Predigt Homilía para el Domingo del Bautismo de Jesús
13 Enero 2013
Evangelio: Lc 3,15-16.21-22
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Algunos pensamientos para esta homilía se hallan en diferentes aportaciones de Matthias Morgenroth en Publio-Forum Extra “Navidades”, Nov./Dic. 2009.
Aunque yo no comparta todas las posiciones teológicas sostenidas allí, yo deseo recomendar
el cuaderno, (todavía en venta) en su totalidad.
‘Los viejos romanos’ expresaron de este modo una sabiduría profundamente humana:
“Tempora mutantur, nos et mutamur in illis”-
«Los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos ».
Así somos nosotros:
Conforme a nuestra naturaleza estamos conectados
a un tiempo cambiante.
Nada permanece como es- ni siquiera nuestra fe,
pero en ella se trata de verdades ‘eternas’.
Lo que ya no cambia, no vive.
También una fe rígida (por ejemplo una fe fundamentalista) es finalmente una fe muerta.
Las tradiciones más antiguas de la fe cristiana
dan testimonio sobre todo de la muerte y
la resurrección de Jesucristo.
Ellas reflejan la consternación personal de las discípulas y discípulos tempranos de Jesús
por la muerte violenta de su Maestro.
Y, sobre todo, reflejan la experiencia liberadora
del mensaje pascual del ángel en la tumba:
“¡No temáis!
Yo sé que buscáis a Jesús, el Crucificado.
No está aquí; pues ha resucitado, según lo había dicho.” (Mt 28,5-6)

Ya muy pronto –y ciertamente aceptado hasta el día de hoy– experimentaron y experimentan los cristianos el mismo destino que su Maestro.
Así el mensaje pascual se convirtió en el motivo existencial de su esperanza.
y ante la amenaza de muerte de la vida humana,
la fe en la resurrección es y continúa siendo
el núcleo de la fe cristiana.

Bajo el peso de la miseria agobiante y
de las epidemias que hacen estragos,
personas creyentes de otras épocas encontraron consuelo mirando al Cristo en la Cruz con-sufriente.
Pensemos, por ejemplo, en las cruces de la peste de la Edad Media, en la piedad de la Pasión de esta época y en muchas representaciones del
Varón de Dolores.
También este aspecto de la fe es con seguridad igualmente actual para muchas personas hoy.

Luego hubo siempre épocas, en las que los seres humanos soportaron penosamente la carga de la culpa y de la conciencia de pecado.
No sólo Martín Lutero ansiaba un ‘Dios clemente’.
Muchos de ellos contemplaban a Cristo crucificado ‘por nuestros pecados’.
Para su fe, Su ‘muerte por el pecado era salvadora’,
Su ‘sacrificio’ en la Cruz era importante para nuestra salvación.
Este aspecto de la fe cristiana juega hasta hoy
un importante papel en nuestros textos litúrgicos y en la doctrina de la Iglesia.
Ciertamente a la mayor parte de las personas hoy y también a los cristianos creyentes les falta el acceso a una comprensión como ésta de la fe-
precisamente en una época de inmensa culpa.

Muchos observadores tienen la impresión de
que la fe tradicional se disuelve cada vez más,
la Cruz de Jesucristo pierde significado vertiginosamente, incluso la Pascua degenera en una superficial fiesta de primavera,
y entre tanto toda la vida se seculariza del todo.
En la Iglesia se ha clamado intensamente contra
esta evolución y se puede sacar la impresión de
que el anunciado Año de la Fe o de la llamada a la nueva evangelización es el resultado de tales lamentaciones y quiere tomar medidas contra la ‘pérdida de la fe’.

