Homilía para el Domingo del Bautismo de Jesús,
ciclo litúrgico A
, 12 Enero 2014
Lectura Is 42, 5a. 1-4.6-7
Evangelio: Mt 3,13-17
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Hemos escuchado el Evangelio original de la fiesta de la Manifestación del Señor:
“Se abrió el cielo,
Jesús vio descender sobre sí el Espíritu de Dios como una paloma,
y una voz del cielo dijo:
Este es mi Hijo amado,
en el que he hallado complacencia.”

Por tanto, se describe una visión muy personal
de Jesús:
Él ‘ve’ el Espíritu de Dios:
Él escucha una voz del cielo.
No se dice lo que los seres humanos de su entorno perciben.
Sólo el Bautista parece haber entendido lo que aquí sucedió, ya que da fe de ello según el Evangelio de Juan:
“Vi que el Espíritu bajaba desde el cielo como
una paloma y permanecía sobre Él.”
Juan el Bautista da fe de ello después:
“Él, que me envió para bautizar con agua,
me dijo:
Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y que permanezca sobre él, éste es el que bautizará con el Espíritu Santo. Esto he visto y doy testimonio de ello: Él es el Hijo de Dios.” (Jn 1,32-34).

La ‘Manifestación del Señor’ no parece haber sido en absoluto
un acontecimiento espectacular para el público.
Más bien se nos transmite en el Evangelio de hoy
la visión de la vocación y de la misión de Jesús.
Ciertamente se atestigua esto a través de Juan,
por el que Jesús, como tantos otros, se dejó bautizar.

Por tanto, se describe sólo una parte de la ‘Manifestación del Señor’:
La iniciativa de Dios, con la cual Él conciencia
al ser humano Jesús de Nazareth de quien es Él y con esta iniciativa  le saca de la seguridad de Nazareth y Le envía como Mesías a los seres humanos.
Después la ‘Manifestación del Señor’ se desarrolla en las consecuencias de esta revelación de Dios en el Jordán y se hace también experimentable para nosotros.
Más tarde, Jesús mismo llega al quid de la cuestión de esta segunda parte de la ‘Manifestación el Señor’, dedicada al mundo, en lo que Él contesta a la pregunta de Juan desde la cárcel:
“¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro?
Jesús les respondió: Id y contad a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
Los ciegos ven de nuevo, los cojos andan;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen;
los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia
el Evangelio.
Dichoso el que no se escandalice de Mí.” (Mt 11,3-6)
En todos estos ‘signos’ el amor de Dios se hace experimentable para los seres humanos;
en todos estos ‘signos’el amor y la gloria de Dios
aparecen en medio de nosotros en el mundo.
En todos estos signos se realiza la promesa de Isaías,
que hemos escuchado en la Lectura:
Este Jesús es Luz para los pueblos,
Él abre los ojos a los ciegos,
saca a los presos del calabozo
y libera a todos los que están atrapados
en la obscuridad.

En consecuencia, también se consideran algunos relatos de los Evangelios sobre ‘signos’, que Jesús realizaba, como Evangelios de la ‘Manifestación del Señor’- comenzando por las bodas de Caná hasta Jesús caminando sobre el lago de Genesareth sacudido por la tempestad
o Su curación de un leproso-
todo en textos de la liturgia de estos días festivos.

Naturalmente nosotros tenemos todo fundamento para celebrar llenos de alegría el Bautismo de Jesús.
Este acontecimiento marca una época de transición como bien.
Nosotros contamos los años de la nueva época desde el nacimiento de Jesús;
pero ambos están estrechamente unidos:
Ciertamente ya el Nacimiento y antes aún
la Encarnación de Jesús, son una ‘Manifestación del Señor en este mundo’-
los pastores y los sabios lo atestiguan.
Pero con el Bautismo de Jesús, la presencia de Dios
entra en nuestro mundo humano desde su ocultamiento y su fuerza transformante se hace experimentable para todos los que tienen ojos y oídos:
la nueva Creación, el nuevo ser humano, una nueva calidad de vida toman figura en el mensaje de Jesús, en Su persona y en Su vida y precisamente en los ‘signos’ que Él pone.
“Ved que Yo hago todo nuevo.”
Esta promesa es segura y verdadera.
Se ha cumplido. (cf. Ap 21,5-6)
Y esta nueva realidad se desarrolla cada vez más-
¡hasta en nuestros días!
El alegre mensaje de la fiesta de la ‘Manifestación del Señor’, se celebrará también hoy en el día de
Su Bautismo.

Este día del Bautismo de Jesús contiene aún otro alegre mensaje:
Lo que dice la voz del cielo es válido en primer lugar y sobre todo para este ser humano Jesús de Nazareth;
“Éste es mi Hijo amado, en el que he puesto mis complacencias”
Pero estas palabras son dichas también para cada uno de nosotros:
“Tú eres mi hijo amado, en el que he puesto mis complacencias.”
“Tú eres mi hija amada, en la que he puesto mis complacencias.”

Yo no creo que esta interpretación sea presuntuosa.
De todos modos Pablo dice en la Epístola a los Gálatas de sí mismo:
“Ya no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí.” (Gal 2,20)
Igualmente en la Epístola a los Gálatas se dice:
“Todos vosotros, los que habéis sido bautizados en Cristo, habéis sido revestidos de Cristo.” (Gal 3,27).
Y Pedro dice en su prédica de Pentecostés que
todo bautizado recibe el don del Espíritu Santo
(Hch 2,38).
También nosotros hemos recibido en el Bautismo el don del Espíritu Santo, en cierto modo como Jesucristo en Su Bautismo en el Jordán.

Por tanto, también podemos referir totalmente a nosotros aquellas palabras “del cielo”:
“Tú eres mi hijo amado, mi hija amada”.
¡Vayamos ahora con esta alegría en esta semana!
Vuelvan a leer la Lectura de hoy y pregúntense lo que significa concretamente para cada uno de nosotros, cuando se dice que el ‘Siervo de Yahwé’,
el ‘nuevo ser humano’, por tanto ‘en Cristo’:
  • no quiebra la caña cascada,
  • Él no extingue el pabilo vacilante,
  • Él trae verdaderamente la justicia,
  • Él es Luz para los seres humanos,
  • Él abre los ojos ciegos,
  • Él ayuda a las personas a salir fuera de sus obscuridades.

Amén