Homilía para el Cuarto Domingo de Cuaresma
26 Marzo 2.006
Lectura: Ef 2,4-10.
Evangelio: Jn 3,14-21
Autor: P. Heribert Graab S.J.
En relación con una conferencia del Prof. Dr. Sabine Pemsel-Maier
de la Escuela Técnica Superior Católica de Freiburg
(Dogmática y Pedagogía de la Religión)
El filósofo y teólogo judío Martin Buber
cuenta una historia de gran actualidad del
Rabbi Menachem:
Un día oyó el Rabbi en Jerusalem
que un hombre en el Monte de los Olivos tocaba fuerte la trompeta.
Este toque anuncia según la fe judía la venida del Mesías.
En seguida se difundió por la ciudad la agitada noticia:
¡La salvación está aquí!
Sin embargo, cuando el Rabbi abrió su ventana
y miró comprobando, supo en seguida:
¡Aquí no hay ninguna salvación!

Cuando nosotros abrimos nuestra ventana y
echamos una mirada a este mundo, nos sucede algo parecido:
Vemos por todas partes injusticia, opresión, sufrimiento múltiple, poder y muerte.
¡Aquí no hay ninguna salvación!

Y, sin embargo, en nuestra Iglesia se habla permanentemente de salvación:
En cada Misa, en la confesión de una culpa,
en la memoria de la muerte salvadora de Jesús en la Cruz,
en el Sacramento de la Reconciliación –
permanentemente está presente el tema de la salvación.

También los textos de este Domingo hablan sin excepción de esto:
* En la oración colecta se dice:
“Oh Dios, Tú has reconciliado de modo maravilloso a la humanidad Contigo.”
* En la Lectura se dice:
“Dios nos ha hecho vivir con Cristo, estando nosotros muertos por nuestros pecados.
Por pura gracia nos ha salvado.”
* La aclamación, antes del Evangelio habla de ello:
* Dios ha entregado a Su Hijo, para que todo el que crea, tenga la vida eterna.
* Y en el mismo Evangelio se cumplirá exactamente esto:
“El Hijo del Hombre tiene que ser elevado
para que todo el que crea, no perezca,
sino que tenga la vida eterna y
para que el mundo se salve”
* En la oración sobre las ofrendas se trata del sacrificio de Jesús que dona la salvación al mundo y vence la muerte.
* Y finalmente el prefacio:
“Tú nos das la fuerza en este mundo perecedero,
para conseguir la salvación imperecedera”

Este denso mensaje de salvación parece que se lo lleva el viento:
Incluso para nosotros los creyentes cristianos no dice mucho – si somos sinceros.
Tanto más no llega ya ni siquiera a las personas de fuera.

¡Ya es maravilloso!
que las personas hoy sigan teniendo la necesidad e incluso la nostalgia de “salvación”.

Pero muchas personas intentan,
hasta procurar la salvación y hasta producirla.
Hay una gran abundancia de ofertas, prácticas y técnicas, que liberan a las personas y deben conducirse por sí mismas.
También la fe en la reencarnación trata de la autosalvación;
y ésta se difunde también en nuestra cultura – incluso entre los cristianos.

La moderna disposición de ánimo y nuestra sociedad del rendimiento
no tienen manifiestamente nada en el sentido
de que por uno se puedan salvar los otros.
Esto hace difícil a la Iglesia anunciar la fe en la salvación por medio de Jesucristo.

* A esto se añade que el lenguaje anticuado de la Iglesia ya no es comprensible.

* A esto se añade que la “salvación” en la Iglesia desde hace mucho tiempo quedó reducida a la salvación del pecado.

Esta estrecha mentalidad se halla ya en la ardiente pregunta de Martín Lutero:
“¿Cómo recibo yo a un Dios indulgente?”

* A esto se añade que el discurso de la Iglesia sobre la actuación salvadora de Dios con frecuencia no corresponde a una praxis correspondientemente salvadora de la misma Iglesia.
El trato de la Iglesia a los divorciados, por ejemplo,
o también las estrechas ideas de moral sexual,
no resultan precisamente como “salvadoras”,
sino más bien como “gravosas”.

Hablamos de salvación en la Iglesia y
quisiéramos naturalmente que las personas por medio de la fe también experimentasen la salvación.
Entonces, en primer lugar, tenemos que preguntarnos lo que preocupa a las personas hoy.
¿De qué quisieran ser salvadas, de qué quieren ser liberadas?
Y ¿qué perspectivas les puede abrir a ellas el mensaje cristiano?

