Homilía para el Segundo Domingo de Adviento,
ciclo litúrgico A
, 8 Diciembre 2013
Lectura: Is 11,1-10
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Estrechamente unido a la historia de la ciudad de Hildesheim y sobre todo a la Catedral de Hildesheim
está el milenario rosal del ábside de la Iglesia Catedral.
En un bombardeo durante la segunda guerra mundial en Marzo de 1945 se quemó el rosal y quedó enterrado entre los escombros.
A los sobrevivientes de esta catástrofe les pareció
un milagro que los restos del rosal produjeran nuevos brotes.
Este milagro del rosal se convirtió entonces para muchos habitantes de Hildesheim en un signo de esperanza en una nueva vida:
¡Nuestra ciudad, nuestra Iglesia y todos nosotros tenemos también futuro ante la faz del gran desastre!

La Lectura del Isaías del tronco de Jesé,
del cual brota un joven retoño me recuerda
esta historia.
Una de nuestras más queridas canciones navideñas retoma el motivo de Isaías y hace del retoño una rosa:
“Ha nacido una rosa de una raíz delicada…”
Ciertamente en el segundo plano de la Lectura de hoy no está en absoluto un delicado idilio navideño:
este cepellón bíblico se pudre realmente ante
los ojos de Isaías:
El pueblo de Dios, la humanidad en su totalidad,
se ha equivocado ante los poderes de la muerte.
Todos son culpables. Ninguno puede existir.
Pero entonces llega la promesa de Dios:
“Del tronco de Jesé crecerá un retoño”.
De un tronco sin  vida
-quiere decir Jesé, el padre de David y todos nosotros-
nacerá un vástago floreciente.

Sieger Köder ha pintado el tronco muerto:
 


También del tronco muerto de Sieger Köder florece una rosa.
“Ella es como una señal para los pueblos”:
Llegará un tiempo de forma inevitable,
en el que el Mesías de Dios golpeará a los violentos
sólo con el “bastón de Su palabra”;
un tiempo, que estará lleno de justicia por el Espíritu del Señor; un tiempo de paz, de amor y de fidelidad.

Y después en el texto siguen estas maravillosas imágenes que desde hace siglos hasta el día de hoy
continuamente ofrecen consolación y despiertan esperanza:
“Entonces vivirá el lobo con el cordero,
la pantera se tumbará con el cabrito,
el ternero y el leoncillo pacerán juntos;
un muchacho pequeño cuidará de ellos.
La vaca vivirá con el oso,
sus crías se acostarán juntas;
el león comerá paja como el buey,
el niño de pecho jugará
junto al escondrijo de la serpiente,
el recién destetado meterá la mano
en la hura del áspid.
Nadie causará ningún daño
en todo mi monte santo,
porque el conocimiento del Señor
colma esta tierra
como las aguas colman el mar.”

Con mucha frecuencia de se puede y se debiera leer y escuchar este texto,
contemplar estas imágenes espléndidas y llenas de esperanza o también cantarlas con nuestras antiguas y nuevas canciones de Adviento.
Nosotros estamos convencidos por la fe:
Estas imágenes que parecen ser imágenes de ensueño,
estas imágenes han sido realidad:
El propio Hijo de Dios encarnado, Jesucristo,
es realmente la señal para todos los seres humanos y pueblos, la señal del reino de paz que despunta.

¡Déjanos escuchar esta señal!
¡Abre todos nuestros sentidos para reconocerla!
¡Anunciemos y vivamos el mensaje de todas
estas imágenes de Adviento, en nuestra familia,
en nuestra sociedad!
Después podemos también experimentar
en nuestra época, como muchas imágenes
están llenas de la realidad de Dios:
     La imagen del joven retoño de la vida desde una raíz podrida:
     la imagen del rocío que hace comenzar a florecer los desiertos;
     la imagen de la roca y de la arena del desierto, de donde brotan aguas frescas;
     la imagen de la noche que –a pesar de toda apariencia- se desvanece
     y la de la estrella de la mañana que anuncia un día claro.

Yo quisiera inspirarles a ustedes hoy para que se tomen en estos días de Adviento tan a menudo
como sea posible tiempo para contemplar nuestras maravillosas canciones de Adviento con todas estas imágenes bíblicas y a cantarlas solos o acompañados en rondas prenavideñas.

Amén.