Homilía del Segundo Domingo de Adviento
del ciclo litúrgico A

4 Diciembre 2016
Lectura: Is 11,1-10
Evangelio: Mt 3,1-12
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Hoy nos puede ayudar como impulso para Advento una canción.
El texto procede de Wilhelm Willms,
la música de Ludger Edelkötter:
“Todos los capullos se abren, comienzan a florecer”.

Esta canción figura entre las llamadas ‘nuevas canciones espirituales’
y, como tal, es también muy conocida;
pero, sin embargo, apenas se considera como canción de Adviento.

Nosotros la vamos a cantar al comienzo muy consciente y reflexivamente como una canción para Adviento:

Todos los capullos se abren, comienzan a florecer.
Todas las noches son claras, comienzan a arder.
Los capullos florecen, las noches arden.
 
Todas las personas en el mundo comienzan a compartir.
Todas las heridas en el mundo comienzan a curarse.
Las personas comparten, las heridas se curan.
Los capullos florecen, las noches arden.

Todos los ojos se abren, comienzan a ver.
Todos los paralíticos se incorporan, comienzan a andar.
Los ojos ven; los paralíticos andan.
Las personas comparten, las heridas se curan,
los capullos florecen, las noches arden.

Todos los mudos de todas partes comienzan a saludar.
Todos los muros muertos y duros se convierten en suaves y dejan pasar.
Los mudos saludan, los muros dejan pasar,
los ojos ven, los paralíticos andan,
las personas comparten, las heridas se curan,
los capullos florecen, las noches arden.

En seguida se evoca en las primeras estrofas la profecía de Isaías, que hemos escuchado en la Lectura ahora mismo:
“Del tronco de Jesé saldrá un retoño,
un vástago brotará de sus raíces.”

Isaías es el padre de David, que es la figura ideal de un rey en Israel.
Pero el reino davídico está destruido, el Reino del Norte se ha ido a pique.
La existencia de Jerusalem está amenazada por los asirios.
A cualquier sitio que se mire:
guerra y violencia, destrucción y opresión.

En esta angustiosa situación el profeta Isaías promete
un nuevo comienzo regalado por Dios,
por así decirlo, una nueva primavera,
una vida joven que brota del ‘tronco’ ya dado por muerto y podrido del pueblo de Israel.
O decimos mejor y totalmente en el sentido de Isaías:
Verdor que brota y una nueva plenitud de flores
del tronco de la humanidad,
que continuamente y hasta el día de hoy
lo hace todo para aniquilarse a sí misma.

Este nuevo comienzo, este capullo que se abre, no es una idea,
ni una nueva constelación política de poder;
es más bien una persona concreta, el ser humano enviado por Dios,
el Enviado de Dios, el Ungido de Dios (el ‘Christos’), Mesías, Salvador.
El cual tiene en el Nuevo Testamento y para nosotros como  cristianos un nombre: Jesús de Nazareth, el Cristo de Dios y el Liberador y Salvador de toda la humanidad y del cosmos en general.

Él es ‘el que ha de venir’ también hoy:
Adviento/Llegada a nuestro mundo marcado por la muerte:

Todos los capullos se abren, comienzan a florecer.
Todas las noches son claras, comienzan a arder.
Los capullos florecen, las noches arden.
Los capullos florecen, las noches arden.

Silencio

Los seres humanos parecen continuamente llenos de nostalgia por el Mesías prometido.
Por eso acuden en tropel para escuchar la predicación de Juan ‘el Bautista’,
el que anunciaba al que tiene que venir.
(Él decía de sí mismo: “El que vendrá después de mí es más fuerte que yo y yo no soy digno ni de desatarle la correa de Sus sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego.” (Mt 3,11)
“¡Preparad el camino al Señor! ¡Allanadle los senderos!” (Mt 3,3)

Pero en la prisión de Herodes, también Juan fue atacado por dudas y estaba lleno de nostalgia del Mesías.
Él envió a dos de sus discípulos a Jesús con la siguiente pregunta:
“¿Eres tú el que debe venir o tenemos que esperar a otro?
Jesús les contestó:
Id e informad a Juan de lo que veis y oís:
Los ciegos ven de nuevo y los paralíticos andan;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen;
los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio.” (Mt 11,3-5)

Pero esta respuesta de Jesús la da la canción de Ludger Edelköptter a todos los que buscan hoy
y a los que sufren dudas y también a nosotros:

“Todas las personas en el mundo comienzan a compartir.
Todas las heridas en el mundo comienzan a curarse.
Todos los ojos se abren, comienzan a ver.
Todos los paralíticos se incorporan, comienzan a andar.”

Silencio

De Ludger Edelkötter procede también un musical con el título: “De camino hacia el país de la promesa”
En este camino hacia el país de la promesa nos encontramos personas, que de nuevo ven, y comienzan a compartir;
nos encontramos con paralíticos, que se levantan y
de nuevo comienzan a andar.
En este camino al país de la promesa experimentamos
que las heridas están curadas.

Y, sin embargo, esta canción de Adviento
no es ningún llamamiento a más humanidad,
ninguna amonestación para compartir o para curar.

Esta canción es más bien una expresión totalmente sencilla de la confianza y expresión de una fe imperturbable en que también hoy sucede Adviento,
que el Mesías, el Cristo de nuestra fe, y el Salvador de nuestra vida viene – aquí y hoy,
y que lo podemos construir por la promesa de un ‘mundo sano’, por la promesa del Reino de Dios que viene – de forma inquebrantable, a pesar de todo lo que parece oponerse.

Amén.
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