Homilía para el Domingo Quinto de Pascua (B)
10 Mayo 2009
Lectura: Hch 9,26-31
Evangelio: Jn 15,1-8
Autor: P. Heribert Graab S.J.
1. Con su permiso de antemano, una confesión personal:
me gusta un vaso de vino,
que une a las personas entre sí en una alegre ronda.

Posiblemente yo comparto este alto aprecio al vino
con muchos de ustedes.
Creo que esto tiene algo que ver con nuestra fe.
Más de 200 veces se habla del vino
en la Sagrada Escritura,
unas 50 de la vid,
y lo mismo con frecuencia del viñedo.
En ninguna parte se ha cantado la alabanza al vino
tan jubilosa y agradecidamente como en la Biblia.

En el Libro de Jesús Sirac
se dice por ejemplo:
“El vino es bueno para el hombre, si bebe con moderación.
¿Qué es la vida si falta el vino?
Fue creado para alegrar a los hombres.” (Eclo 31,27)

En el maravilloso Salmo de Creación 104,
el salmista no olvida
alabar a Dios también por el don del vino:
“¡Alma mía, alaba al Señor!
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Haces crecer el vino, que alegra el corazón del ser humano.
¡Alma mía, alaba al Señor! ¡Aleluya!” (Sal 104,1.15.35)

En el relato de los emisarios,
que Moisés manda delante a la tierra de la promesa,
se cuenta:
Estos hombres regresaron con una vid
y un racimo de ella tan grande,
que lo tuvieron que llevar en una vara.
Para el pueblo de Dios entonces y también hoy
esta imagen se convierte en imagen del paraíso consumado.

Después, cuando se alcanza el tiempo de plenitud,
Jesús comienza su vida pública
con el milagro del vino en Caná.
En la comida con pan y vino
Él nos deja el signo dichoso de Su presencia
en medio de nosotros.
Y en el Evangelio pascual de hoy
Él se representa a sí mismo y Su comunión con nosotros
en la imagen de la cepa viviente y sus sarmientos.

* De este modo queda claro:
Con Él comienza la nueva realidad de Dios,
con Él comienza el Reino de Dios,
comienza el paraíso.
* Él es la causa de nuestra alegría.
* Se hace evidente que la comunión entre nosotros y Él
es fuente de alegría día tras día.
Pero, al mismo tiempo, se muestra también
que un cristianismo derrotista
en el fondo no tiene nada que ver con Él.

2. Un segundo pensamiento para este Evangelio:
Esta cepa es algo altamente vivo.
En la plenitud de sus frutos se expresa esto:
Vivir en plenitud.
Naturalmente la cepa con toda su fuerza vital
es un regalo de Dios para nosotros.
Pero nosotros podemos colaborar
en el desarrollo de esta vida.
Por medio de nuestra cooperación,
los frutos deben alcanzar la madurez.
La creatividad llena de fantasía,
que se halla en toda vida verdadera,
es al mismo tiempo una imagen para la creatividad,
que integra nuestra fe.

* En la fe no se trata de una especulación intelectual.
* En la fe no se trata de un puro “tener por verdadero”.
*  En la fe tampoco se trata de sumergirse
y descansar en el amor de Jesús.

La vida pascual en la fe es más bien creativa,
crea algo nuevo y lleva los “frutos del Espíritu”,
“Amor, alegría, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fidelidad,
dulzura y dominio de sí mismo.”

Un fruto del Espíritu se muestra en la Lectura
de hoy con Bernabé:
No evita a Saulo, que se convirtió en Pablo,
como hacía la comunidad conservadora de Jerusalem
por puro temor.
Bernabé confía en el Espíritu de Dios,
que no es un espíritu de entumecimiento,
sino un espíritu de transformación,
un espíritu de vida.

El lema de Dios para Pascua reza así:
“¡Ved que hago nuevas todas las cosas!”
En esta nueva Creación del mundo tomamos parte,
si contribuimos a cambiar este mundo:
de modo que el Reino de paz de Dios,
Su Reino de amor,
Su nueva realidad a nuestro alrededor
en esta ciudad, en este país, se hace posible.

Lo contrario es aquella “civilización del tener”,
de la que habla Erich Fromm.
Él denomina esta civilización del tener
una civilización de necrofilia,
un estar enamorado del morir y de la muerte.
El progreso del tener es un paso hacia la muerte.
“¡Tanto tienes, tanto vales!”
¡Nada de eso! Tú solo existes verdaderamente
si tú estás enraizado en un “cultura del amor”.
Solamente éste puede romper la falange de la falta
de consideración y de la rapacidad de nuestra sociedad
del consumo y del rendimiento.

Ciertamente de esto se habla en el Evangelio, cuando Jesús dice:
“Quien permanece en Mí” – por consiguiente, quien permanece en mi amor-
“y aquel en el que Yo permanezco da fruto;
pues separados de Mí no podéis hacer nada.
A quien no permanece en Mí, se le tira como al sarmiento y se seca.
Se reúnen los sarmientos, se les arroja al fuego y se queman.”

3. Aún un tercer pensamiento,
que une en una palabra de moda,
lo que está en todas las bocas.
En informática se habla ante todo de la “red”.
Con ello se quiere significar
a varios ordenadores unidos para intercambio de datos,
en referencia a su enlace.
Pero una “red” puede ser también un enlace
(a modo de red) de varias personas.
Por eso, afirmamos bajo esta denominación de “red”
a casi innumerables asociaciones de personas
que cultivan entre sí un estructurado intercambio
y colaboran estructuradamente
para alcanzar una meta determinada.

En este sentido y según Jesús dice, se podría denominar una red orgánica a cada vid con sus sarmientos.
Esto expresaría que estamos muy interconectados
con Jesús y entre nosotros.
No forman la red elementos individuales,
sino un enlace estructurado dentro de un sistema.
Pablo describe esta interconexión
de los cristianos entre sí y con Cristo
con la ayuda de la imagen del cuerpo
y de sus miembros.
En sus distintas funciones y unidos
con la cabeza que es Cristo,
son todos juntos la Iglesia de Jesucristo.

Como la imagen del cuerpo y de sus miembros,
la imagen de la vid y de sus sarmientos aclara también,
el carácter de la comunidad de los fieles.
Sólo estando unidos unos con otros nuestra fe se hace fértil.
“Fe sí – Iglesia no”
¡esto es un sinsentido!
Un cristianismo individual está en contradicción con el Evangelio.
Más aún:
Todo individualismo en cultivo puro
está en contradicción con la esencia del ser humano,
que es creado a imagen y semejanza de Dios.
Pero Dios es comunión en triple unidad.
Expresado de otra forma: Dios es amor.
Sólo como ser humano que ama
y referido a la comunidad es un ser humano,
verdaderamente ser humano
en el total sentido de la palabra.
Sólo como seres amorosos podemos dar fruto
en el sentido del Evangelio de hoy.
Por eso el mandamiento primero y el más importante es:
“Debes amar al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón,
con toda tu alma,
con todos tus pensamientos.”
Y “debes amar al prójimo como a ti mismo.”
(Mt 22,37-39).
Por ello, Agustín afirma algo de forma afinada,
pero enteramente justificada:
“¡Ama y haz lo que quieras!”
De esta forma siempre actuarás correctamente.

Amén.