Homilía para el Domingo Segundo
de Adviento del ciclo litúrgico C

9 Diciembre 2018
Evangelio: Lc 3,1-6
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Hay personas que nos muestran el camino de Navidad.
Incluso se podría decir:
Hay personas concretas que son para nosotros luces
en el camino a través de las tinieblas hacia aquella Noche, en la que resplandece para nosotros sencillamente la Luz:
en la Encarnación de Dios,
en el Nacimiento de Jesús en el establo de Bethelehem.

Por segunda vez:
-Hoy, en el segundo domingo de Adviento-
el Evangelio del domingo sitúa en el punto central
una de estas figuras luminosas del Adviento:
Juan Bautista.

Pero no ilumina él solo el camino de Adviento.
Las cuatro velas de la Corona de Adviento no son suficientes,
si quisiéramos encender una vela para cada figura luminosa de este tiempo anterior a Navidad.
Naturalmente debiéramos comenzar por María, la Madre de Jesús.
Además ya en la tradición bíblica, las luces de Adviento de muchas profetisas y profetas son luminosas,
las luces de Isabel y Zacarías,
las luces de San José y –sobre todo en Colonia no olvidemos- las luces de los “Tres Reyes” de Oriente.

Además la Iglesia o mejor sobre todo creyentes cristianos, personas sencillas han descubierto santos
en el calendario eclesial del tiempo de Adviento,
que se convirtieron para ellos en luces resplandecientes
en el camino a través del Adviento.
Con frecuencia hay leyendas, que llegan al quid de la cuestión sobre en qué medida algunas personas se convierten en marcas luminosas para otros,
en su caminar a través de la obscuridad.

Así cuenta la leyenda del martirio de Santa Bárbara,
que durante su cautiverio mojó con gotas de agua de su bebedero una rama seca de cerezo.
En los últimos días de su vida,
ya conocedora de su condena a muerte, halló consuelo
en que esta rama seca florecía en su celda, y Bárbara dijo:
“Parecías muerta, pero has florecido para la vida hermosa.
Así también yo floreceré para la Vida nueva y eterna.”

Por medio de esta leyenda, personas creyentes recuerdan en la imagen bíblica de la rama de Jesé muerta, al Mesías que procede de ella como nuevo y vivo retoño.
Esta imagen es actual en todas las épocas:
pues en todos los tiempos la humanidad y también el pueblo de Dios está amenazado por los poderes obscuros de la muerte y espera la salvación, la nueva vida
mediante el Adviento, la llegada del Señor.

Esta semana hemos celebrado al santo Obispo Nicolás como otra imagen luminosa de Adviento.
Ustedes conocen alguna de las muchas leyendas,
que se cuentan de él:
Sobre todo la leyenda del milagro del grano,
por el que Nicolás salvó a los habitantes de Myra
de una muerte segura por hambre.
Ésta y otras leyendas presentan a Nicolás como a alguien
al que el amor de Dios a los seres humanos proporcionó manos y pies.
De este modo se hizo experimentable por medio suyo
la Encarnación de Dios y además la encarnación del ser humano.
El nos da fundamento para la esperanza en un mundo más humanizado.

Todavía un tercer ejemplo:
El próximo jueves (13 de diciembre)
celebra la Iglesia la fiesta de Santa Lucía.
Aunque Lucía como mártir de los primeros tiempos del cristianismo vivió y murió en Sicilia,
fue venerada más tarde en los países nórdicos, en Suecia.
La causa fue que el nombre de “Lucía” significa “Luz”.
El día de Lucía era, antes del calendario de la Reforma,
el día más obscuro del año.
Por tanto, se celebraba en el día de fiesta de Lucía
el “regreso de la Luz”.

Además la leyenda de Lucía cuenta:
Lucía aprovisionaba con alimentos en la época de la persecución de cristianos a los perseguidos en sus escondrijos.
Para tener sus manos libres para esta dedicación
en la estrechez y obscuridad de las catacumbas,
llevaba en la cabeza una corona de luces.

En referencia a esto, en Suecia una joven el 13 de diciembre lleva como Lucía una túnica blanca,
un echarpe rojo y una corona con velas.
Así regala a los niños en las familias,
visita instalaciones sociales
y también con frecuencia, acompañada por sus compañeras, entra en el servicio divino en la obscura iglesia.
Anuncia la proximidad del nacimiento de Cristo,
que es verdadera Luz del mundo.
En diciembre, en Suecia hay pocas horas de luz.
Naturalmente esta situación otorga a la fiesta
un significado muy especial.
Lucía es no sólo una santa de Adviento,
sino textualmente una “figura de luz” en esta obscura época del año.

El interior de nuestras ciudades y sobre todo
los mercados navideños resplandecen en estos días
con una verdadera plenitud de luz.
Hay cristianos que lo critican fuertemente en parte
y sólo ven en ello una comercializazión del Adviento.
Yo aceptaría de forma más constructiva esta plenitud luminosa prenavideña,
y, en el sentido de las “figuras luminosas” del Adviento como punto de partida comprendería el mensaje navideño:
¡Tenemos todo el fundamento para celebrar la fiesta del Nacimiento de Cristo!
Él es la verdadera Luz del mundo:
Sólo Él puede vencer y vencerá toda obscuridad,
de la que quisiéramos escapar en estos días de plenitud luminosa.
Por medio de Él “Todos los seres humanos contemplarán la salvación de Dios”.
Ayudemos lo más posible a muchos prójimos
a comprender todas las muchas luces como
mensaje de salvación navideño. Amén.

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