Homilía para el Domingo Cuarto de Adviento
del ciclo litúrgico A

18 Diciembre 2016
Lectura: Is 7,10-14
Evangelio: Mt 1,18-24
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Ideas (y formulaciones) en gran parte según Reinhard Stürber (en “Rorate”, Hrs. Guido Fuchs, Pustet Regensburg 2004, pág. 156 ss).
El mensaje de este domingo reza así:
“Ved, la joven concebirá un niño,
le nacerá un hijo
y le pondrá por nombre Emmanuel
-Dios con nosotros-.

Para comprender mejor algo del sentido
de este mensaje, puede ser ayudadora
la contemplación muy meditativa de una canción
de Adviento:
“María anda a través de un bosque de espinas”.
Cantemos juntos ahora la primera estrofa:

“María anda a través de un bosque de espinas.
¡Kyrieleison!
Maria anda a través de un campo de espinas,
¡que en siete años no tuvo ningún follaje!
Jesús y María.

Desbrozarse un camino de espinas,
no es seguramente ningún paseo.
Las espinas son impedimentos, bloquean el camino, hacen heridas.
Las espinas garantizan extinción, muerte y esterilidad.

María, sin embargo, lleva en su cuerpo
el dulce milagro de una nueva vida a través del bosque de espinas.
Con más agudeza no se puede imaginar el contraste.

Ya hace siete años este bosque de espinas no tiene vida.
El número simbólico ‘siete’ representa un largo tiempo inimaginable,
en el que ninguna fuerza vital puede triunfar contra la muerte.
Lo que Dios ha creado bueno y lleno de vida,
el ser humano lo ha entregado a las fuerzas de la muerte:
No sólo ‘los pecado ambientales’ pueden convertir al tierra en un bosque de espinas,
más aún genera la falta de amor y el odio entre los seres humanos y el No al Dios de la vida.
Espinas y cardos pervierten el mundo
y lo entregan a la muerte.

Por esta necesidad gritamos “¡Señor, apiádate – Kyrie eleison!”
Nosotros podemos confiar:
Dios no deja solo al ser humano,
cuando se enreda en matorrales de espinas.
Él está presente. Con amor ardiente lo quiere liberar.
Como le aseguró a Moisés en la zarza ardiente:
“Yo soy el que está aquí”.
María lleva en su interior al Cristo de Dios en este mundo amenazado por la muerte.

¿Qué llevaba María bajo el corazón?
¡Kyrieleison!
Un pequeño niñito sin dolores,
es lo que llevaba María bajo su corazón.
Jesús y María.

El pequeño niño bajo el corazón de María
es el Salvador del mundo, la vida misma.
María Le lleva a través del bosque de espinas.
Y aquí sucede lo inesperado, el milagro:
“Las espinas portan rosas.”
Florece una nueva vida – entonces y continuamente en la historia,
y también hoy – hasta el final de los días,
si a nosotros –por medio de Él- nos es regalada
la plenitud de la vida.

El milagro de la transformación lo podemos experimentar ya ahora,
si logramos ánimo para exponernos a las espinas,
y nos hacemos vulnerables.
El camino de la no violencia es más o menos,
el que los cristianos animosos continuamente
han andado,
y el que el Papa Francisco nos encarece en el día de la Paz Mundial, el 1 de enero,
este camino de la no violencia es un camino,
que tiene una tal fuerza transformadora.
Y naturalmente el amor nos puede transformar día a día y no sólo en Navidad.
No es una casualidad que regalemos rosas como signo de amor.

¡Hoy en día las ‘rosas del amor’ cultivadas no tienen espinas!
Pero esto debiera hacernos reflexivos:
Pues precisamente este Jesús,
al que María llevó a través de un bosque de espinas,
fue oprimido al final de Su vida en este mundo
con una corona de espinas.
De este modo las espinas se convirtieron en símbolo de un amor indefenso y no violento,
que llega hasta la muerte.
La muerte no tiene la última palabra:
Los aguijones de la muerte han perdido su espanto
por medio de la resurrección de Jesús.
“Muerte ¿dónde está tu aguijón?”,
preguntará Pablo en la Primera Epístola a los Corintios.

La llegada del Salvador a nuestro mundo y
Su victoria pascual han transformado este mundo
de una vez para siempre:
El bosque de espinas tiene ahora rosas.

Aquí las espinas llevan rosas;
¡Kyrieleison!
¡Cuando el niñito era llevado a través del bosque,
las espinas tenían rosas!
Jesús y María.
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