Hoy estamos al final del tiempo de Navidad y celebramos con el Bautismo de Jesús otra vez
‘la manifestación del Señor’.
Lancemos otra vez una mirada a este tiempo festivo.
Fue festivo no sólo para el círculo interno de las Iglesias cristianas.
Fue también festivo, aunque con diferentes acentos,
para la mayor parte de las personas de nuestra sociedad.
Incluso cada vez más musulmanes se van dejando contagiar por la festividad navideña.
Me resulta demasiado breve, descartar sencillamente en público el eminente significado del tiempo de Adviento y Navidad con términos peyorativos
como ajetreo navideño y comercio.

Finalmente ocultamos detrás de todo esto
lo que también a nosotros nos perturba con frecuencia, los valores religiosos profundos
de la tradición creyente cristiana:
* ‘entre los años’ se trata de tomar un respiro
en el estrés diario,
un poco de descanso y también de reflexión
para entrar brevemente dentro de sí mismo;
* las Navidades intentan como mínimo tomarse alguna vez tiempo para los amigos y la familia.
Por eso en estos días se experimenta la soledad como algo especialmente opresivo.
* Más que en otras épocas se celebra la vida durante los días de fiesta.
Se trata de ser amable con las personas queridas y olvidar lo más posible las preocupaciones cotidianas.
* Estos días son especialmente de nostalgia de amor y de disposición para obsequiar amor-
incluso si esto desde hace mucho tiempo no tiene éxito.
* Finalmente la mayor parte de las personas comprenden la abundancia de luces en su significado simbólico.
Ellas ven también detrás del alumbrado festivo de las calles y plazas invernalmente obscuras,
el sentido más profundo de aquella ‘luz en las tinieblas’, que los creyentes cristianos reconocen en la estrella de Bethlehem e interpretan como la luz divina del Niño Jesús.

También nosotros como cristianos somos hijos de nuestro tiempo:
Si somos sinceros, también tenemos problemas
con algunos artículos de nuestra confesión de fe,
por ejemplo con éste: “Fue crucificado por nosotros”.
Por el contrario, la fiesta de Navidad se ha convertido para muchos de nosotros en la fiesta más importante de nuestra fe.
Sentimos esta fiesta no tan esencialmente de forma diferente a la de nuestros contemporáneos,
Pero la comprendemos y la interpretamos desde la fe cristiana.
Esta fiesta anuncia a un Dios, que viene al mundo,
sin condiciones, como un regalo, un regalo de amor.
La resplandeciente luz de esta fiesta sale del pesebre:
“Luz que se nos aparece; Niño ante el que nos arrodillamos.”
Esta fiesta nos anuncia a un Dios,
“que hoy  finalmente está en Su Reino celestial y nos regala a Su Hijo…
Finalmente Él hoy está de nuevo a la puerta del hermoso paraíso;
el querubín ya no está.
Gloria y alabanza a Dios.”
Por tanto, ¡el mensaje de salvación como mensaje de Navidad!

Y de nuevo este mensaje navideño en la fiesta de la Epifanía del Señor- el segundo punto culminante de la fiesta de Navidad, que celebramos también hoy con el Evangelio del Bautismo de Jesús:
“Sobre Él se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre Él visiblemente en forma de una paloma, y una voz desde el cielo dijo:
Tú eres mi Hijo amado, en Ti tengo puestas todas mis complacencias.”
Por tanto, una vez más –como un acorde final del tiempo de Navidad– el alegre mensaje del cielo que se abre y del Espíritu de Dios, que sobre esta tierra de nuevo ‘puede aterrizar’.

El mensaje de Navidad contiene ya el núcleo y el centro de nuestra fe.
Quizás debiéramos intentar comprender auténticamente de nuevo la fe cristiana desde
la Navidad.     
Quizás entonces nos resultaría también más fácil darle un peso propio a esta vida de aquí, a esta vida previa a la muerte.
Porque en esta vida Dios se encarnó, en esta vida Él se manifestó y fue atestiguado por el Espíritu.
Y nosotros estamos en esta vida abrazados por un Dios, que viene al mundo.
Desde este planteamiento navideño probablemente también sería posible más fácilmente testimoniar nuestra fe en el mundo actual.

Amén.