Cuarto Sermón Cuaresmal:
“Los Sacramentos del amor vivido:
Matrimonio y Ordenación Sacerdotal”
24 Marzo 2007

Lectura: Mt 22,32-40
Autores: Marianne Willemsen, Diplomada en Teología y
P. Heribert Graab S.J.
G Los sermones cuaresmales de este año
están encuadrados bajo el tema:
“Los Sacramentos de la Iglesia como “marcas del camino” de nuestra vida.”
Por regla general, hemos reunido dos Sacramentos:
* El Sacramento del Bautismo y de la Confirmación como Sacramentos de la incorporación a la Iglesia.
* Los Sacramentos de la Reconciliación y de la Unción a los Enfermos, como Sacramentos de curación.

Hoy se trata de los Sacramentos del Matrimonio y de la Ordenación Sacerdotal.
Aquí más de uno se puede preguntar extrañado:
¿Qué tienen que ver estos dos juntos?
En el catecismo universal de la Iglesia católica estos dos Sacramentos están reunidos como “Sacramentos del Servicio”.
En los temas de nuestros sermones cuaresmales hablamos de los “Sacramentos del Amor”.
En la preparación de este diálogo-sermón acordamos, que también se podía decir: “Sacramentos de la Entrega”.

Probablemente el interés de la mayor parte de nuestras y nuestros oyentes está en primer lugar en el Sacramento del Matrimonio.
Por consiguiente, situamos al principio este Sacramento.

Aquí se hace en primer lugar la pregunta:
¿Por qué la Iglesia católica entiende el matrimonio como un Sacramento?
Ciertamente aquí en Göttingen – en una ciudad marcada por el protestantismo –
esto no es en absoluto natural.
Finalmente el matrimonio es a los ojos de Lutero
una “cosa profana”.
La Ilustración da un paso más y hace del matrimonio un contrato revocable.
Si somos sinceros
en Alemania podemos hablar de una crisis de sentido del matrimonio entre los católicos.
También entre los católicos el matrimonio ha perdido su significado.
Muchos contemplan el matrimonio sólo como una unión social, que está caracterizada por los sentimientos.

Incluso en el Biblia, en el Antiguo Testamento, el matrimonio no es otra cosa que un contrato de derecho privado.
Una dimensión religiosa no le corresponde,
aunque el Antiguo Testamento se esfuerza en comparar el matrimonio entre hombre y mujer con la Alianza de Dios con Su Pueblo.

W ¿A qué mensaje liberador y creador de vida
aludimos ahora cuando hablamos del matrimonio como Sacramento?

¿Qué más es el matrimonio que un contrato de derecho civil o una unión de acuerdo con los sentimientos?

El matrimonio tiene su origen en el orden de la Creación:
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza.
Como hombre y mujer los creó Dios (Gn 1,27)
Él los creó diferentes y en su diferencia, sin embargo, formando un conjunto.
Un aspecto, que en la Teología del Matrimonio se olvida frecuentemente:
Antes de toda unidad anhela cada uno de los dos cónyuges ser aceptado tal como es:
En su diferencia sexual, en su identidad personal, con todas su manchas y faltas.
Allí donde se origina el deseo de correspondencia, de aceptar al otro de igual modo,
de darle seguridad y protección,
crece la nostalgia de cercanía experimentable, sensual y erótica.

Jesús mismo anuda esta experiencia humana fundamental:
“Serán una sola carne.
Por consiguiente, ya no son dos, sino uno solo.
Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.” (Mc 10,8-9)

Ambos cónyuges deben formar una unidad,
sin que desaparezca su diferencia.
Deben proporcionarse el uno al otro vitalidad y crecimiento y descubrir juntos el gusto de crecer uno junto al otro.
Ellos pueden desarrollar juntos lo que es puesto básicamente por la Creación en cada uno en particular.
Pero al mismo tiempo quizás experimenten la más antigua y afectiva forma de comunidad humana y
de unidad matrimonial:
La experiencia de la unión profunda en la corresponsabilidad para la felicidad y el logro de la salvación del otro.
Y la aventura de un camino continuamente desconocido, palpitante, conjunto.

