Homilía para el primer día de Navidad de 2011
Evangelio: Jn 1,1-5.9-14
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Imagen: Marc Chagall “Luz es tu Palabra para mis pasos”; Sankt Stephan, Mainz


Probablemente ninguno de ustedes mandaría esta postal de Marc Chagall como tarjeta de Navidad.
Naturalmente el judío Marc Chagall trata sobre todo de temas veterotestamentarios.
También aquí está un versículo sálmico en el fondo de una de las magnificas vidrieras de St. Stephan de Main.
Pero yo veo en esta imagen una de las imágenes más hermosas de Navidad;
una imagen sugestiva para la Misa festiva de este día y para su Evangelio de la Palabra de Dios encarnada.

Les invito a contemplar conmigo esta imagen a la luz del Evangelio.
Comencemos por abajo a la derecha con un detalle aparentemente muy poco significativo:
Un pequeño velero lucha con las olas en mar abierto e intenta mantener el rumbo.
Nubes obscuras se levantan sobre el velero.
Este pequeño velero nos representa a nosotros, a nuestro barquito existencial.
Nos dice:
El Evangelio de esta Misa festiva navideña tiene algo que ver con nosotros y con nuestra vida.

El mensaje es anunciado por un ángel:
A través de él, por así decirlo, se adentra la luz divina del cielo –
en todas las obscuridades de nuestra vida.
¿Qué apaga la luminosidad de este ángel?
Marc Chagall opina que esta luminosidad reposa en el libro de la Sabiduría de Dios, que el ángel lleva en las manos y nos ofrece a nosotros.
“Sabiduría de Dios” es mucho más que la Ley de Dios;
es Su “Palabra”, en la que Él mismo está presente.
Incluso nosotros, seres humanos, cuando decimos palabras aquí y allá, no sólo comunicamos algo de nosotros, sino a nosotros mismos,
cuanto más es válido esto para Dios:
¡Su Palabra es “Dios de Dios”, “Luz de Luz”, “Dios verdadero de Dios verdadero”!
Así lo hemos oído en el Evangelio de hoy,
así lo confesamos cada vez cuando pronunciamos
la gran confesión de fe.

Escuchemos otra vez el núcleo del Evangelio:
“Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba en Dios
y la Palabra era Dios.
En Él estaba la vida,
y la vida era la luz de los seres humanos,
y la Luz ilumina en las tinieblas.”

Ciertamente Marc Chagall ha comprendido esto –
aún cuando no tenga ante la vista el Prólogo del Evangelio de Juan,
sino el maravilloso versículo del Salmo 119:
“Luz es tu Palabra para mis pasos
y Luz en mi camino.”

Por eso, coloca este candelabro supergrande
- el “Menora” del Templo salomónico -
ante sí, delante de este ser humano,
que se sienta en la arena del océano
y está absorto en un libro-
naturalmente en el libro de la Palabra de Dios.

El candelabro ante él simboliza
la luminosidad singular de la Palabra de Dios:
El faro irrenunciable para el “barco de la vida”.
Luz para nuestros pasos
y luz para nuestros caminos.

Naturalmente en Marc Chagall también suenan los demás versículos de este Salmo sobre la Palabra de Dios:
Aproximadamente:
“Enderézame mediante tu Palabra.” (Sal 119,28)
o: “Hazme vivir mediante tu Palabra” (Sal 119,25)
y: “¡Ábreme los ojos para lo maravilloso de tu Sabiduría!” (Salmo 119,28).

Pero Marc Chagall también conoce naturalmente
el versículo:
“El ser humano no vive sólo de pan,
sino de toda palabra,
que salga de la boca de Dios.” (Dt 8,3)

Y nosotros podemos celebrar hoy llenos de alegría,
que la Palabra de Dios, Dios mismo se ha encarnado,
en uno de nosotros, que está muy cerca de nosotros,
al que nosotros podemos comprender,
en el que nos podemos confiar.

¡Palabra de Dios –encarnada-
valioso obsequio del Amor de Dios!
Causa de toda nuestra alegría,
fundamento de nuestra esperanza,
plenitud de la salvación!

Motivo suficiente para decirnos
unos a otros en estos días continuamente:
¡Felices Pascuas!

Amén