Homilía Pascual para el “Domingo Blanco”
11 Abril 2010
Lecturas: Hch 5,12-16 y Ap 1,9-11a.12-13.17-19
Evangelio: Jn 20.19-31
Autor: P. Heribert Graab S.J.
¡En Pascua se pasa a través de las puertas cerradas!
¡Pascua hace saltar todas las fronteras –incluso las de la muerte!
¡Pascua quebrará también la resistencia de nuestro corazón!

¡Comencemos desde el principio!
Nosotros decimos: ¡Está muerto y bien muerto!
¡Quien yace en la caja, no sale de ella!
Y para estar muy seguros,
los soldados le clavaron a Jesús,
cuando ya estaba muerto, una lanza en el corazón,
del cual brotó sangre y agua.
¡Estaba muerto y bien muerto!

Pero hoy escuchamos de Su propia boca:
“Yo soy el primero y el último y el viviente.
Estuve muerto, pero ahora vivo en la eternidad,
y tengo las llaves de la muerte y del infierno.”
Los iconos pascuales de la Iglesia oriental
Le muestran como el que abre los cerrojos
de las puertas del mundo de los muertos,
como El que los hace saltar de verdad.
En multitud acuden los muertos de la historia
de la humanidad a la luz de la Vida nueva y pascual.
¡Está muerto y bien muerto!
¡“Muerte y demonio” -los enemigos de la vida-
han sido vencidos!

La pesada piedra de la tumba de Jesús está quitada.
¡La tumba está vacía!
¡No se trata de un milagro cualquiera!
Aquí se revela en una imagen inaudita
la invencible realidad de la vida –
una realidad que proviene del actuar de Dios;
de Dios, que no es “un Dios de muertos”,
sino ¡la vida misma!

Esta Vida no se detiene ante las puertas cerradas.
Esta Vida no se detiene en los bastiones de nuestro miedo.
Esta Vida supera incluso nuestro escepticismo
y nuestro increencia:
“¡Señor mío y Dios mío!”

Admitido: La piedra ante la tumba o las puertas, cerradas por miedo, son un juego de niños
si se compara con las fronteras obstinadas,
que los seres humanos levantan continuamente
y de forma sorprendente contra la irrupción
de la vida en nuestro mundo de muerte.

Pero aquí ha comenzado la Vida –
ya en el camino de Emaús,
y después en el encuentro con Tomás,
y continuamente a través de los milenios,
comenzando por Pablo ante las puertas de Damasco
hasta nuestra época, hasta para todos aquellos
que, como adultos, se han bautizado
en esta noche de Pascua.

Curiosamente –hay personas que continuamente protestan contra la vida y ponen su confianza
en los poderes de la muerte precisamente
por amor a la seguridad de su vida:
¡Contradicción en sí misma! ¡Colmo de la insensatez!

La política cultiva esta insensatez ahora mismo sobre todo en Afganistán:
Se habla cada vez más de las nuevas posibilidades de vida, que deben ser creadas para las personas en Afganistán.
Pero si se comparan los medios financieros que ya están dispuestos para el ataque militar,
con aquellos de los que se dispone para la reconstrucción civil
en absoluto armonizan con las buenas palabras.

Naturalmente la economía también debe estar al servicio de la vida.
Pero al mismo tiempo Alemania de forma muy solapada ha triplicado la exportación de armamento.
¡Crear vida con armas cada vez más modernas!
¡Lo que para unos crea puestos de trabajo,
crea para otros guerra, violencia y muerte!

Pero es todavía peor que incluso la Iglesia
de Jesucristo se ha puesto al servicio
de las “fuerzas de muerte”;
que fue más importante la propia apariencia
que la dignidad de la vida de los niños y los jóvenes.

¡Es bueno que un hermano de la Orden
hiciese pública esta miseria
y que tomase la iniciativa
que desencadenó todo un corrimiento de tierras!
Así toda la Iglesia tiene la posibilidad de convertirse a la vida.

Para aprovechar esta oportunidad se tiene
que destapar toda la verdad
y además de forma incondicional.
Después no se puede uno quedar en algunas correcciones de las líneas de orientación.
Después tampoco se puede uno quedar en disculpas y no en la necesaria reparación.
Verdaderamente la Iglesia debiera aprovechar esta oportunidad que pone en movimiento una avalancha de cosas:

La estructura jerárquica de la Iglesia tiene que demostrar eficacia:
Entonces está la cuestión de lo que corresponde a la esencia de la Iglesia y es irrenunciable,
pero también y sobre todo lo que es debido a circunstancias temporales,
superadas hace mucho tiempo y
destructivas para la esencia de la Iglesia.

Acto seguido se tendría que mirar con lupa
la visión eclesial de la sexualidad humana.
Se trata de investigar la cuestión de hasta qué punto
esta visión está en armonía o no
con la imagen bíblica del ser humano
y sobre todo con la imagen del ser humano de Jesús.
También hay que situarse sin prejuicios ante
los resultados de la moderna antropología.

Si la Iglesia
-¡y todos nosotros, que finalmente somos Iglesia!-
aprovecha esta oportunidad,
entonces se desmoronarán todas las fronteras,
que la Iglesia como totalidad y también nosotros mismos hemos puesto en el transcurso del tiempo –
en la teología, en la liturgia, en la moral, y, y, y…

Entonces podría surgir de esta Iglesia
una verdadera Iglesia pascual
y de nosotros los cristianos surgirían personas pascuales.
Entonces se abrirían –como el primer día de Pascua–
las puertas cerradas;
entonces también personas de nuestro tiempo
“multitudes de hombres y mujeres,
serían conducidas a la fe en el Señor”
como en la primera fiesta de Pascua en Jerusalem.

Entonces el “incrédulo Tomás” superó su increencia, su escepticismo y su agarrarse a las “seguridades” humanas y confesó al Resucitado y a la Vida:
“¡Señor mío y Dios mío!”

Todos nosotros y toda la Iglesia tiene que confesar hoy con Tomás sin reservas e incondicionalmente:
“¡Señor mío y Dios mío!”

Amén.