En nuestra sociedad es casi todo posible.
En ella se hallan posibilidades monstruosas.
Pero aquí se produce también una monstruosa presión.
No solamente puedo sino que tengo que configurar mi vida, avanzando sin depender de nadie.
Fracaso y naufragio en esta comprensión de la autorrealización no están previstos.
Déficit y fragmentarismo no cuadran con la exigencia de perfeccionismo actual.
Y ciertamente de esta exigencia quisieran los seres humanos ser “salvados”.
Y sobre ello podría muy bien dar una respuesta el mensaje cristiano:
Nuestro mensaje de salvación dice a saber:
¡Dios acepta al ser humano como es!
Su valor no depende del mérito y tampoco de la autorrealización exitosa o fallida.

Luego hoy es apenas posible –incluso para los cristianos- sustraerse a esta orientación radical.
Pronunciado o no pronunciado rige:
¡Esta vida es la última oportunidad!
Pero donde el cielo permanece cerrado para los seres humanos,
están obligados en cierto modo a buscarlo y crearlo en la tierra.
Y esto es una empresa sumamente fatigosa.
porque el ser humano exige demasiado.
Esto no puede funcionar.

Frente a esto el mensaje cristiano de salvación
habla de la esperanza y de la resurrección y de una vida eterna en plenitud con Dios.
Esto no es de ninguna manera una consolación barata para el otro lado,
pues este mensaje no nos quita la responsabilidad con este mundo y con nuestra propia vida aquí.
Pero nos libera de la presión,
tanto como sea posible, de “buscar” fuera de esta vida.

A pesar de toda arbitrariedad de nuestro tiempo,
nuestra sociedad también produce múltiples coacciones.
Por este motivo, la nostalgia de los seres humanos de libertad y arbitrariedad,
de autonomía y autodeterminación,
nunca fue tan grande como hoy.
Por esto, salvación significa también esencialmente
salvación de las coacciones y de las falsas dependencias.

Desde estas realidades tendríamos que reflexionar más de nuevo sobre el mensaje de Pablo:
“Jesucristo nos ha liberado para la libertad.”
Nosotros tendríamos que demostrar que este mensaje puede ser vivido,
sin caer en el puro subjetivismo
ni en el insolidario individualismo.

Se trata de percibir aún más conscientemente
otra nostalgia del ser humano actual:
La nostalgia de una vida en totalidad.
Vida en totalidad significa:
Identificarme conmigo mismo,
vencer el desgarramiento interior.
Expresado bíblicamente: ser “salvado”, o sea,
llegar a ser “salvado”.
Jesús nos ha precedido,
en cómo asemejarse a una vida en totalidad, salvada.
En Él podemos tomar medida.

Para ello se toman ahora algunos aspectos,
que en nuestro mensaje cristiano de salvación tienen que llegar a discutirse:

* La salvación tiene muchas dimensiones
 no puede reducirse a una única dimensión –
y tampoco a la dimensión del pecado y de la culpa.

* La salvación significa para los seres humanos llegar a ser salvado
y esto es idéntico a llegar a ser en totalidad.

* La salvación significa liberación de todo
lo que puede hacer fracasar al ser humano:
de los miedos, Machtstreben, falsa ambición,
pero también de la amenaza exterior y de la desgracia.

* Una dimensión de salvación – pero no la única –
es también la liberación del pecado y de la culpa.

* La salvación de la culpa y el llegar a ser salvado del ser humano no son cosas completamente diferentes, sino dos caras de una misma moneda.
Ambas están relacionadas estrechamente,
porque la relación del ser humano con Dios determina también a la vez su relación consigo mismo, con su entorno y con sus prójimos.

* La salvación se refiere a todo el ser humano
y le abarca totalmente.
No se trata sólo de un acontecimiento interior, espiritual.
La salvación también tiene una dimensión muy concreta corporal.

La liturgia de Cuaresma y de los días pascuales ya cercanos a nosotros nos hablará siempre de nuevo de salvación.
Reflexionemos entonces sobre una amplia comprensión de la salvación,
para que la palabra de la salvación nos alcance verdaderamente.
Finalmente ¡también nosotros mismos somos seres humanos de nuestro tiempo!

Amén.