Homilía para el Quinto Domingo de Cuaresma (B)
2 Abril 2.006
1ª Lectura: Jr 31,31-34
2ª Lectura: Hebr 5,7-9
Evangelio: Jn 12,20-33
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Las Lecturas de este día abordan temas diferentes.
Sin embargo, un tema se extrae de las tres Lecturas –
un tema tildado como “pasado de moda”: “Obediencia”.

En la Lectura veterotestamentaria del profeta Jeremías se habla de una forma no expresa de la obediencia.
Pero evidentemente se trata de ella,
cuando Dios pone en boca del Profeta:
“Pondré mi Ley en su interior
y la escribiré sobre sus corazones.”

La Lectura neotestamentaria
hace dos afirmaciones sobre la obediencia:
Cristo mismo “ha aprendido la obediencia por el sufrimiento”.
Y nosotros ganamos la “salvación eterna” por medio de la obediencia.

Una afirmación nuclear del Evangelio dice finalmente:
Por medio de la “obediencia” de Jesús – ciertamente en la hora de Su Pasión –
el Padre es glorificado.
Luego también se trata de nuestro seguimiento de Jesús.
Ambas afirmaciones se hacen presentes,
sin que la palabra “obediencia” se diga expresamente.

Como queda dicho – “obediencia”  en nuestro entorno social es más bien una palabra indeseable:

* En nuestra pedagogía juega un papel muy secundario – si acaso.

* En el vivir diario profesional bajo la presión de las relaciones del mercado de trabajo, la obediencia tiene con frecuencia un significado existencial:
Aquí significa con frecuencia en la praxis:
“obedeces o te vas.”
La palabra “obediencia” ciertamente se evita
a ser posible.
Tampoco hoy es elegante ser desacreditado
como patriarcal o incluso autoritario.

* En la política además pasa por no democrática.
Y naturalmente no cuadra en una sociedad que se tiene por liberal e ilustrada.

Cuando en la Sagrada Escritura se habla de obediencia,
entonces se trata ciertamente – como también hoy –
en primerísima línea de la obediencia frente a Dios.
Las personas y, por desgracia, también la Iglesia
han entendido mal esto continuamente.
Demasiado rápidamente, las personas en el pasado
- y la Iglesia con frecuencia hasta el día actual-
han pedido para sí mismas obediencia en nombre de Dios.
Con ello, han prestado su aportación a una evolución, que ha conducido hasta hoy a un creciente vacío de Dios.
Pero, donde Dios no tiene ya ningún sitio en una sociedad,
en general es muy difícil fundamentar la obediencia.

En una sociedad marcada por la fe
- algo así como en el ideal de la sociedad bíblica-
los preceptos de Dios proporcionan aquellos valores,
que dan orientación a las personas para su propia vida y para su vida en común con los demás.
Por ello en ninguna época han bastado las “leyes” –
Tampoco las leyes del Sinaí escritas sobre Tablas de piedra.
Por eso, se dice en la Lectura de Jeremías:
“Pondré mi Ley en su interior
y la escribiré sobre sus corazones.”

Ciertamente en ello está el problema de una legislación liberal-positivista:
No tiene ninguna fundamentación interna;
está únicamente fijada en infinitos artículos
y no “vive” en los corazones de las personas.

Consideremos tranquilamente el ejemplo actual de la Rütli-Schule de Berlín:
Todo el mundo imputa la culpa a la situación a los “extranjeros” y su falta de integración.
Pero digamos sinceramente:
¿¿¿En qué fundado sistema de valores deben integrarse estos jóvenes y sus padres???
Éstos lo perciben probablemente de forma inconsciente:
En general aquí no hay ningún sistema de valores firme en este Berlín secularizado hasta la médula,
en el que la fe en Dios es una palabra extraña y
la clase de Religión algo totalmente privado –
ley fundamental por aquí, ley fundamental por allí.
¿De dónde pueden salir de aquí convincentes y también atrayentes valores para personas de una cultura extranjera?
¿Aproximadamente de un humanismo hueco que, por una parte, no puede negar sus raíces en la tradición cristiana,
pero que por otra parte se ha separado radicalmente de las raíces?

Para esta sociedad sólo hay un remedio:
El remedio de la conversión,
como prescribía Jeremías a la sociedad de su tiempo.
Se trata de evitar la frecuente ruptura de la Alianza con Dios,
y volverse a la Nueva Alianza,
que Dios ofrece por sí mismo no sólo al Israel de entonces,
sino también a nosotros hoy:
“Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis Mi pueblo”.

Cuando los preceptos de Dios vivan de nuevo en nosotros mismos y también en nuestra sociedad,
como los vivía este Jesús de Nazareth
y estaban escritos sobre Su corazón,
entonces también nosotros conoceremos de nuevo,
que la glorificación de Dios y
la “salvación” de la humanidad,
de la que tratan ambas Lecturas,
no son cosas opuestas,
sino las dos caras de una misma moneda.

De nuevo tenemos que reconocer
que la obediencia para con Dios
no es, por así decirlo, una carga impuesta “desde fuera”,
sino que esta obediencia nos constituye a nosotros mismos,
porque somos creados a imagen y semejanza de Dios.
Conforme a esto una “autorrealización” se deshace de Dios y de sus preceptos, una contradicción en sí misma.
Ésta sólo puede conducir a una creciente inhumanidad
y finalmente terminar en el caos.

La Cuaresma como un tiempo de conversión
está ya a punto de terminarse.
Quizás ahora tenemos ya que decir:
Esta Cuaresma 2.006 - ¿fue otra vez una posibilidad perdida?
¡Aún tenemos catorce días!
¡ “Pondré mi Ley en su interior
y la escribiré sobre sus corazones.”
Aprovechemos este tiempo – en todo caso por nosotros mismos!
¡Son las doce menos cinco!
Podemos confiar en que Dios
también sea misericordioso con nosotros.