Homilía para la Festividad de la Epifanía del Señor
6 Enero 2013
Evangelio: Mt 2,1-12
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Fiesta de la Manifestación del Señor – dice la Iglesia.
Fiesta de los Tres Santos Reyes – dicen los habitantes de Colonia.
Ellos tienen toda la razón para ello:
Los Tres Santos Reyes han contribuido de modo esencial en el pasado a hacer de Colonia
uno de los centros de peregrinación más famosos
de la Cristiandad –
después de Jerusalem, Roma y Santiago de Compostela.
Sólo este hecho ha arrastrado a nuestra ciudad
una enorme cantidad de dinero.

También aún hoy es la catedral de Colonia el lugar de interés turístico más visitado de Alemania:
Anualmente se registran seis millones de visitantes de todo el mundo.
Y desde hace mucho tiempo, no todos vienen
por el extraordinariamente hermoso edificio gótico
o por ser patrimonio cultural de la humanidad de la UNESCO.
También vienen hoy innumerables personas
por el relicario de los Tres Reyes y el mensaje
de la estrella de Bethlehem, a la que los Reyes,
es decir, ‘los Magos de Oriente’ siguieron entonces para adorar al Niño en el pesebre,
‘Manifestación del Señor’ en este mundo.

No se puede decir que los habitantes de Colonia estén agradecidos por esto:
Hasta los años 60 del siglo pasado, tuvieron día libre los escolares de Colonia, un último resto de la fiesta de los Patronos de la ciudad.
De esto ya no queda nada en la opinión pública municipal.
La secularización y el desconocimiento de la historia, han golpeado también de forma descuidada en la ‘santa Colonia’.

A la vista del Evangelio de hoy, este desarrollo no es ciertamente sorprendente.
Finalmente ya se anuncia en Mateo
lo mucho que llevaban a contrapelo Herodes y
las áreas de influencia de su época el homenaje
al ‘Rey recién nacido’.
La peregrinación de los ‘Magos de Oriente’ hacia Bethlehem tuvo como consecuencia finalmente incluso el asesinato de los niños inocentes
para arrancar de cuajo desde el principio
el mensaje de la estrella y la posible realización
de las antiguas promesas.

Esto fracasó por el momento;
pero algunos años más tarde tuvieron éxito
los mismos círculos de poder
para llevar a la Cruz al ‘Rey de los judíos’ y
de todo el mundo, adulto entretanto.
Ciertamente Su mensaje de amor, de paz y de justicia no se hundió en absoluto,
muy al contrario:
Se expandió como un reguero de pólvora alrededor del globo terráqueo.
Pero todos los que en los siglos siguientes abogaron por este mensaje de forma consecuente, se vieron continuamente abandonados a persecuciones sin ningún miramiento.
¡Sólo en el pasado año 2012,
alrededor de 105.000 cristianos fueron asesinados
por causa de su fe!
Nosotros pensamos en silencio:
¡Esto es malo! Pero ¡está muy lejos de aquí!
Y, sin embargo hay una conexión:
Como mínimo nuestra indiferencia nos aleja,
como de cosa secundaria, de las persecuciones
de cristianos en alguna parte del mundo.
Y de forma claramente más inmediata,
esta indiferencia es una causa del distanciamiento progresivo del llamado mundo cristiano del mundo de la fe cristiana.

¿Qué hacer?
Quizás debiéramos igualar a los ‘Tres Santos Reyes’:
Mantener la mirada en la estrella de Bethlehem hoy
y descubrir nuevamente su fuerza luminosa.
También en la época de los aparatos de navegación necesitamos estrellas para la orientación.
Hay innumerables:
en las banderas de los estados,
en las hombreras de los generales y no en último lugar, la estrella de la Mercedes como símbolo
de todo un sistema económico.

Ya los seres humanos de los tiempos bíblicos sabían también que las estrellas resplandecen rápidamente
y aún más rápidamente se apagan.

Israel había hecho en su historia traumáticas experiencias con estas estrellas que ascienden y
de nuevo bajan:
Las antiguas profecías de Isaías sabían, por ejemplo, del hundimiento y del pasado de grandes potencias al modo de Babilonia:
“¡Cómo eres derribada por el cielo,
tú resplandeciente estrella de la mañana!”

Mateo también conoce la promesa del vidente Balaam:
“Una estrella saldrá de Jacob.” (Nm 24,17)
En tiempos de Mateo, Babilonia era el Reino del Este, ya hacía largo tiempo convertido en desierto.
Y ciertamente desde allí – por el desierto- vienen los Magos en busca de la nueva estrella de la mañana, que finalmente ofrecerá al mundo la Luz verdadera y la salvación eterna.
Esta nueva estrella de la mañana ya no está sometida al ascenso y descenso cambiante.
Su Luz es constante,
ofrece orientación a la larga –
orientación para mi vida personal
y para la vida del mundo.

Cuando los Magos finalmente encontraron esta estrella luminosa y la siguieron,
sucedió en ellos algo, que según las palabras de la Segunda Carta de Pedro, que también debe suceder en nosotros, si hoy celebramos esta fiesta de la
Manifestación del Señor:
“La estrella de la mañana sale en vuestros corazones,” (1Pe 1,19)

Yo deseo que esto nos suceda hoy en la fiesta de la Manifestación del Señor a todos nosotros y a todas las personas y sobre todo a aquellos que, en nuestra época, tienen fuerza e influjo.
Entonces se hará visible a todo el mundo:
La estrella de Bethlehem es la estrella de la paz,
de la justicia y del amor de Dios.

Amén