más rápidamente que la población.

Un poco más de humildad y una mirada global
–también en la Iglesia–
nos haría bien a todos –y no en último lugar a nuestros medios.

Por consiguiente, todo lo más tarde desde Pablo,
la Iglesia es fundamentalmente “global”
y con ello necesariamente también plural.
Pero la pluralidad naturalmente aporta tensiones
en ella misma.
Los viejos Apóstoles Pedro y Santiago eran
en aquella primera época representantes de una Iglesia de judíos.
Pablo, por el contrario, representa en la temprana Iglesia de Jesucristo, sobre todo a las comunidades paganas.
Así llegan muy pronto no sólo las tensiones sino
desavenencias en toda forma entre Pablo y Pedro.

Tales tensiones, aclaraciones y finalmente incluso divisiones aumentan cuanto más se desarrolle la Iglesia en diferentes culturas.
La Historia de la Iglesia lo cuenta en muchos volúmenes.

Los Apóstoles de la comunidad primitiva de Jerusalem y Pablo exponen su disputa en el llamado Concilio de los Apóstoles (hacia el año 48).
Con ello señalan el camino real de la unidad
en pluralidad:
Esto se da en la escucha de unos a otros,
en el diálogo mutuo
y en el respeto ante diferentes desarrollos culturales y litúrgicos y también en el respeto ante diferentes acentuaciones dogmáticas.

La Iglesia de Jesucristo ha intentado continuamente
ir por este camino real de unidad,
sobre todo en los Concilios.
Desgraciadamente estos intentos no tuvieron siempre éxito.
En primer lugar, el movimiento ecuménico de nuestra época ha despertado después de un largo tiempo de divisiones la comprensión de la riqueza
de diferentes tradiciones y una deseable unidad
en la pluralidad.

Algunos de nosotros también estamos impacientes con la mirada puesta en el ecumenismo,
pero no debíamos echar en saco roto,
cuanto comprensión mutua,
mayor cercanía e incluso unidad verdadera
se alcanzó entretanto.

¡Hay que llenar con vida
esta cercanía y la ya alcanzada unidad!
Aquí hay todavía una infinidad de posibilidades-
sobre todo en el plano local,
pero también p.e. en el día ecuménico de las Iglesias en Mayo.

Nuestras visiones ecuménicas no actúan
siempre de forma fidedigna:
No armonizan con las querellas diarias y los celos mezquinos en nuestras propias comunidades.
¿Cuánto temor tenemos ante otras opiniones en la Iglesia?
¿Y cómo nos ponemos en contra de posiciones críticas y también conservadoras?
Tomen ustedes como ejemplo la “pequeña guerra” entre la Karl-Rahner-Akademie y el Cardenal,
que es cuidada fervientemente por ambas partes.
Pero ¡barramos delante de la propia puerta!
Finalmente también tiene que permitirse la pregunta
de cómo se trata en Sankt Peter con opiniones diferentes.

Acto seguido también merece la pena la cuestión
de cuantas de nuestras comunidades son comunidades puramente “burguesas”.
Otras capas están muy poco representadas en nuestra Iglesia.
Además hombres y mujeres, jóvenes y mayores, están representados de forma en absoluto indiferente en nuestras comunidades.
Los motivos para ello tienen que ver –al menos entre otros– con costumbres conseguidas con gusto
y con una estricta comprensión de lo que
importa a un “buen cristiano”.

A propósito de “buenos cristianos”:
¿A cuantos cristianos ya hemos anulado en el fondo,
porque a nuestros ojos no son tan “buenos cristianos” como nosotros?
¿Por qué ellos se dejan ver, p.e. sólo dos o tres veces al año en el servicio religioso?
Naturalmente esto es legítimo,
para ganarlos a un vida participativa más activa
en la comunidad.
Pero ¿verdaderamente tenemos que medir por nuestro propio rasero?
¿Posiblemente haya no sólo “muchos caminos hacia Roma”, sino también muchos caminos hacia el reino de los cielos?
Finalmente lo que importa es que oigan la voz de un único pastor, Jesucristo.
En todo caso una cosa es cierta: ¡Él las conoce!
¡Y nadie las arrebatará de Su mano!
En último caso ¿podemos juzgar si ellas Le siguen o no?

Finalmente permítase una referencia a una frase de Jesús, que en el mismo capítulo del Evangelio de Juan se transmite.
Cuando se trata de las múltiples acuñaciones de la fe cristiana y de las formas muy diferentes de vivir la fe, no deberíamos pasar por alto esta frase de Jesús:
“Yo tengo otras ovejas,
que no son de este establo;
también Yo tengo que guiarlas y ellas escucharán mi voz; entonces habrá
un solo rebaño y un solo Pastor.” (Jn 10,16)

Amén.