G ¿Y dónde está aquí la diferencia con una simple vida en común?

W El amor conyugal es más que un sentimiento.
Es más que una jaula dorada,
en la que tengo que satisfacer las esperanzas y necesidades del otro.
Y es más que la atención a los hobbys conjuntos,
a lo que se posee y a los hijos.
Es imagen del amor de Dios mismo,
que se hace unidad en la triple diferencia
de las tres Personas en infinita y amorosa entrega.

G En el matrimonio también se despliega dentro de la Creación el misterio de la Alianza amorosa de Cristo con toda su Iglesia.
La promesa matrimonial es comprendida a menudo en analogía con la promesa bautismal:
Como santa e irrefutable unión en el amor de Dios.
A esto corresponde desde Dios la elevación y consagración del contrato matrimonial por medio de Cristo como un signo de la gracia.
El matrimonio se convierte por la fe en un proyecto de vida, en una forma de vivir el amor sencillamente –
aunque también continuamente haya personas que no responden a esta exigencia.

W Pero una forma tal de amor matrimonial
sólo la puede vivir
quien no depende del cónyuge como de un realizador de necesidades.
Sólo quién él mismo está enraízado en el amor de Dios,
quien experimenta desde allí seguridad, ternura, consuelo y confianza puede entregarse a sí mismo sin exigir o sin caer en el vacío.

Así comprendido, se efectúa en el matrimonio aquello que la Iglesia como comunidad acuña en grande.
En los primeros tiempos se han desarrollado desde este amor pequeñas “Iglesias domésticas”, -aproximadamente como la del matrimonio Priscila y Aquila en Éfeso.
En el entorno vital de estas “iglesias domésticas” estaban grandes familias en las cuales entonces y aún hasta en la época moderna contaban varias generaciones y también toda la “servidumbre de la casa”.
Se entraba en tales comunidades para compartir las alegrías de la vida,
para anunciar mutuamente el Evangelio,
para celebrar la Eucaristía en conjunto.
En sentido moderno eran pequeñas comunidades relacionales.

También nosotros hoy, por regla general, estamos situados con nuestra familia en un múltiple trenzado de relaciones:
Con otras familias, con amigos y, gracias a Dios, también con parientes, incluso aunque la mayoría de las veces no vivan juntos en una casa.
Pero las relaciones en nuestra época se establecen y se viven ya no sólo en la cercanía espacial,
sino frecuentemente con la ayuda de múltiples medios de comunicación modernos.

G Y esto ¿qué tiene que ver con el matrimonio?

W Donde el matrimonio se establece como familia,
se añaden con los hijos pequeñas personalidades, más tarde grandes.
La diferencia crece y como en el matrimonio permanece la tarea de la unidad.
Pero por la fe cristiana vivida, la familia se convierte en prototipo de lo que se efectúa en toda la vida eclesial:

* Allí, donde en la familia y en las relaciones además se lleva conjuntamente alegría y sufrimiento y en la fe se vive y se celebra conjuntamente, surge
“Communio – Comunidad”.

G * Donde se ora conjuntamente,
donde se bendice mutuamente,
donde las fiestas son comprendidas y celebradas desde la fe,
acontece eclesialmente la liturgia.

W * Cuando adultos y niños hablan conjuntamente de su fe;
cuando los asuntos diarios se cuestionan desde
lo que en ellos es visible de la fe cristiana
(¿Qué tiene que ver el fútbol con Dios?),
pero también allí donde los niños como los adultos hacen sus propias experiencias y se explican críticamente con las formas de la fe actual,
se trata de “Martyria” –
por consiguiente, de lo que verdaderamente significa el anuncio...

