Homilía para el Primer Domingo de Adviento
28 Noviembre 2010

Lectura: Is 2,1-5
Además una contemplación de la imagen: “Consummatum est Jerusalem” de Jean Leon Gerome.
Autor: P. Heribert Graab S.J.
(Nueva redacción de una homilía del Primer Domingo de Adviento de 2006)
Ustedes tuvieron un poco de tiempo para contemplar la imagen y dejarla actuar…
Quizás han reconocido la sombra de los crucificados
y se han preguntado extrañados:
¿Precisamente esta imagen debe alumbrarnos el Adviento que comienza?

Yo quisiera invitarles a contemplar la imagen conmigo con mayor precisión.
En primer lugar dirigimos nuestra mirada
a la ciudad del fondo.
Ustedes, en seguida, reconocerán esta ciudad: Jerusalem.

Sólo el nombre despierta muchas asociaciones:
•    Jerusalem es la “ciudad de Dios”,
•    es la “morada de Dios entre los hombres”,
•    es la ciudad de David y, a decir verdad, no en primer lugar la ciudad del  David histórico, sino sobre todo la ciudad del nuevo David, la ciudad del Mesías prometido,
•    es la síntesis de todas las promesas de Dios,
•    es la ciudad de Su paz y de toda salvación,
•    es la ciudad a la que confluyen todos los pueblos.

Mirado históricamente siempre se concentraron sobre esta ciudad nubes sombrías.
Firmemente fijada en la conciencia colectiva del antiguo pueblo de Dios está sobre todo la destrucción de la ciudad por los babilonios
(585 a. de C.) y la deportación de la totalidad de las clases altas al exilio babilónico.
Después, más tarde, en tiempos de Jesús estuvo la ciudad bajo la soberanía extranjera romana.
Y en los Evangelios del Nuevo Testamento se refleja la destrucción de Jerusalem,
la destrucción del Templo y su bárbara profanación (70 d.de C.).
Y también hoy de nuevo, obscuras nubes sobre Jerusalem:
La ciudad es una síntesis de la lucha que no se quiere terminar entre israelitas y palestinos:
Síntesis de los conflictos entre las “religiones del libro”.
Más de uno habla incluso de “lucha de religiones” o de “guerra de culturas”.

Luz y obscuridad, salvación y desgracia-
de esto responde Jerusalem.
Y Jerusalem responde de la esperanza:
En medio de las experiencias de desgracia de la humanidad de todas las épocas responde de la esperanza invencible en las promesas de salvación de Dios, que se cumplirán definitiva e irrevocablemente,
de que Él mismo vendrá,
para instaurar Su salvación, Su paz:
¡Adviento!

Así nos pone ante los ojos hoy, primer domingo de Adviento, la ciudad de Dios, Jerusalem, como motivo de esperanza:
“Al final de los tiempos
el monte con la morada del Señor estará firmemente fundamentada,
como la más alta de las montañas; dominará todas las colinas.
Hacia él fluirán todos los pueblos…
Pues de Sión viene la sabiduría del Señor,
de Jerusalem Su Palabra.
Será Juez de las naciones,
árbitro de pueblos numerosos.
Convertirán sus espadas en arados,
sus lanzas en podaderas.
Ya no alzará la espada pueblo contra pueblo…”
“Venid, queremos caminar a la luz del Señor.”

Adviento – un tiempo de esperanza vivida de nuevo,
un tiempo para encender la luz de la esperanza,
en medio de todas las obscuridades del mundo y de nuestra vida.
Recordemos que el Reino de Dios de paz ya ha despuntado – en Jesucristo;
•    en Su nacimiento, con el que comenzó su consumación:
•    en Su mensaje y en Su actuar , en el que resplandece para nosotros la luz del ser humano verdadero y la luz de consumación futura de la historia de la humanidad;
•    en Su Pasión y Muerte, con la que Él mismo se sumerge en los abismos de nuestras obscuridades;
•    en Su Resurrección, mediante la cual Él vence definitivamente la muerte y a todos nosotros nos abre la vida en la paz y la gloria de Dios.

En Adviento, celebramos esta esperanza y esta confianza y esto contra toda la impugnación aparente de experiencias contradictorias y contra las dudas que continuamente surgen.

Contemplemos con este fondo, el primer plano del cuadro:

Delante de las puertas de la ciudad contemplamos la colina del Gólgota.
Está envuelta en una luz resplandeciente.
¿De dónde viene esa Luz?
Evidentemente de una fuerte fuente luminosa,
que está fuera de la imagen – a la derecha, detrás de nosotros;
de una fuente luminosa que está detrás de las tres cruces, cuyas sombras lanza a la imagen.

La Luz es el verdadero mensaje del cuadro:
Las sombras de la Cruz son la indiscutible realidad de esta vida.
Pero decisivamente es la Luz pascual,
la que fundamenta la esperanza.

Desde la mirada del pintor,
las personas han hecho el camino, suben a la montaña- cara a la luz. ¡Adviento!

Señor, Dios nuestro,
ayúdanos a que vayamos al encuentro de Cristo por el camino de la justicia
y nos preparemos para Su llegada mediante actos de amor, para que tengamos un lugar a Su derecha,
cuando vuelva en gloria.

Amén

(El pintor, Jean Leon Gerome fue un pintor francés de temas históricos. Nacido el 11 de Mayo de 1824 en Vesoul y muerto el 10 de Enero de 1904 en París. Jean Leon Gerome fue luchador encarnizado contra el impresionismo que se introducía.)