Homilía para el día de la Ascensión
Lectura: Hch 1,1-11
Autor: P.Heribert Graab S.J.
Muchos de nosotros somos hoy un poco escépticos
frente a estas canciones de finales de los años 60.
Estas canciones hablan un lenguaje diferente
al de las tradicionales canciones “piadosas” del siglo XIX,
también otro lenguaje que el de las canciones
actuales de los innumerables “nuevos movimientos espirituales”,
que demasiado a menudo dejan traslucir una
piedad evangelical.

Con frecuencia se reprochó a estas canciones
de los años 60 y 70,
que reducían la fe cristiana
a una pura comprensión citerior.
El veredicto sonaba y suena a menudo:
“horizontalismo”.

“¡No miréis hacia arriba!
El Señor está aquí entre nosotros.”
Hemos tomado estas dos primeras líneas de una canción de esta época como declaración nuclear
de la escena de la Ascensión de nuestro pesebre pascual.
¿¿¿”Horizontalismo”???
¿Pura interpretación citerior
del misterio de la fiesta de hoy?

Yo creo que ciertamente esta canción tiene éxito,
por un lado no conduce a las cunetas
de una pura interpretación citerior del misterio de la fiesta de hoy
y por otra parte también evita las cunetas
de un lenguaje elevado, extraño e incomprensible para las personas de nuestro tiempo.

Yo creo que esta canción reproduce bastante exactamente la fe bíblica.
¡Contemplemos los textos bíblicos!

En una comparación de los diferentes textos de Ascensión del Nuevo Testamento damos con lo contradictorio:

La Lectura de los Hechos de los Apóstoles describe
la Ascensión en la comida conjunta en Jerusalem.
Esto quizás interroga a un alma sencilla:
¿Cómo ha llegado a través del techo?
En su Evangelio describe el mismo autor, Lucas,
la misma escena en la cercanía de Betania.
Y en el Evangelio de Mateo, la escena de despedida tiene lugar en una montaña de Galilea.

¿Cómo es esto?
Es evidente que en todas estas descripciones
no se trata de casos dados históricamente.
Repetidas veces ya he dicho en las homilías
que un fotógrafo de nuestra época
– si entonces hubiera existido –
no hubiera captado nada en su carrete o en su tarjeta.

Más bien es exegéticamente correcto:
En todos estos textos se trata
de una interpretación teológica del acontecimiento.
Y este acontecimiento tiene una cualidad espiritual.

Otra vez quisiera recurrir a lo dicho a menudo:
Nos puede ayudar a comprender mejor de qué
se trata, la diferencia en inglés entre
“Sky” y “Heaven”.
En la traducción de la Biblia inglesa,
los hombres vestidos de blanco se preguntan:
“Why do you stand here looking up at the skies?
This Jesús, who has been taken from you will return, just as you saw Him go up into the heavens.”

Expresado de otra manera:
Vosotros podéis abandonar tranquilamente los gorriones en el cielo que veis.
Jesús es ascendido al cielo de Dios,
en Su gloria, en la plenitud de la vida,
que también nos es regalada a nosotros
– en la fe, en el Bautismo, en la Eucaristía –
sencillamente en la comunidad con Jesucristo resucitado y ascendido al cielo.

El Evangelio de Juan no habla en ninguna parte expresamente de la “Ascensión de Cristo”.
Pero en el Evangelio de Juan, Jesús dice a María
de Magdala en la mañana de Pascua:
“¡No me retengas!
Pues aún no he subido al Padre...
a mi Padre y a vuestro Padre,
a mi Dios y a vuestro Dios.”
Ciertamente esto significa Ascensión:
Cristo se sumerge total e irrevocablemente
en la realidad de Dios,
en su ámbito misterioso,
en la esencia profunda de toda realidad,
también en nuestra intimidad,
en nuestro corazón,
donde Él está “más cerca de nosotros
que nosotros mismos”.

Precisamente en el Evangelio de Juan hemos oído uno de los domingos pasados:
“Si alguien me ama, permanecerá en mis palabras,
mi Padre le amará y vendremos y habitaremos en él.”
La canción dice:
“¡Pero se percibe, que Él verdaderamente vive en nosotros!”

Decimos a menudo y con razón:
“¡Dios está en todas partes!” ¡Sí!
Y, sin embargo, al mismo tiempo está justificado,
lo que dice Angelus Silesius, un místico cristiano
del siglo XVII:
“El cielo está en ti.
No lo busques en otro lado,
te equivocarás siempre.”

Otra vez lo mismo es expresado de diferente manera en nuestra Lectura de los Hechos de los Apóstoles:
“Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo,
que descenderá sobre vosotros.”
¡Jesucristo ha vencido ya el mal de este mundo!
Por ello se ha convertido en espacio para el Espíritu de Dios y de Su actuar.
Por ello, se ha hecho espacio para el “cielo de Dios”-
ya aquí y también precisamente en nuestro corazón.

“Horizontalismo” sería decir:
Nuestro amor, nuestra complacencia,
nuestro actuar por la paz –
todo esto se denomina en el lenguaje mitológico “Dios”.

Pero nosotros confesamos como creyentes cristianos:
Que Dios actúa en todo lo que es experimentable
y también en nosotros mismos como un ser personal.
Se le puede hallar, se le puede dirigir la palabra,
podemos hablarle de “Tú” en la oración.
Él nos habla también de muchas formas
cuando dedicamos tiempo y silencio interior
para escucharle;
cuando ponemos distancia
* de la ruidosa agitación de la vida diaria,
* y de toda clase de compras y preocupaciones,
* de la atracción del consumo
* y, sobre todo, de los temores más profundos,
podríamos salir pronto
de las depresiones destructivas
del antiguo dolor y de las heridas.

Todo lo que nos hace ciegos y sordos para Dios,
insensibles para aquel ámbito divino
que llamamos “cielo”.

Cuando nosotros estamos verdaderamente llenos
de un deseo inextinguible,
de una profunda nostalgia de cercanía de Dios
y de la plenitud de nuestra vida
que sólo Él puede regalar,
entonces estamos también preparados para la respuesta que nos da la fiesta de la Ascensión.

Amén.