G * Cuando p.e. la carga de la enfermedad y de la necesidad se lleva conjuntamente,
cuando la atención a los padres ancianos se carga sobre los hombros y esto con frecuencia
más allá del más estricto círculo familiar, esto es naturalmente “Diakonia – servicio a los demás”.

¡Esto hace Iglesia!
Y el centro de cristalización, la fuente de energía o también el elemento de concentración de esta “Iglesia en pequeño” es la comunión de amor del matrimonio.

W La familia tiene tanto más éxito según mi experiencia, cuanto más crecen conjuntamente
los cónyuges más allá de sí mismos.
Cuando abandonan el temor, la fuerza y el control y aceptan a sus hijos como cristianos y cristianas de igual valor que a veces piensan y viven de forma diferente,
pueden en la aventura llegar a ser familia incluso para los que buscan, los que aprenden y los obsequiados.
Así la familia es el punto de cristalización, en el que se realiza el sacerdocio común por el Bautismo y la experiencia original de la Iglesia,
Y en la que participan los niños y los adultos con los mismos derechos e igual valoración.

G Sí, y desde aquí verdaderamente sólo hay un pequeño paso para el “sacerdocio especial”, que se proporciona por medio del Sacramento de la Ordenación Sacerdotal.
No sólo se trata en el “Iglesia doméstica” de los servicios de la liturgia, de los martyria, de la diaconía y de la comunión,
sino precisamente en la Iglesia como universal en la comunidad del “pueblo de Dios peregrino”.

Y ciertamente en la comunidad mundial se trata también y sobre todo de aquella unidad en la diversidad,
de la que ya hemos hablado.
Aquí no es solo cada uno y cada una en particular, una única personalidad con muy diferentes cuños.
Se trata también de la diversidad de tradiciones nacionales y culturales, de razas y colores
y no por último de las situaciones sociales.
Entre otras cosas, por medio de la globalización
son tenidas en cuenta hoy todas estas diferencias hasta en la iglesia local.

W Se trata de reunir todas estas diferencias en la unidad – y esto no por medio de la marginación y tampoco por la “palabra autoritaria desde arriba:
“Tenéis que pensar, hablar y hacer lo que yo diga.”

El camino de Jesucristo es más bien ser buscador de huellas del amor de Dios en los seres humanos,
para desplegar estas huellas diferentes en cada uno en particular y
para atar todo esto en común.
Después también es posible verdaderamente celebrar la unidad de la diversidad en Comunión y Eucaristía.

G Un llamamiento sobresaliente y una misión para el servicio en la unidad de la diversidad del Pueblo de Dios la tiene el Obispo – junto con los sacerdotes – que participan en su misión.
Ya en la época neotestamentaria fue esta misión la que Jesús confió a Sus Apóstoles,
para transmitir a sus sucesores
mediante la imposición de manos y la oración.
Aunque ellos mismos son miembros
del “Cuerpo de Cristo” que es la Iglesia,
representan al mismo tiempo a Jesucristo mismo que es la “Cabeza”.

W Le representan a su propio modo:
Finalmente Él no quiso ser el soberano de este mundo ni tampoco de Su Iglesia.
Esta tentación Él la ha resistido expresa y vehementemente.
Él se comprendió más bien como “Diácono” para la salvación de los seres humanos
y, en especial, como servidor de los pobres, de los enfermos y de los marginados.
Él ejercitó Su oficio de Pastor,
dirigiéndose a personas muy diferentes
y partiendo de su situación concreta.

G Entre el signo de la praxis vivida por Jesús está también el llamamiento de los Obispos y de los sacerdotes.
Éstos son enviados en el seguimiento de Jesús para desempeñar el servicio en la unidad del Pueblo de Dios, sobre todo en la celebración de la Eucaristía y de la Comunión, pero también en el anuncio y en la diaconía.

En el Sacramento vivido de la Ordenación Sacerdotal se hace hoy “corporalmente” visible, presente, interpelante y experimentable el amor de Jesús.
En este sentido, este Sacramento es un Sacramento de servicio, de amor y de entrega.

Amén