Homilía para el Primer Domingo de Cuaresma, ciclo C
21 Febrero 2010
Lectura: Dt 26,4-10
Evangelio: Lc 4,1-13
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Al comenzar el tiempo de Cuaresma
escuchamos la confesión de fe de Israel,
que nos pone ante la vista la imagen de Dios
de este pueblo elegido:
“El Señor nos sacó de Egipto (de este lugar de esclavitud se dice en otro lugar)
con mano fuerte y brazo extendido,
en medio de gran terror,
con signos y portentos.
Nos introdujo en este lugar y nos dio esta tierra,
una tierra que mana leche y miel.”

El Dios de Israel es el Dios de Jesucristo.
Y aunque nuestra imagen de Dios fue complementada esencialmente mediante Jesucristo –
¡el Dios de Israel es también nuestro Dios!
¡Dios es y continúa siendo el Dios de la liberación!
También Jesús Le anuncia
como Dios de la liberación.

La tradición cristiana expresa esto mediante
la confesión de fe:
Dios nos ha salvado por medio de Jesucristo.
Ciertamente la palabra “salvación” no significa
otra cosa que “liberación”.

Pero la Iglesia
-especialmente la Iglesia del siglo XIX y de comienzos del XX-
entiende la “salvación” sobre todo como un acontecimiento interior:
En esta línea dice que nosotros somos salvados
de nuestros pecados.
Con ello, contrasta la “salvación” individual-interior
con la idea de la “liberación” comprendida políticamente antes.

Pero ambas cosas van unidas inseparablemente:
Según la idea bíblica, el pecado es en su núcleo,
la voluntad del ser humano de “ser como Dios”
y con una autonomía arbitraria,
ejercitar el poder sobre otros seres humanos.

El pueblo de Israel ve en el faraón egipcio
la personificación de este ser humano
con una autonomía arbitraria,
que se coloca a sí mismo en el lugar de Dios.
En una terrible perversión de la comprensión de Dios, ejercita el poder desenfrenadamente
sobre los seres humanos
y se convierte en un esclavista deshumanizado.

Pero Dios libera a Su pueblo de la esclavitud egipcia.
Según el pensamiento creyente, en esta actuación salvífica y liberadora de Dios se halla,
al mismo tiempo, la promesa de la “salvación”:
Experimentaréis la ayuda y la fidelidad de Dios,
si prestáis atención a su orden liberadora,
en lugar de orientaros hacia el abuso del faraón.

Continuamente se dice en la orden de Dios:
“Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto
y que el Señor, tu Dios, te sacó (de Egipto) con mano fuerte y brazo extendido.” Dt 5,15
Continuamente encontramos esta formulación,
cuando se trata de la protección y ayuda
para los pobres y los débiles.

Muy en esta línea recoge Jesús un texto de Isaías,
que caracteriza Su misión:
“El Espíritu del Señor está sobre Mí,
porque me ha ungido
para anunciar a los pueblos la Buena Nueva,
me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.”
(Lc 4,18-19)

El Evangelio de hoy atestigua ciertamente en un relato esto:
Para ser verdadera y totalmente liberador y salvador de la humanidad,
se muestra Jesús a sí mismo en este relato de tentación como ser humano “libre”:
* Él está libre, aunque hambriento- del ansía de pan
y, en general, de un querer poseer de forma egoísta.
* Él está libre del deseo de los efectos de un show popularista.
* Él está libre sobre todo de ansia de poder.

¡De esto se trata en Cuaresma!
Cuaresma no es ningún valor en sí misma.
Ayunar, y la renuncia a lo habitual y aparentemente irrenunciable, sirve a la libertad:
* Ayuno y renuncia pueden ser una ayuda
para llegar a ser interiormente libre y señor de sí mismo.
* Pero el ayuno abre también la mirada hacia aquellos que tienen que renunciar diariamente
y de manera forzosa a todo aquello
que nosotros tenemos en abundancia de forma natural y con frecuencia.
* Por consiguiente, el ayuno además puede motivar
que actuemos activamente en liberar a los pobres de sus necesidades.
Éste es el sentido de la acción cuaresmal de “Misereor”.

Ahora no se trata sólo del arreglo de la necesidad material,
no sólo de la liberación de la pobreza y del hambre.
Nosotros mismos y personas de nuestro alrededor
somos dependientes de muchas formas,
estamos sin libertad o incluso avasallados y esclavizados.

Omito conscientemente los ejemplos habituales
–como alcohol y drogas.
Pero echemos una mirada sobre nuestros prejuicios.

Naturalmente esto se tiene que hacer para sí mismo cada uno, pues en primer lugar cada uno tiene prejuicios muy personales, que con frecuencia cuida afectuosamente.
Esto comienza en la familia y no termina
de ningún modo en el campo profesional.
En esta Cuaresma controlemos de forma autocrítica,
los muchos “compartimentos” de nuestra cabeza,
compartimentos en los que hemos depositado a personas concretas.
¡Démosles una posibilidad de salir!

Naturalmente aquí están aún los muchos prejuicios que compartimos con otros.
“¡Dime lo que lees y yo te digo lo que eres!”
No sólo la “imagen” produce y cuida diariamente
los prejuicios.
Esto lo hace más o menos cada periódico y cada revista.
¿En qué nos permitimos pensar?
¿En el “FAZ”, en el “Stadtanzeiger” o
en el “Süddeutschen”?
O también ¿en el “Spiegel”, en el “Focus”
o en el “Stern”?

En general, necesitamos la prensa y los medios.
Pero para escapar de la esclavitud de los medios,
tenemos que incorporar el esfuerzo de utilizar
el mayor número posible de fuentes informativas.
Una forma importante de “ayuno” podría ser leer más informativamente que por entretenimiento,
no sencillamente hacer zapping
a los documentos informativos de TV
sino preferirlos a las emisiones de entretenimiento y soups.

Pregúntense cómo es su información y también
la información de fondo ofrecida en temas como
 comercio humano, prostitución,
soldados infantiles, persecución actual a los cristianos…
Probablemente comprobaremos todos
grandes déficits.

Nuestros políticos saben esto.
Saben que ellos con tales temas no pueden captar votos.
Por consiguiente, en estos ámbitos no harán verdaderamente ninguna política “liberadora”.
Esto sólo puede cambiar
si como cristianos también ponemos estos temas sobre el tapete, con cartas de los lectores,
con correos electrónicos, con aportaciones verbales
en organizaciones electorales, con nuestro compromiso en ONG críticas…

¡Todo esto no se consigue sin un despliegue de tiempo y esfuerzo,
no sin la renuncia a otras cosas secundarias!
Pero ciertamente esto sería un “ayuno como yo quiero” (Is 58,6) en el sentido de Dios y en el sentido de un profeta como Isaías.

Amén.