Homilía para la Fiesta de Pentecostés
27 mayo 2007

Evangelio: Jn 20,19-23
Autor: P. Heribert Graab S.J.
No se puede ver el viento, pero sí percibirlo claramente:
En un día cálido acaricia agradablemente refrescando la piel.
Pájaros y planeadores se dejan llevar por él.
Como viento contrario produce en nosotros resistencia.
Impulsa molinos y molinetes
y crea energía muy valiosa.
Las tormentas de otoño rompen las ramas secas de los árboles.

Los amigos de Jesús han experimentado la venida del Espíritu de Dios en Pentecostés, como un torbellino, como una tormenta:
El Espíritu de Dios formó remolinos en lo acostumbrado de siempre,
abrió las puertas y portones cerrados con cerrojos.
Puso muchas cosas en movimiento:
La desalentadora angustia de los discípulos, Jesús se la quitó sencillamente soplando.
Movió a Pedro y a sus amigos
para comparecer ante las gentes con ánimo
y hablarles de Jesús.
Los hizo capaces de comprender a otras personas y su lengua e incluso de hablar.
Movió a muchas personas para confesar a Jesucristo y ser Sus discípulos.

El molinete está en la fiesta de Pentecostés de este año, en la celebración de la Primera Comunión de nuestros niños y también por la tarde en la celebración de la Confirmación, como signo de que el Espíritu de Dios también hoy es eficaz y mueve a las personas.

No tiene que haber siempre una tormenta en Pentecostés, aunque nosotros la deseemos a veces en la Iglesia, aunque ésta fuera necesaria urgentemente en los próximos días en la cumbre de los ocho grandes en Heiligendamm.
Pero también hay en la Biblia la historia del Profeta Elías:
Cuando Dios se apareció a Elías en el Monte Horeb,
no llegó en la tormenta,
Después de la tormenta, el terremoto y el fuego,
vino un susurro lento y suave.
Y el Señor habló a Elías y le movió a una nueva salida y a un nuevo compromiso en Su servicio.

También en el Evangelio de Pentecostés hemos escuchado esto,
se habla sólo de un “soplo”:
El Cristo Resucitado “sopla” sobre Sus discípulos:
“¡Recibid el Espíritu Santo!”

Este soplo produce un acontecimiento mundial:
En primer lugar la fuerza de la reconciliación,
pero después también el valor para anunciar el Evangelio e insuflar vida a la comunidad de Jesucristo, a la Iglesia, y configurarla responsablemente.

Ciertamente también de esto se trata hoy cuando celebramos juntos Pentecostés,
cuando administramos a uno de nosotros el Sacramento de la Confirmación.

Se trata:
* de que nos dejemos poner en movimiento por el Espíritu de Dios;
* de que confesemos sin miedo y no tan tímidamente a Jesucristo y en crítica solidaridad también a Su Iglesia;
* de crear las condiciones previas precisas para ello:
- de conocer nuestra fe,
   para que Le podamos representar de forma   convincente;
- de vivir nuestra fe,
   para que podamos dar testimonio creíble;
* de abrir la boca e implicarnos
cuando seamos confrontados con la inhumanidad y la injusticia –
tanto en el campo de nuestra vida personal como también en el político:
* de arriesgarnos por la paz
también para perdonar continuamente
y hacer posible la reconciliación;
* de cooperar por un mundo más humano
y por la fuerza del Espíritu de Pentecostés,
contribuir con todo esto a la venida del Reino de Dios.

Amén.