Homilía para la Fiesta de Pentecostés 2009
Lectura: Hch 2,1-11
Evangelio: Jn 20,19-23
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Curioso:
Incluso los cristianos apenas tienen un verdadero acceso a la fiesta de Pentecostés –
sin comparación con Navidad o Pascua.
La consecuencia:
Se viaja al campo,
se goza de un deseable día de vacaciones con buen tiempo.

Me parece que esto tiene fatales consecuencias –
no sólo individualmente,
sino casi más aún para la sociedad,
incluso para toda la humanidad.

Yo parto de lo que dice acertadamente
el siguiente verso de una canción:
“El Espíritu del Señor sopla sobre el mundo
poderoso e indomable;
donde su hálito ígneo cae,
el Reino de Dios está vivo.
Aquí anda Cristo a través del tiempo,
en Su Iglesia con ropaje peregrino
alabando a Dios: Aleluya.”

Acertadamente este verso es en todo caso
como la oferta de Dios.
Con este segundo plano quisiera invitarles ahora
a un experimento de fantasía.
Fantasía tiene algo que ver con el espíritu
y también con el Espíritu Santo.
Por consiguiente dejemos ¡“asaltar”! nuestra fantasía
- avivada por el Espíritu Santo-
Entonces esta homilía se convierte en nuestra obra conjunta.

Por consiguiente, representémonos con la mayor fantasía posible:
1. Que lo que sucedió entonces en Jerusalem,
sucedió hoy aquí en Sankt Peter con consecuencias comparables:
* Una tempestad del Espíritu de Dios aquí dentro,
* lenguas de fuego del entusiasmo de la fe,
* puertas abiertas – todos nosotros nos precipitamos hacia fuera,
* y allí en el patio nos reunimos en grupos personas, que están en la ciudad de paso,
para hacer la compra el domingo
o también para distraerse.
Imagínense por un momento,
lo que pasaría bajo el influjo del Espíritu de Dios...

Momento de silencio.

2. O imagínense semejante suceso por la mañana en Roma en la Misa Papal de la basílica de San Pedro.
¿Qué consecuencias posiblemente tendría para la Iglesia?
¿O quizás para el acontecer actual de este mundo?

Momento de silencio.

3. Aquí hemos reflexionado sobre el acontecer mundial,
podríamos continuar fantaseando e imaginarnos:
* Pentecostés sucedió en la ONU...
* O el Espíritu de Dios irrumpe de repente en las metrópolis del mundo financiero global...
* Tampoco sería para terminar que el Espíritu de Pentecostés llegase a la idea
de desencadenar una tormenta y poner Su fuego
en los Parlamentos y en los gobiernos de los pueblos...

* Y finalmente algunas elecciones están próximas:
Juguemos alguna vez con el pensamiento de que
el Espíritu de Dios sacudiese a todo este pueblo elector
y le diese impulso.
Probablemente entonces se desplazarían los resultados electorales no sólo en porcentajes.
Posiblemente cambiaría nuestra democracia de forma fundamental.

Momento de silencio.

4. Pero contemplemos también tranquilamente nuestro ámbito privado, nuestras familias, cónyuges, círculo de amigos...
Si aquí irrumpiese de repente Pentecostés,
*¿qué sucedería entonces?
*¿Cómo cambiaría toda nuestra vida de unos con otros?
*¿Qué relación sería de una vez prominente?
*¿Qué relación cambiaría radicalmente o incluso desaparecería de nuestra vida?
*Y sobre todo ¿qué pasaría con nosotros mismos?

Momento de silencio.

Ciertamente lo que nosotros celebramos en Navidad y Pascua es condición indispensable para el acontecimiento pentecostal.
Pero nuestro ataque de fantasía podría haber dejado claro:
El relato de la salvación de Dios con nosotros los seres humanos,
Su propia Encarnación,
Su vida pública,
Su Pasión y Su victoria sobre la muerte,
culminan en el envío de Su Espíritu a este mundo.
Visto de esta forma, ¡Pentecostés es el verdadero punto culminante del ciclo litúrgico!
Visto de esta forma tendríamos que celebrar Pentecostés
verdaderamente con alegría rebosante
y –literalmente- con entusiasmo.
¡No dejemos de aprovechar esta ocasión en los días
de Pentecostés!

Amén.