Homilía para la Misa de Gallo de 2011
Evangelio: Lc 2,1-14
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Según la homilía de la Misa de Gallo de 2007 revisada y abreviada.
La leyenda cuenta que San Francisco de Asís predicó a los animales y que le comprendieron.
En esta Noche Santa es exactamente lo contrario:
Los animales y, en general, las criaturas de la Naturaleza nos predican:
Pero lo que no es totalmente seguro es que nosotros las comprendamos.

Pero ¡intentémoslo!
Por ejemplo, escuchemos lo que el buey y el asno quieran decirnos.
Ellos no faltan en ningún pesebre navideño.
Por el contrario:
En las representaciones de pesebres más antiguas el buey y el asno son los únicos en el pesebre del Niño.
Incluso no se ve a María ni a José.
Sólo el buey y el asno forman la “compañía de Jesús”.
(No es ningún milagro que se diviertan con ello algunas bromas de jesuitas.)

¿Cómo llegan a este honor el buey y el asno?
En los Evangelios de Navidad no se habla de ellos para nada.   
Pero el profeta Isaías lo aclara con un solo verso:
“El buey conoce a su amo” – dice –
“y el asno (conoce) el pesebre de su señor;
pero Israel no tiene ningún conocimiento,
Mi pueblo no tiene ninguna comprensión.”

¡Por consiguiente, nosotros no nos sentimos superiores al buey y al asno!
Más bien permitimos que ellos nos interroguen:
¿Qué pasa con vuestro conocimiento y vuestra comprensión – en esta noche y en estos días navideños?
Observemos acto seguido el “sermón” mudo de las muchas ovejas, que se apretujan en el establo de Bethlehem.
En la Sagrada Escritura continuamente se compara el pueblo de Dios con un rebaño de ovejas-
¡y esto no es en absoluto despreciable!
(Sobre ovejas sólo puede hablar de forma despreciable una sociedad urbano-burguesa.)
Jesús se denomina a sí mismo el “Buen Pastor”.
Y Él dice de las ovejas:
“que oyen mi voz;
Yo conozco a las Mías y las Mías me conocen a Mí,
como el Padre me conoce a Mí
y Yo conozco al Padre;
y Yo doy mi vida por las ovejas.” (Jn 10)

Precisamente por esto las ovejas se apretujan en el pesebre y nos preguntan:
¿Conocéis verdaderamente a este Niño,
que hoy ha venido al mundo?
¿Reconocéis en Él la irrupción de Dios en este mundo?
¿Creéis en Su Amor, por el que entrega Su vida
por vosotros?

En la maravillosa imagen de Sieger Köder
“Francisco y la Navidad en Greccio”, incluso el lobo tiene sitio en el pesebre.
Una leyenda cuenta que él se acercó al pesebre con una intención totalmente rapaz.
Pero cuando ya se disponía para el salto,
le tocó la mano del Niño Jesús de forma cuidadosa y amorosa.
Y con una voz, como el lobo nunca había oído le dijo el Niño: “¡Lobo, yo te amo!”

Y después cuenta esta fabulosa leyenda algo inimaginable:
En este momento reventó el pellejo del lobo y
(¡) salió un ser humano verdadero (!)
como Dios lo había pensado desde el principio.
El ser humano oró al Niño en el pesebre
y salió al mundo silenciosamente
para anunciar a todos el contacto salvador del Niño.

Este relato fabulosamente profundo nos coloca ante la pregunta:
¿Aún no habéis experimentado nunca la fuerza transformadora del amor?
Y ¿vosotros os sentís también enviados a este mundo - o sencillamente sólo a esta ciudad –
para llevar el amor transformador de este Niño?

Si ustedes en estos días navideños –como es costumbre en Colonia – vistan el pesebre,
descubrirán aún otros muchos animales.
Todos nos invitan a hacer coro con ellos en esta Noche Santa para la gran alabanza de la Creación,
a la que nos exhortan los Salmos bíblicos:
“¡Alabe al Señor toda la tierra,
animales salvajes y todo el ganado,
reptiles y pájaros que vuelan;
jóvenes y también doncellas,
viejos junto con los niños!
Alaben todos el Nombre del Señor.
Pues Su majestad resplandece sobre la tierra
y el cielo. (Salmo 148)

Amén.