Homilía para el Domingo Tercero de Adviento
del ciclo litúrgico A

11 Diciembre 2016
Lectura: Is 35,1-10
Evangelio: Mt 11,2-11
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Adviento es siempre una invitación a nosotros mismos:
”Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos.”
Esta invitación en el profeta Isaías suena así:
“Una voz clama: ¡Abrid un camino al Señor a través del desierto!”
¡Trazad en la estepa una calzada recta para nuestro Dios!.
Que todo valle sea elevado
y todo monte y cerro rebajado.
Vuélvase lo escabroso llano,
y las breñas planicie.” (Is 40, 3-4)

El desierto inhóspito y misantrópico es en Isaías algo así como un símbolo que contrasta con el Adviento. El desierto garantiza soledad y abandono,
hambre, sed, impotencia,
destrucción y muerte.
El desierto se considera además como el espacio existencial de los representantes de un mundo antihumano.
Aquí hay animales como chacales, escorpiones, leones, serpientes y langostas,
Los cuales son también demonios enemigos de la vida.

En sentido figurado, el ‘desierto’ corresponde también a los ámbitos de caos y zonas de muerte creadas por el propio ser humano.
Hasta el día de hoy hablamos de guerras que producen muerte y destrucción,
ciudades y todas las comarcas culturales abandonadas como ‘desiertos’.
Piensen actualmente p.e. en Aleppo o Mosul.

Pero también toda persona individual puede convertirse en ‘desierto’
sea porque otras personas la destruyen en su ser como persona;
sea porque ella misma se echa a perder –
por ejemplo, por las drogas o también en general
por el ‘pecado’.

Silencio

Con este fondo, describe ahora Isaías
la transformación del desierto en un lugar de salvación por la aparición de la gloria de Dios
en la vida que crea la venida de su Mesías,
de Su Cristo.
Ahora puede alegrarse el desierto y
la estepa llenarse de júbilo,
porque se transforma en un paraíso floreciente,
en el que incluso el ciego verá de nuevo,
y el paralítico puede saltar como un ciervo.
De esta simbólica de vida nueva se trató el domingo pasado, uniéndola a la imagen del tronco nuevo y verde, que nace del tronco podrido.

Silencio

Hoy se añade una nueva imagen de esperanza de Adviento:
En la Lectura de este tercer domingo de Adviento
no habla Isaías sólo de un mundo más seguro en el desierto, sino de un camino sin peligro, incluso santo, por el que incluso los inexpertos no se puedan extraviar,
por el que más bien todos los salvados por el Señor
logran la meta correcta y el júbilo total hacia Sión, la ciudad de Dios.
Ningún animal de presa, ningún salteador de caminos se les pondrá en el camino.
Más bien todos ellos están llenos de la “alegría eterna”.
Me sorprende en este antiguo texto de Isaías el peso que tiene el aspecto de la ‘seguridad’,
un aspecto, que también hoy para el ser humano
y, en consecuencia, para la actual política es de primordial importancia.

Pero en esta Lectura Isaías pone el acento en el valor de que: ¡El camino seguro a través del ‘desierto’ de este mundo y de nuestra vida es totalmente obra de Dios, Su regalo de Adviento!

Silencio

Sin embargo, algunas páginas después sigue –igualmente en Isaías-, el texto, que estaba al comienzo de estas reflexiones para el tercer domingo de Adviento:
“¡Allanad un camino a través del desierto para el Señor!
¡Construid en la estepa una calzada plana para nuestro Dios!”
Lo que en primer lugar suena como una contradicción tiene sentido absolutamente:
Ciertamente es la calzada santa a través del desierto,
por la que nosotros podemos ir de camino hacia la meta de nuestra vida –hacia la ‘ciudad de Dios’ o también hacia el paraíso-
un regalo de Dios para nosotros, por tanto Su obra.
Pero, por otra parte, es tarea nuestra cuidar esto,
para que Dios tenga acceso a nosotros
y que Él sea bienvenido en nosotros.
Adviento significa también ‘Cultura de bienvenida’.
Y esto no sólo en sentido ‘religioso’.
Jesús le da mucha importancia a decirnos:
“Él mismo nos encuentra también en cada extranjero!

¡Por tanto, démosle la bienvenida!
Y preparémosle el camino
para que Él también pueda llegar a nosotros.
Quitemos del camino todo
lo que Le pueda cerrar el acceso hacia nosotros.
¡Abrámosle nuestras puertas!
‘Adviento’ tiene un doble significado:
Dios quiere en Su Encarnación llegar a nosotros.
Al mismo tiempo preparémosle el camino y abrámosle nuestras puertas,
para que él pueda venir a nuestro mundo y a nuestra vida.

Amén
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