Homilía para el Domingo del Bautismo de Jesús (Epifanía)
8 Enero de 2011
Evangelio: Mc 1,7-11
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La Navidad “usual” desde hace tiempo ha quedado reducida entre nosotros.
Ahora podemos reflexionar sin ruidos sobre la Navidad.
Nos quejamos no totalmente sin razón sobre el “horror del consumo” en Navidad.
En esto nos ha metido Martin Lutero,
“quitando” a San Nicolás como portador de regalos
y poniendo en su lugar a “Cristo Señor”.
Pero si Lutero hubiera experimentado
lo que sucede hoy,
se hubiera apartado de esto con espanto.

También otros deploran el sentimentalismo,
con el que entre nosotros se celebra a menudo
la Navidad.
De ello somos culpables nosotros mismos:
Hemos convertido en fuertemente románticos
los relatos navideños del Evangelio de Lucas,
con la vista puesta en el “dulce Niñito” del pesebre
e incluso en la pobreza de su nacimiento
y hemos dejado de lado que esta pobreza tiene ya relación con la Cruz del Gólgota.
Y el teológicamente sobrio Evangelio de Navidad
de Juan, que está en el centro de la Misa del día,
lo sentimos muchos de nosotros como molestia
en el ambiente navideño.

Ahora celebramos, como ya anteayer, el 6 de Enero,
la fiesta de Navidad, teológica e históricamente original:
Epifanía, manifestación del Señor a este mundo,
en medio de nuestra realidad diaria
y también en medio de toda la miseria, de toda la maldad y de toda la desolación de este mundo.

Los relatos de la infancia del Evangelio de Lucas
juegan en esta fiesta original de Navidad
sólo un papel muy subordinado.

En el centro se halla más bien el Bautismo de Jesús:
Este Jesús de Nazareth se pone en la fila de los “pecadores”, que siguen la invitación de Juan
para el Bautismo penitencial en el Jordán.
Jesús se hace solidario con ellos.
Ciertamente en este momento se abre el cielo sobre Él y el Padre Le confirma como Su Hijo amado,
que envía a este mundo.

El significado de esta página de “Navidad” como Epifanía es subrayado en la historia de la liturgia,
para que este misterio se celebre varios días y
para que se enlace con varios Evangelios.
A los Evangelios de la Epifanía pertenece en segundo lugar, la historia de los tres magos,
que siguen la estrella.
Ellos proceden de las tres partes del mundo entonces conocidas.
Ellos atestiguan la Epifanía de Dios a todo el orbe.

En tercer lugar se halla el Evangelio de las Bodas
de Canáa.
Su mensaje reza así:
Epifanía es el regalo de la plenitud de Dios a la humanidad.
Epifanía es una fiesta de enorme alegría.

Después siguen otros Evangelios de la Epifanía –
sobre todo relatos de curación.
Estos dejan claro:
En la manifestación del Señor se nos regala ampliamente la salvación de Dios.

En otros tiempos todos estos Evangelios determinaron la celebración de los domingos posteriores a la Epifanía.
Por desgracia, los radicalistas bajo las reformas litúrgicas suprimieron todos estos domingos
y redujeron notablemente el tiempo navideño.
De esta manera, el 25 de diciembre alcanzó frente al 6 de Enero, una preponderancia aún mayor,
que, en todo caso, ya tenía en la Iglesia occidental.

Una consecuencia de esto fue:
La auténtica fiesta de Navidad,
la fiesta de la Epifanía del seis de Enero,
desapareció en gran parte de la conciencia pública.
Sólo aún es día de fiesta el seis de Enero en Baden-Würtemberg, Baviera y Sajonia-Anhalt.
En cada vez más regiones el cinco o el seis de Enero es precisamente el primer día de clase después de las vacaciones de Navidad.
El próximo año lo será también en el Norte del
Rhin-Westfalia y con ello también en Colonia,
la ciudad de los “Tres Santos Reyes”.
No he oído ninguna protesta de esta ciudad –
ni siquiera del Cardenal Meissner.

Quejarse de esta secularización concreta
tiene ciertamente poco sentido,
puesto que la propia Iglesia occidental ha allanado
el camino para ello.
También podríamos ver en la falta de significado público de la fiesta de la Epifanía una posibilidad:
Una posibilidad para reflexionar y celebrar libre de todo ajetreo el verdadero mensaje navideño.

Las antiguas promesas se hacen realidad:
    Dios mismo se manifiesta en nuestro mundo frecuentemente ateo.
    Su luz brilla en las obscuridades de nuestra vida.
    Un ser humano ha nacido – verdaderamente ser humano.
    La alegría debe ser la tónica de nuestra vida diaria.
    Se nos ofrece esperanza para todo nuestro futuro.
    La estrella de Bethlehem señala hoy el camino a través de desiertos aparentemente intransitables.

El tiempo litúrgico navideño llega al final con este domingo.
Pero Navidad,
la Epifanía del Señor en este mundo, continúa.
De todo corazón les deseo a ustedes y a todos nosotros en el comienzo de este nuevo año:
Que desarrollemos “un” olfato
para que percibamos la presencia de Dios –
de la mayor forma posible en los 366 días de este año,
y para que muy conscientemente en el nuevo tiempo vivamos
lo que despuntó entonces en Bethelehem
y que también hoy comienza de nuevo cada mañana.

Amén